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domingo, 24 de julio de 2022

carta No.142: Educación: ¿política de Estado?

 Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 142– 24 de julio 2022

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Educación: ¿política de Estado?

“En el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana…, y compromete a todos los gobiernos a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, como asimismo promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos”.  Papa Francisco en el Simposio para el lanzamiento de la Misión 4.7 y del Pacto Mundial sobre la Educación (dic. 2020).

Hay desarrollo sostenible de los pueblos solo si hay una educación de calidad para todos sus habitantes.  Y para ello se debe garantizar, como política de Estado, más allá del gobierno de turno, una educación universal, inclusiva e incluyente, de calidad, reflexiva y personalizante, desde una clara visión ética y una actitud crítico-creativa.

Se afirma, con razón, que los padres y madres de familia son los primeros responsables de la educación de sus hijos, pero el desarrollo y complejidad de las ciencias y tecnologías hace cada vez más imposible que solamente la familia forme, eduque, instruya y capacite a las personas para un desempeño social y profesional eficiente frente a las exigencias del propio desarrollo individual y social. De ahí que el Estado, por delegación de las familias, tiene como una de sus primeras e irrenunciables tareas, la de garantizar una educación de calidad.  Y este es un objetivo primario, ahora incluso Constitucional, que no siempre se ha cumplido. 

Anecdóticamente cuando se habla de la educación se habla como de uno de los gastos más onerosos de los recursos públicos. Pero no, no es un gasto, es una de las más importantes inversiones que la sociedad hace para asegurar su presente y futuro.

Por esto, el gobierno, en cualquiera de sus niveles de gestión, nacional, regional o local, tiene la obligación impostergable de priorizar y garantizar los medios humanos y financieros necesarios para para que la educación tenga un funcionamiento óptimo y un desarrollo integral.

Otra realidad perjudicial: la educación pública en muchos casos es de menor calidad que la privada.  Ante esta situación, el Estado y la sociedad deben cuidar celosamente para que la enseñanza sea de alta calidad, pues por su universalidad, deber ser la que garantice la igualdad de oportunidades para toda la población...  No hay pobreza más grande, que una pobre educación para los pobres.

En este contexto, estamos llamados a trabajar arduamente para evitar que haya establecimientos educativos, sean públicos o privados, de primera, de segunda o tercera y por último otros de ínfima o ninguna calidad. 

Soñamos una educación de calidad, gratuita y universal, donde haya opciones por especialidades, orientación, metodologías, vocación, pero nunca categorizadas como buenas o malas como existe hoy.  Esta exigencia es para todos los niveles, comenzando por inicial hasta el post grado. La libertad de enseñanza es un derecho que hay que respetar, en ningún caso el Estado puede desatender la educación privada para que se maneje a su total arbitrio, tiene la obligación de formular un plan global para toda la educación, caso contrario hay el peligro de abusos y engaños lucrativos y de marketing, como desgraciadamente, ha sucedido y sucede hoy.

Es imperioso señalar que la educación en Ecuador debe estar abierta a la ciencia y a la técnica, como también al desarrollo de las ideas y comprensiones culturales universales.  Sin embargo, el modelo de educación debe trascender en la historia de nuestro país, en la realidad concreta de nuestros pueblos, desde su pasado, presente y futuro, desde sus aspiraciones y desafíos.

Para el Papa Francisco la educación es un acto de “esperanza” que debe estar enmarcado y responder con precisión al Plan Nacional de Desarrollo a corto, mediano y largo plazo. Sólo entonces, tendremos itinerarios sociales globales con objetivos claros, concretos, articulados, inclusivos y equitativos para que nuestros niños y jóvenes tengan un futuro promisorio y el país supere la barrera tercermundista, con justicia y paz.  ·  #ComuniquemosEsperanza


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Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

  

domingo, 17 de julio de 2022

carta No.141: Diálogo que escuche, entienda y decida

 Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 141– 17 de julio 2022

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Diálogo que escuche, entienda y decida

“La discusión pública, si verdaderamente da espacio a todos y no manipula ni esconde información, es un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla mejor, impide que los diversos sectores se instalen cómodos y autosuficientes en su modo de ver las cosas y en sus intereses limitados.  Pensemos que «las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad” Papa Francisco (Fratelli Tutti 203).

