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domingo, 30 de octubre de 2022

carta No.156: El valor de la vida

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 156– 30 de octubre 2022

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El valor de la vida

Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde? Lc 9, 25

En Ecuador, en los dos últimos años, se incrementaron vertiginosamente las muertes violentas: en 2021 con 1291 víctimas y en lo que va del 2022, hasta el 20 de octubre, van 3510 casos. Un promedio de 11 muertes violentas por día, tipificadas como homicidios, asesinatos, feminicidios y sicaritos, ocurridas en las cárceles y las calles de las provincias de Guayas, Esmeraldas, Manabí, El Oro, Los Ríos, Sucumbíos y Santo Domingo, entre otras.  La tasa de homicidios por 100 mil habitantes es de 15.48 y Guayaquil ha pasado a la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo.

“Ecuador país de paz”, era un orgullo que llevábamos como parte de nuestra identidad, pero en estos días sentimos como esa paz se esfuma… se agudiza la violencia que desconcierta, impacta y llena de miedo a pueblos enteros.  Nos preguntamos ¿qué pasó con cierto bienestar social que existía?, que hacía posible un ambiente seguro, donde unos a otros nos cuidábamos, de un vivir de puertas abiertas, de reunirse con los vecinos a conversar, a jugar, a caminar tranquilamente incluso en las noches… La realidad nos interpela y desafía, las ciudades fronterizas de Huaquillas y Esmeraldas, entre otras, cierran y se encierran apenas se oculta el sol, por las amenazas de los recaudadores de ‘cupos’ o ‘vacunas’ que extorsionan a comerciantes, mecánicos, electricistas, llegando al colmo de solicitar la ‘vacuna’ a un colegio, que, si no pagan, se les amenaza con colocar bombas.

En este contexto, las medidas adoptadas por el Gobierno, como el “estado de excepción”, han resultado ineficientes.  Por lo que es inevitable preguntarnos ¿si en realidad se está combatiendo seriamente las causas que generan la delincuencia? o ¿se ha agravado la situación social y económica, dejando que pasen ‘las cosas’, con la consecuencia del menosprecio a la vida?, o en su defecto la constatación de que esta realidad sobrepasó a las autoridades, que se muestran atadas de manos e incapacitadas para implementar medidas que enfrenten la pobreza, el desempleo, la ausencia de servicios básicos, entre otras, realidades que a muchas personas les predispone a enrolarse y ser parte de la violencia articulada por el narcotráfico, el crimen organizado o las bandas que pululan por barrios de nuestras ciudades.

Necesitamos con urgencia rescatar lo más valioso: la vida, derecho fundamental del ser humano que le permite ejercer los demás derechos.  Cada vida humana “es única e irrepetible, es un valor inestimable en sí misma”.

¿Qué le ha pasado al Ecuador “país de paz”?  Está herido letalmente en su dignidad por las miles de muertes violentas, que tienen que dolernos y conmovernos para aportar y trabajar juntos para resignificar el valor de la vida.

En la proximidad del Día de los Difuntos, estamos llamados a considerar que la muerte natural es un abrazo con el Señor, para vivirlo con esperanza, en su integridad, como seres conscientes, inteligentes y dignos, capaces de cuidar, respetar, amar y proteger el tesoro más grande que hemos recibido: el don de la vida…  pues el “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Jn 10,10) que propone Jesús, es la tarea primordial e impostergable para todo el pueblo.

La violencia no es gratuita, es la factura que nos pasa la inequidad, la pobreza extrema, la injusticia, la corrupción, la viveza criolla…  Queda por delante extirpar todas esas degradaciones socioeconómicas que han deshumanizado a la persona.  Por delante hay mucho trabajo por hacer, millones de ecuatorianos necesitan un empleo digno, acceso a servicios de salud y medicinas, educación, estabilidad emocional, seguridad… Solo así podremos empezar a recuperar la paz.  Es un compromiso que debemos asumir todos, sin excepción.   ·  #ComuniquemosEsperanza

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Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

domingo, 23 de octubre de 2022

carta No.155: El diálogo supera lo que nos divide

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 155– 23 de octubre 2022

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El diálogo supera lo que nos divide

“El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos.  Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan.  Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común.  Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas” Papa Francisco, 2020, Fratelli Tutti, 228.

