Nadie está excluido de aportar al bien
común
El Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Foto:
Bohumil Petrick (ACI Prensa)
Por Miguel Pérez Pichel
El bien común, la paz, el desarrollo y la integración
entre los pueblos exigen la implicación y el compromiso de cada persona, indicó
el Papa Francisco en un discurso pronunciado por el 50 aniversario de la
encíclica “Populorum progressio” del Beato Pablo VI.
El Pontífice resaltó que fue Pablo VI “quien precisó
en detalle en aquella encíclica el significado de ‘desarrollo integral’, y fue
él quien propuso aquella sintética y afortunada fórmula: ‘desarrollo de cada
hombre y de todo hombre’”.
De la respuesta a esta pregunta, señaló, se pueden
deducir algunas directrices para la acción del Dicasterio. En concreto, destacó
cuatro directrices.
Desarrollo humano integral consiste en “integrar a los
diversos pueblos de la tierra. El deber de solidaridad nos obliga a buscar la
modalidad justa de cooperación, para que no se produzca esa dramática
desigualdad entre el que tiene mucho y el que no tiene nada, entre el que
descarta y el descartado".
"Solo el camino de la integración entre los
pueblos permite a la humanidad alcanzar un futuro de paz y de esperanza”.
En segundo lugar, “se trata de ofrecer modelos
practicables de integración social. Todos tenemos una contribución que ofrecer
al conjunto de la sociedad. Todos tenemos una peculiaridad que puede ser de
ayuda para facilitar el que podamos vivir juntos. Nadie está excluido de
aportar algo al bien común. Esto es, al mismo tiempo, un derecho y un deber”.
Por otro lado, la tercera directriz señalada por
Francisco consiste en “integrar en el desarrollo todos aquellos elementos que
lo hacen realidad”.
Los diferentes elementos que articulan la sociedad, la
economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la
religión, son, cada uno de ellos en su especificidad, “un elemento
irrenunciable de ese crecimiento. Ninguno de ellos puede absolutizarse ni
tampoco excluirse de una concienciación del desarrollo humano integral, que
tenga en cuenta que la vida humana es como una orquesta que suena bien si los
diferentes instrumentos se coordinan y siguen una partitura compartida por
todos”.
Por último, se trata también “de integrar la dimensión
individual y la comunitaria. Es innegable que somos hijos de una cultura, al
menos en el mundo occidental, que ha destacado al individuo hasta hacerlo como
una isla, como si se pudiera ser feliz estando solo”.
“Por otra parte, no faltan visiones ideológicas y
poderes políticos que han machacado a la persona, que la han masificado y
privado de esa libertad, sin la cual, el hombre no puede ser hombre".
"En dicha masificación están interesados también
los poderes económicos que quieren explotar la globalización en vez de
favorecer una mayor cooperación entre los hombres, simplemente por imponer un
mercado global en el que ellos son los que fijan las reglas y cosechan los
beneficios”, dijo el Papa.
“El ‘yo’ y la comunidad no tienen por qué competir
entre ellos”, “la comunidad es generador cuando lo somos todos y, de forma
singular, cada uno de sus componentes”. “Esto tiene incluso más valor en el contexto
de la familia, que es la primera célula de la sociedad, y en la
cual aprendemos a vivir juntos”.
El Papa Francisco puso de ejemplo a Jesucristo como
ejemplo de la acción de la Iglesia en el ámbito del desarrollo integral. “Dios se
dio a conocer plenamente en Jesucristo. En Él, Dios y el hombre no se pueden
dividir y separar el uno del otro. Dios se hizo hombre para hacer de la vida
humana, tanto personal como social, una vía concreta de salvación”.
“De esa forma, la manifestación de Dios en Cristo
indica el camino y la modalidad del servicio que la Iglesia quiere ofrecer al
mundo. Bajo esa luz se puede entender lo que significa un desarrollo integral”.
“En este mismo sentido –concluyó–, el concepto de
persona, nacido y madurado en el cristianismo, ayuda a perseguir un desarrollo
plenamente humano”.
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