Vivimos un momento sociopolítico histórico. Después de la firma del “Acta de Paz” entre las Organizaciones Indígenas y el Gobierno Nacional, que devolvió tranquilidad temporal al país, se establecieron mesas temáticas para dialogar y llegar a acuerdos alrededor de los diez temas propuestos por los indígenas para el país y que fueron aceptados por el gobierno del presidente Lasso.

Durante el paro, desde diferentes sectores se demandó con fuerza la necesidad de un diálogo vivo, dinámico, sincero, oportuno, transparente y efectivo, como manifestamos en cartas anteriores (Nos. 139 y 140), con varias recomendaciones para que en las negociaciones se siga una metodología que dé los resultados esperados en los 90 días acordados para resolver los temas planteados.

El proceso para un diálogo auténtico que se aplica desde hace muchos años en los ámbitos comunitarios, organizativos y eclesiales es el: “ver, juzgar y actuar”. Que también podemos entenderlo como: escuchar, entender y decidir.

Una escucha atenta y activa exige voluntad, clara intención, apertura y disposición de las partes para “atender y enterarse”. La verdadera escucha da la oportunidad de conocer las situaciones o problemas reales, los informes o referencias, la interpretación sobre las causas y efectos, los sufrimientos y las preocupaciones de los otros. Escuchar permite conocer nuevas perspectivas, diferentes puntos de vista, ciertas posturas o intereses del distinto, visualizar la disposición de las partes para buscar el bien común.  Escuchar alivia y libera de tensiones y de prejuicios, y lleva a una comprensión global y ecuánime.

Después de escuchar hay que entender, a través de fundamentar y discernir sobre lo expuesto por cada parte, argumentado con razones y datos concretos, los pros y los contras de cada situación dialogada, las experiencias exitosas del pasado, el aquí y ahora y las proyecciones para el futuro, que permitirán vislumbrar de manera conjunta objetivos comunes, propuestas viables, soluciones reales, acciones concretas y políticas a ejecutarse. Hay que buscar la verdad, distinguir lo justo de lo injusto, lo esencial de lo secundario, para lo cual se requieren espacios de reflexión serios, de estudios profundos y verificables sobre los planteamientos hechos, para lo que es preciso la participación de asesores entendidos y/o técnicos expertos.

Analizados y consensuados los diferentes aspectos de los asuntos propuestos, llega el tiempo de decidir: este momento debe ser fruto de la participación y corresponsabilidad de quienes buscan y quieren alcanzar los propósitos comunes, metas o acuerdos orientados al mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres y vulnerables, y alcanzar el bien común para todos.

Las decisiones deben tomarse valorando y justipreciando la factibilidad, la oportunidad, el costo social, político, económico y la efectividad de las políticas, resoluciones y acciones que se proponen llevar adelante.  Las decisiones están ligadas también a un juicio ético por lo cual se requiere honestidad intelectual, creatividad, valentía, coherencia y hasta audacia.

