Los pobres son de Dios
Reflexión dominical de José Antonio Pagola
Jesús no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo
caminos al reino de Dios y su justicia
(José Antonio Pagola).- A espaldas de Jesús, los fariseos llegan
a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen
ellos mismos a encontrarse con él. Le envían a unos discípulos
acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez no
faltan entre ellos algunos poderosos recaudadores de los tributos
para Roma.
La trampa está bien pensada: "¿Estamos obligados a
pagar tributo al César o no?". Si responde negativamente le
podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de
tributos quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que
viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con
todas sus fuerzas.
La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo
largo de los siglos en estos términos: "Dad al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pocas palabras de
Jesús habrán sido tan citadas como estas. Y ninguna, tal vez, más
distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta
defensor de los pobres.
Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos
poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus
derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a
Dios "le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y
todos sus habitantes" (Salmo 24). ¿Qué puede ser del
César que no sea de Dios? ¿Acaso no son hijos de Dios los súbditos
del emperador?
Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en
aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos
a Roma y su significado: si llevan la "moneda del tributo"
en sus bolsas que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al
servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de
Dios y su justicia.
Por eso les recuerda algo que nadie le ha preguntado: "Dad a
Dios lo que es de Dios". Es decir, no deis a ningún César
lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos. Como ha repetido tantas
veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus
predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de
ellos.
No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las
personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy
más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que
esa "dictadura de una economía sin rostro y sin un
objetivo verdaderamente humano" que, según el Papa
Francisco, han logrado imponer los poderosos de la tierra. No podemos
permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra
conciencia con las prácticas religiosas.
(Mateo22,15-21)
22 de octubre 2017
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