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viernes, 27 de octubre de 2017

Migrantes: “el papa Francisco llama

a los políticos a salir del cinismo”
NICOLAS SENÈZE,
ENTREVISTA. El lunes 23 de octubre, ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el papa Francisco llamó a “introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor”. Para Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, este mensaje, muy vinculado al del Papa sobre los migrantes, se dirige más a los políticos que a los Estados.
La Croix: ¿Cómo comprender la llamada del papa Francisco a “introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor”?
Marco Impagliazzo: Hay que remitirse a los dos gestos del Papa en su llegada y en su salida de la FAO. Al llegar, ofrece a la institución la escultura del ángel llorando sobre el cuerpo del pequeño Aylan. Al salir, escribe en el Libro de Honor: “Tuve hambre y me disteis de comer. Sobre esto seremos juzgados”. Pretendía, por tanto, relacionar su reflexión sobre el hambre con la cuestión de los migrantes.
Pero aquí, Francisco da un salto lógico. Destaca que no podemos quedarnos en la política y que, para comprender a los migrantes, hay que ponerse a su lado. El Papa no hace distinción entre refugiados y migrantes, entre refugiados económicos y refugiados de guerra, entre cristianos y musulmanes. En lo que él se fija, es en el hombre y en el sufrimiento que le afecta.
¿De dónde viene su fuerte denuncia a los “sofismos lingüísticos tras los que nos atrincheramos “para justificar los egoísmos y la inactividad”?
M.I.: Francisco entiende los discursos en Francia sobre la diferencia entre migrantes económicos y refugiados o, en el Este, donde se busca cualquier excusa para cerrar las fronteras.
Ve demasiada frialdad y obstáculos entre los políticos. En ese sentido, el tema del amor no es tanto una llamada a los Estados como a los políticos a salir del cinismo. No habla aquí como jefe político, sino como sacerdote, como obispo, como cristiano…
¿Será escuchado?
M.I: Ese es el problema. Mientras que hay una gran continuidad en el discurso papal sobre las migraciones, se retienen más fácilmente las palabras de sus viajes a Suecia o a Colombia, donde, exagerando un poco, parece que abre los límites a la acogida. Pero es un poco fácil apoyarse en la experiencia de Suecia, el país que acoge el mayor número de refugiados, ¡para justificar el hecho de no acoger a ninguno!
Hay algunas opiniones diferentes en la Curia, donde todo el mundo no está en la misma línea de apertura del Papa. En la Secretaría de Estado, algunos pretenden ser más “realistas” y compartir la visión de muchos ciudadanos asustados por la inmigración. Pero no entienden que un discurso alarmista solo puede generar más miedo. Al contrario, hay que tranquilizar.
¿Pero cómo tranquilizar?
M.I: En Italia, como en Grecia, hemos hecho mucho por la acogida. Pero nuestra política de integración sigue siendo demasiado débil. La gente ve a los migrantes en nuestras ciudades y tienen la impresión de que son muy numerosos, cuando eso no es verdad. Frente a esta percepción falsa del fenómeno migratorio, se necesita mucha información para hacer comprender que la inmigración no es una amenaza.
Un ejemplo: la semana pasada, la Fundación Leone Moressa, destacó en un informe que los 2,4 millones de trabajadores regulares presentes en Italia producían 131 millones de euros, es decir, un 9% del PIB italiano, y pagaban 7 millones de euros de impuesto sobre la renta y 11 millones de contribuciones sociales.
¿Por qué todo eso no trasciende?
M.I: Estamos dando a luz un mundo nuevo y muy pocos poseen los instrumentos culturales para comprenderlo. La Iglesia debe, más que nunca, trabajar en la cultura, como recordaba el cardenal Vingt-Trois en su reciente entrevista a La Croix, donde llamaba a “encontrar los medios culturales para llegar a aquellos que tienen menos facilidades para entrar en contacto con el Evangelio”.
Lo constaté el otro día yendo a Bolonia. Al subir al taxi, la conductora, una mujer de entre 25 y 30 años, se indignaba porque lo primero que iba a hacer el Papa era reunirse con los migrantes.
Es, sin duda, uno de los problemas del pontificado actual. Francisco quiere dirigirse directamente a la gente, en función de su visión del “pueblo fiel”. Pero el pueblo ya no es el de los años 70-80. Hay que encontrar un nuevo lenguaje para aquellos que solo comprenden el mensaje fácil de las fake news.
¿Cómo encontrar ese lenguaje?

M.I: En Sant’Egidio, encontramos mucha ayuda en el encuentro diario que tenemos con los pobres. Lo que nos ayuda, es el testimonio, porque hay una evangelización que precede incluso al discurso. Este testimonio diario es ese “lenguaje del amor” del que habla el papa Francisco.

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