En las negociaciones entre las organizaciones indígenas y el gobierno se encontraron culturas diferentes, con situaciones socioeconómicas abismalmente contrarias, en donde la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), por pedido directo de las partes, actuó como mediadora de esta histórica gesta basada en el diálogo, en donde se reconoció que se puede rescatar lo esencial, superando los prejuicios generados por las movilizaciones de octubre de 2019 y junio de 2022, que exigen atención a la situación de abandono en que viven los pueblos indígenas y marginales urbanos.

La mediación de la CEE en todo el proceso fue vital para que se desarrollen las negociaciones de manera eficaz.  No solo proporcionó el espacio físico, sino que su respaldo ético y moral permitió que sea abierto, frontal, sincero, honesto, transparente, sin aspavientos ni cálculos politiqueros ni protagonismos fatuos.

También jugaron un papel preponderante las universidades: Católica, Salesiana y Central al poner al servicio de este diálogo a sus mejores docentes, que con conocimiento y sabiduría encaminaron metodológicamente las diferentes mesas de trabajo, facilitando todo el proceso en medio de la pluralidad de visiones y la complejidad que implicaba encontrar acuerdos.

Un “Diálogo con resultados” fue el desafío planteado y que había que conseguirlo en 90 días.  Desde luego que hubo fricciones y desencuentros, por decir lo menos, a veces parecía que se estancaban y se veía muy complicado encontrar acuerdos como en el caso de los subsidios a los combustibles. Sin embargo, pese a que, en ciertos momentos, se agotaban todos los esfuerzos para proseguir, la voluntad y la decisión política de las partes para encontrar los puentes que permitan unir las visiones opuestas, permitieron zanjar muchos obstáculos y llegar a acuerdos y a desacuerdos.

Este diálogo se convirtió en una escuela de aprendizaje, no solo para las partes involucradas, sino para todos los ecuatorianos, por este medio, se puede construir país, se vencen intereses personales o partidistas, se antepone el bien común, es así que se pueden conocer y reconocer las posibilidades y limitaciones que tienen los sectores populares y el gobierno, además ha permitido adentrarse en realidades que eran desconocidas e ignoradas por los sectores en ‘conflicto’.

Al parecer de algunos, los resultados de este diálogo: los acuerdos y desacuerdos conseguidos benefician solo a los indígenas, es pertinente señalar que favorecerá a toda la población ecuatoriana, inclusive al mismo gobierno, al convertirse en su agenda de trabajo, que debe, sin dilaciones, llevarla a la práctica y hacerla realidad; de allí la importancia del seguimiento y de la evaluación del avance de cada uno de los 208 acuerdos logrados en las 10 mesas de trabajo y en buscar los caminos para que los desacuerdos se conviertan en acuerdos.

“El esfuerzo duro por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno, supone que en todos permanezca vivo un básico sentimiento de pertenencia.  Porque «nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente en casa.  En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido.  Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos.  […]” propone el Papa Francisco en la Fratelli Tutti (230), para aunar esfuerzos y encontrar la unidad en medio de la diversidad y de esta manera superar adversidades y encontrar acuerdo que permitan construir un país próspero y solidario, además de justo y en paz.   ·  #ComuniquemosEsperanza

 

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domingo, 16 de octubre de 2022

carta No.154: “No hay PAZ sin justicia”

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 154– 16 de octubre 2022

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“No hay PAZ sin justicia

“La verdadera paz, pues, es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas. Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas” Juan Pablo II, 2002.

