Con los ojos fijos en El
en la realidad y la fe
en la realidad y la fe
carta No. 18
septiembre 2019
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Usted que lee estas líneas... ¿es originario de la
ciudad o localidad que habita?, quizá no, lo que significa que es migrante, hijo
o nieto de migrantes.
En los últimos años se calcula que más de 3.5 millones
de venezolanos se vieron forzados a dejar familia, trabajo (si lo tenían),
estudios, bienes, para buscar nuevos horizontes, principalmente económicos
fuera de sus fronteras. De estos, se
calcula que cerca de dos millones se han quedado en Colombia y el resto siguen
camino a Ecuador, Perú o Chile. En
nuestro país 120 mil están legalizados y no se conoce el número de
indocumentados.
Estos millones de migrantes, hombres y mujeres que van
desde niños de brazo hasta adultos mayores, deben enfrentar situaciones
difíciles de violencia, trata –especialmente mujeres adolescentes y jóvenes–,
explotación –sexual y laboral– y otras tantas situaciones que atentan a su humanidad
y dignidad... A lo que se suman difíciles
y hasta graves problemas de salud y de escasez económica, lo que ha llevado a
que un porcentaje deba recurrir a la mendicidad.
Con toda esta 'carga' emocional, sicológica, cansancio,
hambre y desconfianza, llegan a nuestras ciudades y poblaciones. Algunas manos
se extienden y albergan, comparten alimentos y acogen humanamente... pero
también encuentran rechazo en algunos sectores sociales.
Con este antecedente, a continuación compartimos la
reflexión de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz, en relación a la coyuntura
urgente de migración y refugio de los venezolanos y de la próxima Jornada
mundial por el migrante y el refugiado convocada por el Papa Francisco.
Venezolano
Venezolano: Simón Bolívar,
libertador de cinco naciones, entre ellas Ecuador.
Venezolano: Antonio José de
Sucre, el gran héroe del Pichincha que dio la libertad a nuestra patria el 24
de mayo de 1822.
Venezolano: Juan José Flores,
Primer Presidente de la República del Ecuador (1830).
Venezolano: Simón Rodríguez,
maestro del Libertador y pedagogo que impulsó su proyecto en nuestra Patria.
Al mencionar solo estos cuatro
nombres, lo hacemos por su vinculación histórica con el Ecuador, pero podríamos
seguir recordando a muchos otros venezolanos ilustres que han sido parte
fundamental de la cultura, de las artes, de la iglesia, de la construcción
misma de lo latinoamericano y han tenido positiva influencia incluso a nivel
mundial.
Sin embargo, en las
circunstancias actuales parecería que ser venezolano es sinónimo de
delincuente, más aún, que todos los delincuentes son venezolanos. Hay que preguntarse si ¿serán delincuentes
los miles de niños que tomados de la mano de su madre o de su padre recorren
nuestras carreteras y ciudades; serán delincuentes esas mujeres que se
arriesgan a lo desconocido en busca de una seguridad, a veces inalcanzable;
serán delincuentes esos hombres –jóvenes unos, no tan jóvenes otros– que buscan
trabajo en los países a los cuales llegan por fronteras cada vez más hostiles y
complejas?
Por otra parte, la realidad es
que Ecuador no es un país desarrollado ni con amplias fuentes de trabajo, por
el contrario, en la actualidad el desempleo es uno de los males que afectan
nuestra sociedad como puede comprobarse con la cantidad personas desocupadas,
la proliferación de vendedores ambulantes, la mendicidad y hasta el incremento
de la delincuencia.
Dos realidades que se
encuentran en un mismo momento y en un mismo espacio: búsqueda de sobrevivencia
por un lado y limitación de posibilidades por otro. Solidaridad y xenofobia, acogida y rechazo,
reacciones humanas en los dos sentidos.
Cuando mencionamos xenofobia y
rechazo, nos referimos a las reacciones de sectores que se sienten ofendidos
por la presencia de extranjeros; a aquellos que publican en las redes sociales
fotos ciertas e inventadas de supuestos delincuentes, a los cuales los
identifican –sin comprobar la mayoría de las ocasiones– como venezolanos; a
aquellos de clases más o menos acomodadas que cuidan su espacio de confort, su
entorno, y en su cuidado rechazan todo aquello que pueda significar algún
remoto o cercano peligro para su tranquilidad y comodidad. Aún que las estadísticas muestran que el
porcentaje de participación de ciudadanos venezolanos en delitos graves
(homicidios, robos, asesinato, femicidios, violaciones) estarían por debajo del
1%, aunque la percepción es diferente.
En cambio cuando hablamos de
solidaridad y acogida nos referimos a nuestro pueblo, sencillo, generoso, que
de alguna manera comparte lo poco que tiene y recibe al afuereño. En su momento ya lo ha hecho en nuestra
historia más o menos reciente, lo hizo con chilenos, colombianos, cubanos y de
otras nacionalidades, es que a lo mejor ese amplio grupo humano de ciudadanos
ecuatorianos, recuerda que muchos migrantes del país se trasladaron a otros
lares donde fueron recibidos y pudieron sobrevivir a la crisis económica que afectó
al Ecuador, por cierto, es incomparable
con la tragedia que vive Venezuela.
La xenofobia ha llegado a tal
punto que si seguimos la información especialmente de internet, debemos
concluir que toda la delincuencia es importada de Venezuela, que no existe de
otros orígenes, menos aún del Ecuador. Esta
apreciación tergiversada contradice la información oficial sobre delitos y
cárceles.
En contraposición, la acogida
se hace realidad en nuestro pueblo pobre; en la Iglesia que por medio de sus
parroquias, de Cáritas, por ejemplo, y de tantas otras organizaciones y grupos sociales
que buscan ayudar a los venezolanos pobres, extendiendo una la mano amiga en
actitud auténticamente cristiana.
Es bueno reflexionar las
palabras del Papa Francisco sobre este tema, cuando nos dice que “la presencia
de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas
vulnerables, representa hoy en día una invitación a recuperar algunas
dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad,
que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades”
(mensaje del Papa Francisco para la
Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019).
Para quienes temen a los
migrantes sin juzgarlos, a los venezolanos por el hecho de serlo, es bueno
recordar el siguiente mensaje:
“El problema no es el hecho de tener dudas y sentir
miedo. El problema es cuando esas dudas
y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de
convertirnos en seres intolerantes,
cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”. (Papa Francisco)
Andrés León Calderón
Mesa de Pensamiento y DSI - Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
Mesa de Pensamiento y DSI - Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
Con
los ojos fijos en El, en la realidad y la fe es
una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de los
Observatorios de Política y Eclesial, que reúnen periódicamente a los miembros
de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de
estas cartas.