Frei Betto
Una democracia se caracteriza por
favorecer la ciudadanía de derechos. Derecho a la alimentación, la
salud y la educación. A una vida digna y feliz. Derecho al trabajo y
al ocio, a la vivienda y la cultura. Derecho a escoger a los
representantes políticos y beneficiarse de la protección social
costeada por los impuestos que paga el ciudadano.
La democracia es saboteada cuando el
gobierno despoja a los ciudadanos de sus derechos. Flexibiliza las
leyes laborales al violar cláusulas pétreas de los contratos de
trabajo que impiden la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y el
fortalecimiento de los privilegios del capital.
Esa falacia democrática sigue la
lógica de que no debe haber ciudadanía de derechos excepto para la
elite, lo que transforma los derechos en privilegios. Debe haber
"ciudadanía" de bienes, de acceso al mercado de consumo,
de mimetismo cultural, de aspiraciones de los ricos y de la clase
media a los patrones de consumo de las naciones metropolitanas.
Cuando la cultura narcisista del
tener predomina sobre la cultura humanista del ser es señal de que
el tejido social comienza a deshilacharse. Virtudes como la
solidaridad, el voluntariado, la aceptación de las diferencias y el
respeto a las mismas hacen implosión. Ceden su lugar a la
competitividad, el individualismo, la vanidad exacerbada, los
prejuicios y las discriminaciones. La armonía social se ve amenazada
por la violencia de la imposición arbitraria de usos y costumbres, y
por el ahondamiento de las diferencias sociales. Entonces la
sociedad, como rebaño llevado al corral, acepta cambiar la libertad
por la seguridad.
Los tiempos cambian. Es inútil soñar
con la vuelta al pasado. Ahora la informatización establece nuevas
modalidades de relaciones sociales. Y esas herramientas tecnológicas
no son neutras. Dictan comportamientos, actitudes, nuevos paradigmas.
Por eso es necesario impedir que estimulen el solipsismo, ese alzarse
de hombros con lo que pasa alrededor de quien no se interesa sino
por su propio ombligo.
Las redes sociales pueden y deben
tejer vínculos de solidaridad y propiciar plataformas de protestas y
propuestas. Es preciso desimbecilizarlas para que no sean meros
nichos de desconstrucción del otro. Los problemas no están en los
individuos, sino en las instituciones, las estructuras, el sistema.
De nada sirve querer cortar el árbol
podrido sin tener en cuenta la enfermedad que contamina el bosque.
Sin la visión macro del proceso social se cae en el atolladero de la
emocionalidad caprichosa, infantil, que en nada contribuye a la
formulación de un proyecto alternativo de sociedad.
* Frei Betto es autor, entre otros
libros, de la novela Hotel Brasil (Rocco).
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