La paz no sólo es la ausencia de conflictos.  Es la vigencia y presencia de la justicia.  Convivir en paz consiste en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, dialogar, reconocer, respetar, aceptar y apreciar a los demás, así como vivir de forma justa, honrada, respetuosa, pacífica, ecuánime y unida.

La paz se opone a las riñas, las broncas, las discusiones, la violencia, la guerra y acude a la reflexión y al diálogo para resolver conflictos, encontrar consensos, superar divergencias, construir relaciones justas, equitativas, razonables, afectuosas, innovadoras y creativas.

La violencia es la cara opuesta de la paz, es la abundancia de fuerza desproporcionada o desmedida, es el actuar de manera descontrolada donde se impone el más fuerte.  Nadie escucha ni dialoga, abundan los gritos, los golpes, el irrespeto, no se acepta al otro ni se reconocen las diferencias.  Los conflictos se resuelven por la fuerza bruta o por las armas.  La desgracia impera en la cotidianidad.  Dolor, llanto, angustia, desesperanza, muerte.

Ecuador, hasta hace unos años “una isla de paz”, hoy está sumergido en una espiral de violencia generada por un sinnúmero de causas.  La tasa de muertes violentas (TMV) por cada 100 mil habitantes ha pasado del 5.8 en 2018 a 15.48 en 2022.

Pero ¿por qué se disparó la violencia y la inseguridad?  Hay múltiples y variadas respuestas, dependiendo del cristal con el que se mire.  Para unos es el deterioro y la ineficacia de las medidas implementadas por el actual gobierno y por las instituciones a las que les corresponde velar por la paz, por lo que hasta los ‘estados de emergencia’ han resultado ineficaces.

Para otros, la inseguridad ha crecido vertiginosamente, sin darle tiempo al Estado para que reaccione, se organice o defina políticas que le permitan enfrentarla de manera eficaz y eficiente, sobrepasándole, pese a que tiene el monopolio de la fuerza y está legalmente facultado para ello.  El crimen organizado y el narcotráfico imponen su presencia y metodología, operando en diferentes estamentos sociales.  Esto se constata en el sicariato como ajuste de cuentas y en los varios amotinamientos en las cárceles que han costado la vida de cientos de personas detenidas.

Este cuadro se complementa con esas violencias cotidianas, presentes en cualquier ambiente privado o público y socialmente aceptadas: trabajo, calle, transporte, sector educativo, canchas deportivas, fiestas… Hay violencia intrafamiliar, laboral, económica, sicológica, emocional, sexual, física y de género. Lamentablemente la violencia está presente en nuestras vidas y no solo como posibles víctimas, sino también como victimarios.  Debemos desterrar la violencia en nuestro ser interior, en nuestro entorno y contra los demás.

¿Es posible recuperar la paz personal y social en nuestro país?  Es una esperanza lejana, pues demanda unidad total: de quienes dirigen el país para que, además de hacer leyes, encaren el problema de manera integral, generen empleo, mejoren la educación, destierren la corrupción, administren justicia de forma oportuna e imparcial, establezcan un verdadero sistema de rehabilitación social, rompan con la inequidad, y los ecuatorianos tengamos la capacidad y la voluntad de asumir y cumplir las leyes con honestidad, busquemos el diálogo y el consenso para evitar la violencia, dejando al margen intereses personales y de grupo.

La paz, sin duda alguna, es fruto de la justicia.  Mientas no haya justicia, la paz será solo una aspiración lejana.  Es responsabilidad de quienes ejercen el poder y también es tarea de todos.  Con nuestra práctica diaria: generamos violencia o construimos PAZ.  ·  #ComuniquemosEsperanza


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domingo, 9 de octubre de 2022

carta No.153: La Palabra construye o destruye un pueblo

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 153– 9 de octubre 2022

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La Palabra construye o destruye un pueblo

“Jesús les dijo: antes bien, sea el hablar de ustedes: 'Sí, sí' o 'No, no'; porque lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5, 37).

