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lunes, 30 de septiembre de 2019

carta No.18 - Venezolano


Con los ojos fijos en El
en la realidad y la fe

carta No. 18
septiembre 2019
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Usted que lee estas líneas... ¿es originario de la ciudad o localidad que habita?, quizá no, lo que significa que es migrante, hijo o nieto de migrantes.
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Desde el pasado 26 de agosto, Ecuador exige visa humanitaria a los venezolanos que deseen ingresar por los pasos fronterizos oficiales, bien sea para lograr llegar a Perú o para quedarse.  Según los datos oficiales, aproximadamente más de medio millón de migrantes venezolanos ya han ingresado a nuestro país, de los que alrededor de 250 mil salieron hacia el sur.  Pero existen pasos irregulares, diferentes a Rumichaca en Tulcán y San Miguel en Sucumbíos, por los que varios migrantes optan ante la exigencia de documentos legales que no tienen.
En los últimos años se calcula que más de 3.5 millones de venezolanos se vieron forzados a dejar familia, trabajo (si lo tenían), estudios, bienes, para buscar nuevos horizontes, principalmente económicos fuera de sus fronteras.  De estos, se calcula que cerca de dos millones se han quedado en Colombia y el resto siguen camino a Ecuador, Perú o Chile.  En nuestro país 120 mil están legalizados y no se conoce el número de indocumentados.
Estos millones de migrantes, hombres y mujeres que van desde niños de brazo hasta adultos mayores, deben enfrentar situaciones difíciles de violencia, trata –especialmente mujeres adolescentes y jóvenes–, explotación –sexual y laboral– y otras tantas situaciones que atentan a su humanidad y dignidad...  A lo que se suman difíciles y hasta graves problemas de salud y de escasez económica, lo que ha llevado a que un porcentaje deba recurrir a la mendicidad.
Con toda esta 'carga' emocional, sicológica, cansancio, hambre y desconfianza, llegan a nuestras ciudades y poblaciones. Algunas manos se extienden y albergan, comparten alimentos y acogen humanamente... pero también encuentran rechazo en algunos sectores sociales.
Con este antecedente, a continuación compartimos la reflexión de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz, en relación a la coyuntura urgente de migración y refugio de los venezolanos y de la próxima Jornada mundial por el migrante y el refugiado convocada por el Papa Francisco.

Venezolano
Venezolano: Simón Bolívar, libertador de cinco naciones, entre ellas Ecuador.
Venezolano: Antonio José de Sucre, el gran héroe del Pichincha que dio la libertad a nuestra patria el 24 de mayo de 1822.
Venezolano: Juan José Flores, Primer Presidente de la República del Ecuador (1830).
Venezolano: Simón Rodríguez, maestro del Libertador y pedagogo que impulsó su proyecto en nuestra Patria.
Al mencionar solo estos cuatro nombres, lo hacemos por su vinculación histórica con el Ecuador, pero podríamos seguir recordando a muchos otros venezolanos ilustres que han sido parte fundamental de la cultura, de las artes, de la iglesia, de la construcción misma de lo latinoamericano y han tenido positiva influencia incluso a nivel mundial.
Sin embargo, en las circunstancias actuales parecería que ser venezolano es sinónimo de delincuente, más aún, que todos los delincuentes son venezolanos.  Hay que preguntarse si ¿serán delincuentes los miles de niños que tomados de la mano de su madre o de su padre recorren nuestras carreteras y ciudades; serán delincuentes esas mujeres que se arriesgan a lo desconocido en busca de una seguridad, a veces inalcanzable; serán delincuentes esos hombres –jóvenes unos, no tan jóvenes otros– que buscan trabajo en los países a los cuales llegan por fronteras cada vez más hostiles y complejas?
Por otra parte, la realidad es que Ecuador no es un país desarrollado ni con amplias fuentes de trabajo, por el contrario, en la actualidad el desempleo es uno de los males que afectan nuestra sociedad como puede comprobarse con la cantidad personas desocupadas, la proliferación de vendedores ambulantes, la mendicidad y hasta el incremento de la delincuencia.
Dos realidades que se encuentran en un mismo momento y en un mismo espacio: búsqueda de sobrevivencia por un lado y limitación de posibilidades por otro.  Solidaridad y xenofobia, acogida y rechazo, reacciones humanas en los dos sentidos.
Cuando mencionamos xenofobia y rechazo, nos referimos a las reacciones de sectores que se sienten ofendidos por la presencia de extranjeros; a aquellos que publican en las redes sociales fotos ciertas e inventadas de supuestos delincuentes, a los cuales los identifican –sin comprobar la mayoría de las ocasiones– como venezolanos; a aquellos de clases más o menos acomodadas que cuidan su espacio de confort, su entorno, y en su cuidado rechazan todo aquello que pueda significar algún remoto o cercano peligro para su tranquilidad y comodidad.  Aún que las estadísticas muestran que el porcentaje de participación de ciudadanos venezolanos en delitos graves (homicidios, robos, asesinato, femicidios, violaciones) estarían por debajo del 1%, aunque la percepción es diferente.
En cambio cuando hablamos de solidaridad y acogida nos referimos a nuestro pueblo, sencillo, generoso, que de alguna manera comparte lo poco que tiene y recibe al afuereño.  En su momento ya lo ha hecho en nuestra historia más o menos reciente, lo hizo con chilenos, colombianos, cubanos y de otras nacionalidades, es que a lo mejor ese amplio grupo humano de ciudadanos ecuatorianos, recuerda que muchos migrantes del país se trasladaron a otros lares donde fueron recibidos y pudieron sobrevivir a la crisis económica que afectó al Ecuador, por cierto, es  incomparable con la tragedia que vive Venezuela.
La xenofobia ha llegado a tal punto que si seguimos la información especialmente de internet, debemos concluir que toda la delincuencia es importada de Venezuela, que no existe de otros orígenes, menos aún del Ecuador.  Esta apreciación tergiversada contradice la información oficial sobre delitos y cárceles.
En contraposición, la acogida se hace realidad en nuestro pueblo pobre; en la Iglesia que por medio de sus parroquias, de Cáritas, por ejemplo, y de tantas otras organizaciones y grupos sociales que buscan ayudar a los venezolanos pobres, extendiendo una la mano amiga en actitud auténticamente cristiana.
Es bueno reflexionar las palabras del Papa Francisco sobre este tema, cuando nos dice que “la presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy en día una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades” (mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019).
Para quienes temen a los migrantes sin juzgarlos, a los venezolanos por el hecho de serlo, es bueno recordar el siguiente mensaje:
“El problema no es el hecho de tener dudas y sentir miedo.  El problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”. (Papa Francisco)

Andrés León Calderón
Mesa de Pensamiento y DSI - Comisión ecuatoriana Justicia y Paz

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de los Observatorios de Política y Eclesial, que reúnen periódicamente a los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.