En esta hora de definiciones para el futuro de la convivencia pacífica, la toma de decisiones en favor de los sectores marginados y olvidados es trascendental por lo que debe estar acompañada, desde todos los sectores, con una mirada de solidaridad, optimismo, esperanza, evitando la crítica destructiva, la confrontación e interferencia gratuita, la difusión de noticias falsas o atentatorias al diálogo. Nos jugamos un momento histórico y trascendente para el futuro del país.  Que este diálogo que busca escuchar, entender y decidir, nos permita descubrir y aceptar que todos somos ecuatorianos y que merecemos una vida justa y en paz.  ·  #ComuniquemosEsperanza

 

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Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

domingo, 10 de julio de 2022

carta No.140: Minga por la Reconciliación Social

 

Con los ojos fijos en Él
en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 140– 10 de julio 2022

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Minga por la Reconciliación Social

“Que la gracia del Señor Resucitado dé consuelo y esperanza a todos los que sufren: ¡que nadie sea abandonado! Que las contiendas, guerras y disputas den paso al entendimiento y la reconciliación. Subrayemos siempre esta palabra: reconciliación, porque lo que hizo Jesús en el Calvario y con su resurrección es reconciliarnos a todos con el Padre, con Dios y entre nosotros. ¡Reconciliación!” Papa Francisco (abril 2022)

 

A propósito del paro, la sociedad se dividió entre los que se expresaron “a favor” y “en contra”, con una mezcla multicolor de opiniones, sensibilidades y lógicas… mensajes, gestos, acciones cargadas de violencia, insultos y argumentos descalificadores, que evidenciaron resentimientos, racismo, clasismo, regionalismo, aires de superioridad, muy bien guardados en el inconsciente nacional. El país se polarizó aún más y se fracturó, volviéndose un reto necesario la convivencia pacífica al corto, mediano y largo plazo.

Urge descubrir caminos apropiados para reencontrarnos como país.  Es vital el diálogo, herramienta valiosísima que gestionaría la reconciliación nacional, tarea muy difícil, de alta trascendencia política, social, económica, cultural e institucional, que exige una minga nacional con una fuerte determinación que nos permita entrar en un proceso largo y cuidadoso de reconstrucción del tejido social.  Por tanto, no es un camino para los miedosos, sino para los valientes, dispuestos a romper las cadenas de la inconsciencia social, del odio mutuo, de la indolencia generalizada.  De esta manera podremos abrir las puertas del diálogo, encontrar las llaves que destraben las posturas sin sentido, para dotar de contenido auténtico a lo que llamamos “ecuatorianidad”.

En nuestro país, no se puede iniciar la reconciliación sin reemplazar el miedo por la credibilidad, la ofensa por el perdón y la descalificación por la confianza.  Estas actitudes deben validarse por el cumplimiento de los acuerdos, que traigan liberación profunda, armonía interior, gozo y paz auténtica.

La reconciliación tiene pasos fundamentales que como país debemos profundizar: reconocer la verdad de nuestra situación actual; hacer memoria del sufrimiento histórico de los más pobres y vulnerables; contextualizar la realidad actual; y administrar justicia, para que los causantes de los hechos violentos no queden impunes.  En todo lo posible, hay que buscar la reparación individual y colectiva, tanto en lo material como en lo simbólico.

Promover una experiencia de sanación de las heridas sociales que nos aquejan y torturan cotidianamente a través de la aceptación de responsabilidades y reconciliación con una visión integral que trascienda y nos dignifique a todos.  Para el efecto debemos, como país, implementar y ejecutar proyectos de desarrollo y fortalecer instituciones sociales que respalden y consoliden esa reconciliación con justicia social, colocando como base el respeto e integración de las diferencias, aportes y riquezas propias de cada cultura, priorizando a los más pobres y excluidos, cuidando la vida en todas sus manifestaciones.

El abanico de la reconciliación es muy amplio y comprende todas las dimensiones de la persona: - Reconciliación con uno mismo.  - Reconciliación con Dios, para recuperar el sentido pleno de la existencia. - Reconciliación social (intersubjetiva) para construir juntos ese pueblo digno y bello que anhelamos. - Reconciliación con la naturaleza (Casa Común).  Es una vida nueva, basada en el Evangelio: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lc 6,27-36).

