ROBERTO O´FARRILL
La vida está llena de cambios; algunos llegan de forma predecible y otros
abruptamente, como el terremoto del pasado martes 19 de septiembre que se
tradujo en una tragedia que provocó en todos nosotros momentos de conmoción y
de una aplastante tristeza. Ante esta tragedia, como en todas, el refugio más
seguro es Dios porque nos sostiene mientras dura la tristeza, porque es el
oyente más compasivo a nuestros lamentos de angustia, porque es quien mejor entiende
cuán profundo es nuestro dolor, es quien nos acompañará en cada momento de la
angustia, el único que nos cubrirá de gracias celestiales y que no nos dejará
solos en medio de la tragedia.
Si tomamos esta tragedia por sí sola, sin la iluminación de Dios, nos
resultará imposible resignarnos, pues tanto dolor y tristeza nos impiden ver el
plan de Dios, cosa que Él mismo comprende y por ello no nos dejará solos en
medio de esta conmoción.
Para quienes confiamos en Dios, esta y otras tragedias pueden atravesarse
con confianza a pesar de la angustia; para los que no, que quizás estaban
enojados con Dios por alguna otra cosa, y que ahora se ven confrontados por el
desastre, posiblemente estén experimentando la grave tentación de odiar a Dios
porque lo culpan. Están enojados con Dios y, sin embargo, Dios no está enojado
con ellos. Quieren arrojar a Dios de su vida y, sin embargo, Dios no los quiere
arrojar de su presencia; al contrario, quiere elevarlos hacia Él mismo para
poder consolarlos. Si este es el caso de quien está leyendo estas palabras, le
aseguro que no podrá aceptar esta tragedia si no permite que Dios le ayude. La
tragedia no se va a alejar porque se rechaza. Es un hecho que el terremoto nos
ha sacudido y que nadie pudo evitarlo, como tampoco se pudo evitar la muerte de
la mayoría de las víctimas.
La única forma de recorrer el camino que nos llevará al cielo es mediante
la confianza en Dios, aunque sea en lo más mínimo, para poder seguir el camino
con paz y sintiendo calma, y si se llegara a perder, hay que clamar nuevamente
al cielo, y el cielo responderá inmediatamente con gracias de confianza y de
calma. El cielo no abandonará a los que están sufriendo en estos momentos, así
que es necesaria nuestra oración de intercesión en estos días de gran dolor
para que el Señor los llene de abundantes gracias celestiales porque la oración
que se eleva en medio de la tristeza es el acto más evidente de confianza.
Nuestro Padre celestial está concediendo gracias de conversión, sanación y
calma para todos los afectados y tristes por esta tragedia, y está ordenando a
sus ángeles y a los santos que beneficien a miles de almas en esta dolorosa
situación.
Este es momento en el que los mexicanos hemos de dirigir también la
atención hacia nuestra Madre del cielo, la Virgen de Guadalupe, porque somos
sus hijos y ella nos ve sufrir, y aunque por ahora algunos no puedan sentir su
consuelo, porque el dolor es muy grande, lo cierto es que ella está sosteniendo
entre sus manos a cada uno de sus hijos que se tambalea por la confusión, la
desesperanza y el miedo en toda la nación mexicana. Nos está cuidando, nos
traerá descanso y nos enviará muestras de su tierna protección y de su
consuelo, y sabemos que así es por la paz que siempre se derrama de su maternal
cuidado, y además nos hará ver el plan que Dios tiene para los mexicanos, y
para cada uno de nosotros, aun a pesar de esta tragedia.
Es posible que entre tanta tristeza se pueda sentir alguna culpabilidad, y
quizás alguien se sienta responsable por algo que cree que contribuyó a esta
tragedia. Si es así, que le entregue a Cristo-Jesús esta culpa y todas las que
carga, y que le permita que se las lleve. Igualmente cada uno, pues si todos
nos volvemos al Señor, nos quitará este peso y lo ahogará en el amor de su Sagrado
Corazón.
Ahora, ya no miremos hacia atrás y quedemos en paz con Dios en este tiempo
de tristeza. Él nos dará las gracias que necesitemos para enfrentar el
desastre, y para crecer en santidad mañana. Todo está bien. El cielo nos rodea.
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