Luís Enrique Galarza Alarcón
Presidente de la Comisión Ecuatoriana de Justicia Y Paz.
1. Llamado antes de que sea tarde
En la Pascua de Resurrección de 1967, el Pontífice Paulo VI en su carta encíclica sobre el desarrollo de los pueblos (Populorum progressio) lanzó un grito de angustia en nombre del Señor: « ¡Quieran los responsables oírnos, antes de que sea demasiado tarde!».[1]
Cincuenta años después tenemos que reconocer que ni se ha logrado el desarrollo, ni se ha asegu-rado la paz. El mensaje está vigente.
Su Santidad el Papa Francisco, y con El toda la iglesia, en este momento de confusión y de perple-jidades, no ha querido, sin duda, ponderar solamente el valor de la carta de su Predecesor sino, sobre todo, averiguar qué ha ocurrido en la realidad sobre el tema de aquel trascendental mensaje; cuál es la situación actual y cuáles los caminos por donde se debe orientar la sociedad para que no sea, demasiado tarde cuando todos, cristianos y no cristianos hayamos cambiado nuestras conductas excluyentes.
A distancia de aquella conmovedora lección, ni se han dado pasos decisivos hacia el desarrollo en la mayoría de los países, ni la paz se ha afirmado en la tierra. Conflictos locales que se van pro-longando, con el sello de crueldad que caracteriza a las guerras ideológicas y a las contiendas fratri-cidas, se endurecen en diversas áreas del mundo. Si el desarrollo es, como lo es sin duda, el nuevo nombre de la paz, esa paz inexistente, o amenazada e inestable, es demostración de la ausencia de desarrollo y justicia, que mortificaba a Paulo VI y llena de pesar a Francisco.
2. Las guerras nacen de las injusticias
La encíclica Populorum progressio fue fruto inmediato y directo del Concilio Vaticano II. En la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy se declara: «Para construir la paz es preciso, ante todo, que se desarraiguen los motivos de discordia entre los hombres y en primer lugar las injusticias, de las que nacen las guerras. No pocas de estas injusticias provienen de las excesivas desigualdades económicas, y también del retraso con que se aplican los necesarios remedios».[2]
3. La Comisión Pontificia Iustitia et Pax
El 6 de enero de 1967, en la fiesta de la Epifanía, cumpliendo otra recomendación conciliar, «teniendo muy en cuenta el sinnúmero de miserias con que aún hoy se ve afligida la mayor parte del género humano», el Papa creó la Comisión Pontificia Iustitia et Pax, y posteriormente lo transfor-mará en Pontificio Consejo, para «suscitar en todo el pueblo de Dios el pleno conocimiento de la función que los tiempos actuales piden a cada uno, en orden a promover el progreso de los pueblos más pobres, de favorecer la justicia social entre las naciones, de ofrecer a los que se hallan menos desarrollados una tal ayuda que les permita proveer, ellos mismos y para sí mismos, a su progreso».
4. Escucha, acogida y rechazo al mensaje pontificio.
La voz del Papa, salvo inevitables ataques, como el de un vocero del gran capital que la calificó de «marxismo recocido», fue acogida con entusiasta aplauso en toda la tierra. La historia parece se repite, también el actual pontífice el Papa Francisco, con su mensaje pastoral refrescante y más allá de la universal acogida a su búsqueda de renovación y cambio, ha sufrido la reacción airada del gran capital y sus personeros políticos, y peor aún, ha tenido voces disidentes de cuestionamiento y rechazo, de individuos que pertenecen a la propia alta jerarquía de la iglesia.
