mi hermano cubano
Frei Betto
En la mañana del lunes 12 de junio
recibí de mi querida amiga Esther Pérez, casada con Fernando
Martínez Heredia, traductora de mis textos en Cuba, la triste
noticia de que su compañero nos había dejado esa madrugada, víctima
de un infarto masivo.
Todos los brasileños y las
brasileñas solidarios con la Revolución cubana nos sentimos
agradecidos por el testimonio de vida y la brillante obra ensayística
de Fernando.
Lo conocí a raíz de la Revolución
Sandinista, cuando ambos asesorábamos al Frente Sandinista de
Liberación Nacional y, en mi caso, también a las comunidades
eclesiales de base de ese país. Científico social altamente
calificado, Fernando se sintió impactado, como tantos comunistas
cubanos, por el vigor revolucionario de la fe de militantes
cristianos hermanados con los sandinistas ateos para derribar, en
1979, la dictadura de la familia Somoza.
Militante del Movimiento 26 de Julio,
graduado de Derecho, Fernando dirigió a partir de 1966 el
Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, lo que
explica que lo hayan escogido para pronunciar el discurso cuando me
concedieran el doctorado.
En él se unían el militante y el
pensador, el revolucionario y el científico social con criterio
propio. Tenía el raro don de unir, en su vida, su gramsciano vínculo
orgánico con los movimientos populares y el rigor científico en sus
análisis, siempre atento a dejar que la práctica cuestionara y
enriqueciera la teoría.
A Fernando le gustaba una buena
conversación, y fueron innumerables las que sostuvimos en todas mis
decenas de visitas a Cuba y en nuestros encuentros en Brasil y otros
países del continente. Miraba a su interlocutor como si se
mantuviera atento para no perderlo de vista. Hablaba en tono
moderado, pero incisivo, sin proferir jamás una frase impositiva.
Nunca expresaba su desacuerdo frontalmente. Prefería abordar la
cuestión desde otro ángulo, como quien trata de enriquecer el
diálogo y no limitarse a contradecir al interlocutor. Al indignarse,
sonreía; y al sonreír, sus ojos parecían agrandarse. Pero al
criticar algo contrario a sus principios, hacía con la boca una O
muda para manifestar su estupefacción y desacuerdo.
Con la revista Pensamiento Crítico,
que fundó y dirigió, supo contribuir a evitar en Cuba el dogmatismo
marxista. Además de asesorar a la Revolución Sandinista a raíz de
su triunfo, colaboró con la Revolución Bolivariana. Se desplegó
por toda la América Latina, socializando sus conocimientos con los
movimientos sociales de Brasil --donde se mantuvo muy próximo al
MST--, Argentina, El Salvador y muchos otros países.
Fernando ejerció un papel destacado
en la construcción del puente que aproximó la Revolución cubana a
la Teología de la Liberación y a la obra pedagógica de Paulo
Freire, con quien él y Esther crearon lazos de familiaridad.
Al recibir en La Habana en enero de
1989 a un grupo de la Teología de la Liberación, y ante la pregunta
de si después de la publicación de Fidel y la religión los
comunistas cubanos todavía insistían en el tema del ateísmo,
Fernando respondió: "No nos gusta llamarnos ateos, porque
parece entre insultante y ridículo."
Cuando asumí la dirección de la
revista latinoamericana América Libre junto a Claudia Korol,
Fernando se convirtió en uno de nuestros principales colaboradores,
al lado de Eduardo Galeano, Atilio Borón, Pablo González Casanova y
muchos otros.
Fernando articulaba de manera
brillante el pensamiento marxista con la obra de José Martí, y
actualizaba ese legado a partir de las experiencias de la Revolución
cubana y las prácticas revolucionarias y populares de la América
Latina en las últimas cinco décadas. Elegante en el modo de
expresar sus ideas, conciso en el discurso oral, profundo en el texto
escrito, Fernando desconcertaba a los marxistas ortofónicos que solo
saben hacerse eco de la ortodoxia doctrinaria; a los ateos
prejuiciosos, ciegos al carácter dialéctico de la religión; a los
teóricos y académicos ajenos a la práctica social; y a los
activistas entusiastas alejados de la reflexión teórica de sus
prácticas.
Aunque nos ha dejado una obra de
valor inestimable, toda ella puede resumirse en el título de uno de
sus trabajos más importantes, El ejercicio de pensar, que le regalé
a Raúl Castro en diciembre de 2008, insistiéndole en la importancia
de su lectura ante los nuevos desafíos de la Revolución cubana
después de que Fidel dejara el poder.
La Feria del Libro de La Habana
homenajeó merecidamente a Fernando en febrero de 2009.
El legado teórico y práctico de
nuestro hermano enriquecerá y fortalecerá a las nuevas generaciones
de revolucionarios y militantes de la utopía liberadora.
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