 

“La credibilidad nace de la confianza, y la confianza nace del servicio sincero y cotidiano” Papa Francisco, enero 2019.

La palabra está viva, crea acción, es comunicación que transmite conocimientos o errores, confianzas o desconfianzas... cobran sentido en la mente para después convertirse en pensamientos y obras, son tan poderosas que a través de ellas podemos construir o destruir.  La palabra es presencia, fuerza, movimiento… de ahí la importancia que tiene en la vida personal, familiar, grupal, social, política, económica, cultural, religiosa… es trascendente y vital.  Todo pasa por las palabras.

Con frecuencia las declaraciones de las autoridades parecen realizadas sin un mínimo de conocimiento, análisis o reflexión.

Así entendemos las expresiones del Presidente de la República, cuando anuncia la destitución de dos generales de la Policía y el derrocamiento del ‘Castillo de Greyskull’ en la Escuela de Formación de Oficiales.  Ninguno se ejecutó ni parece que pueden ser cumplidas.  También ha dado muchas declaraciones fallidas, relacionados a varios temas y situaciones, que han minado su credibilidad y han perdido valor y fuerza por su incumplimiento.  La duda en la palabra y acción presidencial es notoria.

Lo mismo ocurre con las declaraciones, afirmaciones y acciones de la Asamblea Nacional, el Poder Judicial, la Fiscalía General del Estado, el Consejo de Participación Ciudadana, la Corte Constitucional, la Contraloría General del Estado y el Consejo Nacional Electoral, instituciones que han hecho lo posible e imposible por devaluar la palabra y ganarse la desconfianza ciudadana.

Mientras esto ocurre, los muertos en las cárceles siguen incrementándose, la violencia en las calles y plazas hace que la población se siente desprotegida.  No se pueden generalizar estas afirmaciones, pues hay funcionarios y autoridades que cumplen a cabalidad sus tareas, pero la impresión difundida, es que todas las instituciones están desprestigiadas.

Esta situación delicada y compleja supone un hecho gravísimo que mina algunas de las bases sobre las que se deben construir los consensos básicos y fundamentales para el funcionamiento del Estado y de la sociedad en su conjunto.  La confianza de la ciudadanía en instituciones y autoridades genera seguridad y esperanza en el futuro, caso contrario, hay el riesgo de que cunda el pánico en la población y sienta que el país se hunde como un barco en una tormenta.

Es necesario que la sociedad recupere la credibilidad y la confianza en sí misma y las instituciones.  Los gobernantes deben asumir el valor y la seriedad de la palabra dada.  Se deben cumplir las propuestas y las promesas, para desterrar las palabras de mentiras y engaños, pronunciadas para salir del paso, cuando se produce una crisis y demanda soluciones, esperando que trascurra el tiempo y que aquello que se dijo se pierda en las sombras del olvido.

Las autoridades deben tener la valentía de explicar claramente los motivos y razones del incumplimiento de planes y proyectos, y de otros ofrecimientos, asumiendo su responsabilidad, en vez de guardar un silencio culpable o recurrir a subterfugios como el de echar la culpa a otros.

Recuperar el valor de la palabra, de la confianza y del prestigio de las instituciones también es deber y derecho nuestro, a través de una activa y permanente participación ciudadana, que además de estar en la Constitución, es nuestra obligación ética, entendida como una “tarea de los individuos, los pueblos y las organizaciones, que pretenden con él alcanzar su plenitud o, lo que es idéntico, su felicidad”.  ·  #ComuniquemosEsperanza

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domingo, 2 de octubre de 2022

carta No.152: La Policía está para “proteger y servir”

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 152– 2 de octubre 2022

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La Policía está para “proteger y servir” 

“Esto es precisamente lo que deseamos para nuestro tiempo, sabiendo que cuando ponemos en práctica la caridad, ésta cambia el mundo y la historia, aunque no nos demos cuenta inmediatamente de sus efectos. Este es nuestro objetivo, y esto es lo que ustedes ayudan a hacer como Policía Estatal cuando, siguiendo el ejemplo de su Patrón, San Miguel Arcángel, se oponen a cualquier cosa que hiera o destruya al hombre”. 
Papa Francisco, 29 sep 2018.