En conclusión: “…El amor social es una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos” (Fratelli Tutti 183).  El diálogo hace posible la reconciliación para asegurar la paz, el perdón, la justicia, la verdad, la promoción y concreción de una mejor vida para todos, el cuidado de la casa común y la apertura a la bendición de Dios en la cotidianidad.  En la Minga por la Reconciliación estamos involucrados todos.   ·  #ComuniquemosEsperanza

 

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domingo, 3 de julio de 2022

Carta No. 139: El diálogo construye la paz

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 139– 3 de julio 2022

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El diálogo construye la paz

“De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo” 1ª. Corintios, 12, 12.


El paro terminó el 30 de junio y gracias al diálogo se logró superar una protesta social de 18 días.  Recuperamos la paz y esperamos un proceso de reconciliación nacional.

En toda sociedad democrática es normal que haya divergencias y conflictos. El tema es cómo enfrentarlos y resolverlos, y si a los que disienten se les trata como adversarios o enemigos. Con el adversario se puede dialogar para converger en acuerdos; al enemigo, por el contrario, hay que destruirlo, porque nos amenaza.

En unos pocos sectores de la sociedad se construyó un enemigo y resurgió el racismo -que creíamos superado-, contra los indígenas. De igual manera, de la otra parte, se dieron algunas actitudes intransigentes.

Durante el paro salió a flote el ‘lado oscuro’ de la sociedad e impidió que reconozcamos y valoremos las diferencias culturales que nacen de la diversidad del pueblo ecuatoriano. Hay una ruptura social: amplios sectores viven en una situación de pobreza, marginación y exclusión. La falta de medios para una vida digna, ausencia de empleo, crisis de los servicios públicos de salud, educación e inseguridad...  son las raíces de las reivindicaciones de las movilizaciones y del ejercicio del derecho a la resistencia.  La falta de una respuesta oportuna del gobierno, ante las propuestas de los indígenas, generó el paro y los consecuentes hechos de violencia y muerte, así como graves pérdidas económicas y la degradación de la paz social.

Repetidamente diferentes sectores llamaron al diálogo porque se estaba estrangulando el tejido social, pero en las partes faltaba predisposición y convencimiento de su efectividad. Sin embargo, sabíamos que el diálogo es el único camino y mecanismo para recuperar la paz. De alguna manera los indígenas y el gobierno oyeron ese clamor popular y dejando a un lado sus posiciones se sentaron en una mesa después varios días de confrontación.

Que se hayan sentado a dialogar indígenas y gobierno ya fue un gran paso. Allí se trató de escuchar, entender y comprender las razones y posturas de cada uno, de alguna manera se generó empatía y sobre todo se notó la voluntad firme para establecer acuerdos comunes con base a consensos. Ventajosamente los actores dejaron a un lado la percepción de que era un conflicto entre buenos y malos y que había que resolverlo como una guerra donde hay vencedores y vencidos.

La acción de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, como mediadora, escuchando y evaluando las razones propuestas por las partes, alcanzó consensos con los que elaboró el “Acta de la Paz”, que permitió destrabar el estancamiento. Luego de las últimas observaciones de las organizaciones indígenas y aceptadas por el gobierno, se logró el acuerdo que permitió firmar el documento final y terminar con el paro.

En esa acta se consignaron alternativas y políticas públicas de Estado, que deben ser permanentes para reducir y terminar con los actuales niveles de exclusión y marginación de los sectores más pobres y vulnerables del país. Esto supone un ejercicio de creatividad, innovación y trabajo dedicado del gobierno y las organizaciones indígenas, con la mirada atenta de los mediadores, para que den respuestas, concretas y efectivas, a los retos sociales actuales.

Las mesas técnicas, que funcionarán por 90 días, deben “mantener siempre atentos los oídos, al grito de dolor de los demás y escuchar su llamada de socorro (con) solidaridad” (Mons. Leonidas Proaño), son la clave para hacer realidad el “Acta de la Paz”.  ·  #ComuniquemosEsperanza


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