o
estás con el espíritu del mundo?
RAQUEL ANILLO
La primera pregunta a hacer a un
cristiano es “(es que) tú te encuentras con Jesús? Tú oras a
Jesús?”, ha afirmado el Papa Francisco. En efecto, ha subrayado,
“la condición del discípulo exige una relación prioritaria con
el maestro”.
Presidiendo el tiempo de oración
dominical desde una ventana del palacio apostólico que da a la plaza
San Pedro, el Papa ha invitado a poner la relación con Cristo
por encima de todo: ”Por eso el hombre dejará a su padre y a su
madre, se unirá a Jesucristo y los dos serán uno” ha dicho
parafraseando el Libro del Génesis.
Esta es nuestra traducción completa
de las palabras que el Papa ha pronunciado en la introducción a la
oración mariana.
Queridos hermanas y hermanos, buenos
días!
La liturgia de hoy nos presenta las
últimas réplicas del discurso misionero del capítulo 10 del
evangelio de Mateo (cf. 10,37-42), con el cuál Jesús instruye a los
Doce en el momento donde por primera vez él les envía en misión
por los pueblos de Galilea y de Judea. En esta parte final Jesús
subraya dos aspectos esenciales para la vida del discípulo
misionero: la primera, que su unión con Jesús es más fuerte que
todo otro lazo; la segunda, que el misionero no se aporte el mismo,
sino a Jesús y a través de Él el amor del Padre Celestial. Estos
dos aspectos están ligados, porque cuanto más sea Jesús el centro
de nuestro corazón y de la vida del discípulo, más este discípulo
es “transparente” a su presencia. Los dos van juntos.
“El que ama a su padre o a su madre
más que a mí, no es digno de mí” (v.37). El afecto de un padre,
la ternura de una madre, la dulce amistad entre hermanos y hermanas,
todo esto aun siendo muy bueno y legítimo, no puede ser antepuesto a
Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón y privados de
reconocimiento, al contrario, sino porque la condición del discípulo
exige una relación prioritaria con el Maestro. Cualquier que
sea el discípulo, bien un laico, una laica, un sacerdote, un obispo:
la relación prioritaria. La primera pregunta que deberíamos hacer a
un cristiano puede ser: Tú te encuentras con Jesús? Tú oras a
Jesús? La relación. Casi se podría parafrasear el libro del
Génesis: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a Jesucristo y los dos serán uno (cf. Gn 2, 24).
Quien se deje atraer por este vínculo
de amor y de vida con el Señor Jesús, se convierte en su
representante, su “embajador”, sobre todo con su manera de ser,
de vivir. Hasta el punto que Jesús mismo, enviando a los discípulos
en misión, les dice: “El que os acoge a vosotros me acoge a mí, y
el que me acoge a mí, acoge a aquel que me ha enviado” (Mt 10,
40). Es necesario que las personas puedan percibir que para este
discípulo, Jesús es verdaderamente “el Señor”, es
verdaderamente el centro, el todo de la vida. No importa si después,
como toda persona humana, tiene sus límites y sus errores- con la
condición de que él tenga la humildad de reconocerlo-; lo
importante es que no tenga el corazón “doble”, es peligroso. Yo
soy cristiano, soy discípulo de Jesús, soy sacerdote, soy obispo,
pero tengo el corazón falso. Esto no es así. No hay que tener un
corazón “doble”, sino simple, unificado; que no se esté en dos
cosas a la vez, sino que sea honesto con el mismo y con los otros. La
duplicidad no es cristiana. Por eso Jesús ora al Padre a fin que los
discípulos no caigan en el espíritu del mundo. O tú estás con
Jesús, con el espíritu de Jesús, o estás con el espíritu del
mundo.
Y he aquí esta experiencia de
sacerdotes nos enseña una cosa muy bella, una cosa muy importante:
es esta acogida del santo pueblo fiel de Dios, es este “vaso de
agua fresca” (v. 42) dado con una fe afectuosa, que te ayuda a ser
un buen sacerdote. Hay una reciprocidad también en la misión: si tu
dejas todo por Jesús, las personas reconocerán en ti al Señor,
pero al mismo tiempo ellas te ayudarán a convertirte cada día a Él,
a renovarte y a purificarte de los compromisos y a superar las
tentaciones. Cuanto más un sacerdote sea cercano al pueblo de Dios,
más se sentirá cercano a Jesús, y cuanto más un sacerdote esté
cerca de Jesús, se sentirá cerca del pueblo de Dios.
La Virgen María ha experimentado
ella misma lo que significa amar a Jesús desprendiéndose de sí
misma, dando un nuevo sentido a los lazos familiares, a partir de la
fe en Él. Que con su intercesión materna, nos ayude a ser libres y
a ser misioneros del Evangelio.
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