 

Según la Constitución, “La Policía Nacional es una institución estatal de carácter civil, armada, técnica, jerarquizada, disciplinada, profesional y altamente especializada, cuya misión es atender la seguridad ciudadana y el orden público, y proteger el libre ejercicio de los derechos y la seguridad de las personas dentro del territorio nacional.  (art. 163).  “Proteger y servir” es su lema y plan de acción institucional.  Al proteger cuida la vigencia y práctica de los derechos e intereses de la comunidad y al servir atiende requerimientos ciudadanos a cualquier costo, incluso en perjuicio de sus propios intereses. Tarea sublime y heroica.  Algunos policías han ofrendado su vida por servir y proteger a la ciudadanía.

“Los miembros de la Policía Nacional tendrán una formación basada en derechos humanos, investigación especializada, prevención, control y prevención del delito y utilización de medios de disuasión y conciliación como alternativas al uso de la fuerza” (art 163), para ello, la selección, formación, acompañamiento, monitoreo y desarrollo profesional de los policías es tarea trascendental, a sabiendas que los futuros policías provienen de una sociedad compleja y difícil y ellos reflejan las virtudes y los defectos del entorno social al que se pertenecen.

Algunas voces advierten la existencia de fuerzas que pretenden acabar con la Policía para dejar indefensa a la sociedad. Hay múltiples formas de atentar contra su integridad institucional, como la infiltración o contaminación de sus miembros, mediante la entrega de coimas y prebendas o de amenazas y chantajes a ellos o a sus familiares. Igualmente la corrompen cuando los poderes económicos, ideológicos o políticos pretenden ponerla a su servicio con resultados que todos percibimos. También existen personas e instituciones que buscan socavar la autoridad de la Policía mediante el escándalo, con algunas acusaciones injustas y sin pruebas, como cuando se universaliza una infracción o delito cometido por alguno de sus miembros.

Es cierto que hay abusos y atropellos de la Policía, como cuando violentan normas de convivencia, irrespetan la dignidad y los derechos humanos. Uno de los desafíos es salvaguardar la institucionalidad policial por encima de intereses particulares, ideológicos y de mafias.  Éste es un objetivo fundamental.  Hay que encontrar el camino para que sea autónoma e independiente, particularmente en relación con el poder partidista.

Los cambios sociales, comunicacionales, económicos, políticos, culturales que vivimos, exigen fortalecer a la institución policial con leyes, recursos, medios materiales y tecnológicos, pero principalmente asegurando un recurso humano sano, motivado, decidido, formado y capacitado para cumplir su tarea con sentido ético, patriótico, humanista, eficaz y siempre enmarcado en la Constitución y la ley.

El robustecimiento de la Policía debe, entre otros elementos, contemplar:

1.- Una clara línea de mando y responsabilidad jerárquica, que asegure eficacia y eficiencia en su tarea constitucional.  La ciudadanía exige evidencias de que el Alto Mando y los policías sean honestos, resultante de una carrera profesional limpia, transparente y sin influencias de ningún tipo o naturaleza.

2.- La carrera policial es de riesgo, sacrificio, solidaridad, de alta exigencia y superación, por lo que la selección, formación, entrenamiento y desarrollo profesional debe ser alentadora, axiológica, autoexigente.  Su vida profesional tiene que ser transparente y con una tutoría profesional y técnica permanente.

3.- Una disciplina personal y profesional que desarrolle hábitos de integridad ética y superación humana, táctica y estratégica que le conduzca a ser una Policía altamente calificada y respaldada por la ley.  La disciplina y calidad dan seguridad, autoridad y jerarquía institucional.  ·  #ComuniquemosEsperanza

  

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