5. Por un humanismo nuevo
Cuando entonces, como ahora también, hay una tendencia a medir el desarrollo simplemente por indicadores de producción y consumo. Era indispensable definir con absoluta claridad lo que se debe entender por desarrollo. «El desarrollo —dice, citando a Lebret[4]— no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre».[5]
Urgencia del llamado
Todo el texto de la encíclica aparece transido de una inmensa preocupación. En ella se expresa una gran angustia, invocando el nombre del Señor. No solo se afirman principios, sino que se proclama enfáticamente la urgencia de su cumplimiento.«Hay que darse prisa. Muchos hombres sufren y aumenta la distancia que separa el progreso de los unos con el estancamiento y aun retroceso de los otros». [9]
6. Injusticia que clama al cielo
Pero los cincuenta años transcurridos no han traído consigo un adelanto significativo en el camino. Aún existe marginalidad de millones de seres humanos: marginalidad, que es precisamente la falta de participación de muchos en el proceso social, tanto en la producción de bienes materiales como no materiales. Puede ser que en algunos países se haya aliviado en cierto modo la situación de los marginados, el Ecuador es uno de ellos: cuando se desarrollan grandes programas de vivienda popular al alcance de familias pobres; cuando se difunde y se hace más accesible la educación en sectores menos dotados; cuando se pone atención efectiva al cuidado y recuperación de la salud; cuando determinados servicios públicos funcionan de manera eficiente; cuando la infraestructura vial y de transporte han mejorado; cuando el agua potable, el alcantarillado y la energía son más accesibles; y cuando el desarrollo tecnológico de los países industriales ofrece artefactos que permiten mejorar la calidad de vida y estos son utilizados en las grandes áreas suburbanas que se van transformando en torno a las ciudades así como en sectores rurales, la situación de cada familia marginada puede mejorar en algunos aspectos.
Pero cuando la obtención de un empleo estable y bien remunerado se torna más difícil; cuando el costo de la vida sube aceleradamente; cuando los atributos esenciales de una vida humana y digna se hacen menos alcanzables para un gran número de personas; cuando el acceso a la tecnología se hace caro y difícil; cuando los recursos necesarios para el desarrollo se consumen en excesiva y estéril burocracia; cuando no se corta el gasto superfluo , cuando la corrupción y la impunidad campean restando posibilidades a una acción efectiva del gobierno con sentido social; cuando está en riesgo de colapsar el sistema de seguridad social, y crece en forma amenazante la deuda pública interna y externa. Podemos, entonces, lamentablemente afirmar que el alarmante cuadro que sirvió de telón de fondo a la Populorum progressio no solo se mantiene, sino se agrava dramáticamente.
7. La Iglesia y la cuestión social
Esta quincuagésima celebración nos invita a enfrentar esta realidad. El individualismo se acrecienta alimentado por el afán desmedido de tener y consumir, potenciado por la lujuria del tener y poder de unos pocos que ha ido penetrando en todas las capas sociales y económicas, los jóvenes son las principales víctimas de ésta vorágine deshumanizante. Las poblaciones campesinas sufren los peores efectos de la crisis y su huida a la ciudad, aminora productos de primera necesidad y empobrece a las poblaciones sobre todo a las más pobres.
8. La deuda externa
En nuestro caso, el Ecuador está abocado a enfrentar una realidad objetiva e inmediata la deuda externa, corremos el riesgo de por pagar la deuda caigamos en una nueva forma de colonialismo: el colonialismo financiero.[22] como ya lo advertía Pablo VI.
La declaración de la Pontificia Comisión Iustitia et pax (Al servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda internacional, fechada el 27 de diciembre de 1986), define de manera magistral las orientaciones éticas, se establecen las responsabilidades de cada quien.
El gobierno nacional, con el apoyo del país entero, deberá enfrentar el reto en forma decidida buscando que las tasas de interés y la duración de los préstamos se dispongan de manera soportable para una economía en crisis como la nuestra. Es importante precautelar que la deuda no tenga injerencia en la política nacional y que no perturbe su estructura social».[23].
La paz pasa por el desarrollo
Conforme al objetivo propuesto por los organizadores de este encuentro y partiendo del llamamiento del Papa Pablo VI en 1967 a los católicos, tanto a la Jerarquía, para «enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno», como a los seglares, a quienes corresponde, «con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven»….;[30] todo esto coincidiendo con el Papa Francisco, cuando denuncia proféticamente que el clericalismo es la enfermedad más grave en la Iglesia y este mal tiene inconmensurables consecuencias en la vida y presencia de la iglesia en la sociedad. La Comisión Ecuatoriana de Justicia y Paz está buscando realizar cuatro líneas de acción:
1. / Fortalecer y afianzar su doble carácter institucional: laical y eclesial.
El modelo conciliar de Iglesia.
Esto es posible desde el modelo de iglesia que propugna el Concilio y los últimos papas, el de una Iglesia “comunión”, en la cual todos sus miembros, constituyen el Pueblo de Dios, y tienen idéntica dignidad —derechos y deberes— en la vida y misión de la Iglesia, aunque las funciones, ministerios y carismas sean diversos.
