por una
educación pública de calidad
Más de 70 escuelas estatales han
sido ocupadas por estudiantes de secundaria que reclaman mejoras y
mayor poder de decisión
Entrada al colegio
IEPIC de Niterói, en Río de Janiero, con dos estudiantes en
guardia.
PATRICIA MARTÍNEZ
Igual que si fuesen centinelas
romanos, los alumnos custodian la entrada a sus colegios tanto de día
como de noche. Un simple candado les aísla del mundo y protege de
visitas indeseadas. Desde hace varias semanas no saben muy bien si
son niños, adultos, estudiantes, okupas o cocineros. Ya
han descubierto que son mucho más polifacéticos de lo que pensaban.
La mejor baza de Brasil para consolidarse como un país desarrollado,
más allá del ensueño de los próximos Juegos Olímpicos,
lleva por nombre educación pública y está en huelga desde hace
meses.
Tras un final de 2015 convulso, con
ocupaciones estudiantiles en Sao Paulo y Goiás contra el cierre
de 93 escuelas estatales y una tentativa de privatización,
respectivamente; además de las recientes ocupaciones en la capital
paulista —en protesta por el caso Escándalo de la merienda—
son los alumnos del estado de Río de Janeiro los que ahora gritan
"basta". Basta de clases con más de 40 alumnos, sin aire
acondicionado, con contenidos mínimos y profesores mal pagados. Los
alumnos del colegio Prefeito Mendes de Moraes, zona norte de Río,
fueron los primeros en tomar su centro el pasado 21 de marzo. A día
de hoy, ya son más de 70 las escuelas ocupadas.
“Los alumnos despertamos y estamos
luchando tanto por nosotros como por nuestros profesores, y
viceversa. Si no nos escucharon cuando salimos a las calles ahora van
a oírnos”, explica la estudiante Camila Lima, okupa de
los colegios públicos Caic Tiradentes y Reverendo Clarence. Dos
colegios en uno, con turnos diferenciados de mañana y de tarde,
consecuencia del traslado forzoso del Caic Tiradentes por la
construcción de una Unidad de Policía Pacificadora en el barrio de
Caju
Abrazados por el Morro da
Providência, estos estudiantes sin clases han convertido su escuela
en un fortín en el que todos cooperan y participan en las tareas de
mantenimiento: pintan paredes, cocinan catalogan libros en desuso,
movilizan donaciones de alimentos y organizan clases magistrales y
debates sobre temas que siempre les fueron negados. Talleres que
hablan de filosofía, clown, fotografía o que recuperan raíces
africanas como la danza jongo.
“No se trata del aire acondicionado
igual que entonces no se trataba del incremento de 20 centavos —en
referencia a las masivas protestas del año 2013 por un
transporte público gratuito— esto simplemente ha sido la gota que
ha colmado el vaso”, matiza en una charla el intelectual y
antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro. Sentado en una
silla escolar, como un igual ante el resto de alumnos, Viveiros se
muestra convencido del derecho a una educación más autónoma y
humana: “Autonomía entendida como posibilidad de crear zonas
libres de la soberanía del Estado”
Autonomía para una enseñanza de
carácter crítico en la que se cuestione el punto de vista
hegemónico y, además, en la que el alumno tenga un poder de
decisión mucho mayor sobre qué quiere aprender y cómo le gustaría
hacerlo. Una educación que devuelva el valor que se merecen
asignaturas como Sociología o Filosofía, e integre el indigenismo y
la herencia africana como piezas fundamentales de la historia
brasileña.
“Yo estudié un Brasil perdido
entre salvajes y descubierto por la civilización salvadora cuando
sabemos que fue invadido y conquistado”, debaten también en el
colegio ocupado IEPIC de Niterói mientras acompañan una charla
sobre el movimiento zapatista. Igual que en el resto de
escuelas, la indignación va más allá de la precariedad de
infraestructuras o la ausencia de docentes.
Aprender conviviendo
Mientras sus reivindicaciones no son
escuchadas, estos alumnos de secundaria aprenden a pasos agigantados
todo aquello que no aparece en los libros: compañerismo, empatía,
trabajo en equipo, etc. “Todo el mundo colabora en un sistema
rotativo. Si llega un representante del Gobierno hablará con quienes
conformen la comisión de comunicación y pensará: ‘¡Qué bien!,
ya sé quién es el líder’; pero la próxima semana esa persona
estará barriendo el suelo o cortando patatas”, explica Welhiton,
alumno del IEPIC.
Un movimiento que califican de
“horizontal” en el que nadie está por encima de nadie y que
tampoco hace diferencias por sexo: “Nuestro pensamiento es vernos
unos a otros como personas y no por lo que uno viste o de quien
gusta. Todos luchamos por una causa común y si existe división
entre nosotros, todo será en vano”, argumenta Camila Lima. “Unos
hacemos de almohada a los otros”, corrobora su compañero Lucas en
referencia a cómo pasan las noches.
Sin embargo, aunque dormir en el
colegio pueda parecer una aventura digna de vivirse, la experiencia
no está exenta de riesgo debido a las zonas deprimidas que ocupan
muchas de estas escuelas estatales y a la violencia policial que
desangra Río de Janeiro. “Mi madre no está a favor de que duerma
aquí. Piensa que en cualquier momento van a entrar los militares
armados queriendo tomar la escuela y van disparar a mansalva” —se
justifica Allyson Florencio del Caic Tiradentes— “pero ya he
dormido dos veces”, añade orgulloso.
Hasta la fecha, la persistencia de
estos jóvenes ha provocado la dimisión del secretario de Estado de
Educación, Antônio Neto, después de que la semana pasada varios
alumnos del colegio Prefeito Mendes de Moraes fuesen
agredidos por miembros del Movimiento Desocupa; acción que supuso
el punto y final de la ocupación más longeva. También,
algunas de sus peticiones ya han sido escuchadas como el fin de la
prueba de evaluación estatal Saerj a partir de 2017—la
cual según los alumnos solo beneficia a las escuelas con mejores
resultados— o la elección directa de director.
¿Educación para quién?
Falta de libros de texto, ausencia de
profesores de Física o Biología, laboratorios que nunca fueron
usados, ventiladores obstruidos… son solo algunos de los obstáculos
que anticipan una odisea mucho mayor: la de alcanzar el nivel
educativo necesario para superar el Enem y acceder a una
universidad pública federal. Son muchos los jóvenes que se quedan
por el camino ante la ausencia de esa educación de calidad que hoy
reclaman a todo pulmón y que constituye su derecho.
Para paliar esa brutal diferencia
entre quienes estudian secundaria en un colegio público, y quienes
pueden permitirse uno privado, existen desde hace más de un siglo
Cursos Pre-vestibulares Populares que ayudan a aquellos con menos
recursos a prepararse la prueba de acceso a la universidad
(Vestibular o Enem) de una forma gratuita.
En definitiva, la lucha de estos
jóvenes se engloba en una batalla mucho mayor que lleva por bandera
la igualdad de condiciones en la educación secundaria brasileña. El
anhelo de que, una vez más, sea David quien derrote a Goliat; y
aquellos que se veían predestinados a trabajar como electricistas o
barrenderos puedan serlo si así lo desean, pero también puedan
aspirar a ser cirujanos, psicólogos o abogados.
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