9. Laicidad, dimensión de toda la Iglesia
En segundo lugar, es particularmente oportuno insistir en la laicidad como dimensión propia de toda la Iglesia. La condición “laical” no es algo exclusivo de un grupo de bautizados dentro de la Iglesia sino que afecta a toda la comunidad eclesial en cuanto tal. La consagración bautismal es esencial; es la primera y la más radical; es la condición previa necesaria e imprescindible para todas las demás consagraciones futuras y pensables en la Iglesia.
El redescubrimiento del laicado corre parejo con el redescubrimiento de la Iglesia. La revalorización de la dignidad del laico en la Iglesia y de su función en el mundo fue una de las tendencias centrales del Vaticano II.
Se podría decir que la pregunta por el laicado es una pregunta por la Iglesia. Las categorías eclesiológicas de misterio, comunión y misión, esclarecen correlativamente la “identidad-dignidad”, la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.
Es preciso asumir radicalmente por parte de todos los miembros de la Iglesia, la “secularidad” inherente a la Iglesia misma, que no sólo está “en el mundo”, sino que es “para el mundo”, desde la clara conciencia de que “sólo se salva lo que se asume”.
2. Desarrollar una actitud crítica y creativa ante la realidad.
Estando el laico llamado a vivir su eclesialidad en la manera secular, es en el ámbito de lo temporal donde realiza su misión de construir el reino de Dios. Es indispensable tengamos una actitud crítica y en permanente ejercicio de discernimiento, evitando la asunción fácil, acrítica e indiscriminada de la realidad y al mismo tiempo una actitud creativa para intervenir proactivamente en la sociedad y la vida pública.
Para esto, buscamos generar entre los miembros de la Comisión, una dinámica integradora, incluyente, respetuosa de las opciones y preferencias ideológicas individuales, pero al mismo tiempo con la ayuda de la oración, la teología y la aplicación rigurosa de las ciencias queremos diagnosticar y evaluar la realidad y proponer acciones acordes con la fe para adecuarla al bien común.. Los destinatarios de estas reflexiones deberán ser los miembros de la sociedad entera, partiendo de la comunidad cristiana.
3.Respaldo filial al Magisterio del Papa Francisco.
Creemos que la palabra acompañada de gestos del Papa Francisco, muy cercanos a nuestro pueblo, no siempre llegan con la fuerza renovadora que esta tiene en otras latitudes. La Comisión de Justicia y Paz quiere colaborar en la tarea de difusión de la palabra evangelizadora del Papa Francisco e invitar a que cada vez hayan más creyentes comprometidos en acompañarle en su misión evangelizadora.
4. Incentivo y apoyo a las organizaciones sociales.
Por último desde el convencimiento que solo la comunidad desde sus organización está llamada a participar en los procesos históricos y de esa forma ser artífice de su propio desarrollo nos hemos propuesto apoyar e incentivar la organización y la construcción de redes de comunicación y apoyo
10. Desafío de la situación nacional
Para concluir termino citando una vez más al Papa Francisco: «La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado. El clericalismo entraña una postura autorreferencial, una postura de grupo, que empobrece la proyección hacia el encuentro del Señor, que nos hace discípulos, y hacia el encuentro con los hombres que esperan el anuncio. Por ello creo que es importante, urge, formar ministros capaces de projimidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos, entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los Obispos no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento. Además, una formación de calidad requiere estructuras sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros días y poder llevar la luz del Evangelio a las diversas situaciones que encontrarán los presbíteros, los consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral». (Papa Francisco, Video mensaje a los participantes en la peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe [Ciudad de México, 16-19 de noviembre 2013], 16-11-2013).
Por último, es ocasión propicia para reconocer, felicitar y agradecer al FEPP, Fondo Ecuatoriano Populorun Progressio que ha buscado desde su nacimiento ser fiel y coherente con la doctrina inspiradora de su fundación, la Encíclica que hoy celebramos, y en esa medida y con sus particularidades propias, es testimonio de una vida institucional laical y eclesial al servicio de la construcción de un Ecuador más humano y justo.
[1] Número 53.
[4] L.-J. Lebret O. P., Dinámica concreta del desarrollo, París, Economía y Humanismo, Ediciones Obreras, 1961
[6] Cf. por ejemplo, Jacques Maritain, « Les conditions spirituelles de progrès et de la paix », en : Rencontre de cultures
[22] V. M. Giménez, Embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos, 10. 11. 1982.
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