La oposición intraeclesial al papa
Francisco es cada vez más enconada. El cardenal Robert Sarah,
prefecto de la Congregación del Culto Divino, responsable de la vida
litúrgica de la Iglesia Católica, atacó abiertamente el año
pasado el rito de la misa adoptado por el Concilio Vaticano II.
En carta enviada a un encuentro
litúrgico que defiende la restauración de la misa tridentina
(rezada en latín y con el celebrante de espaldas a los fieles), el
prefecto del Culto Divino criticó el ritual vigente de la misa: "No
podemos cerrar los ojos a los desastres, las devastaciones y las
guerras que han causado los promotores modernos de una liturgia viva
al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas."
De modo nada sutil, el cardenal Sarah
ataca al papa Francisco al expresar en la carta que "muchos
creen y declaran en alto y a toda voz que el Concilio Vaticano II
produjo una real primavera en la Iglesia (...). En realidad, un
número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran que esa
'primavera' es un rechazo, una renuncia a su herencia milenaria".
Según él, existe una "tendencia sacrílega" en la Iglesia
después de Vaticano II. El empleo de la expresión "primavera"
no fue casual. Ha sido utilizada para definir el clima en la Iglesia
después de la elección de Francisco.
El actual pontífice es amado por
muchos, pero no por todos, principalmente los conservadores, que
actúan a fin de debilitar la autoridad papal. El hecho más
mediático ocurrió en Roma, en febrero último, cuando en calles
próximas al Vaticano aparecieron carteles apócrifos con críticas a
Francisco.
En los carteles aparecía una foto
del papa con expresión seria, y textos referentes a actitudes que ha
tenido en relación con quienes se oponen a su modo de dirigir la
Iglesia: "Francisco, destituyó a jefes de congregaciones,
relevó a sacerdotes, decapitó la Orden de Malta, la de los
Franciscanos de la Inmaculada e ignoró a cardenales. ¿Dónde está
su misericordia?", decía el texto, cubierto horas después por
la prefectura de Roma con la inscripción "publicidad ilegal".
En esa misma época, algunos
cardenales de Roma recibieron una versión apócrifa de L'Osservatore
Romano, el periódico del Vaticano. En la primera plana aparecía una
lista de preguntas al papa hechas por cardenales conservadores, y la
respuesta era siempre sic et non (sí y no).
Francisco incomoda. Electo en marzo
de 2013, tras una serie escándalos que afectaron la imagen de la
Iglesia e indujeron al papa Benedicto XVI a renunciar, el nuevo papa
adoptó medidas drásticas como realizar una auditoría de las
finanzas vaticanas, sancionar a los corruptos de la Curia Romana y a
los pedófilos, producir una apertura en lo relativo a las cuestiones
de género y sexualidad, criticar el capitalismo, etc. A los
tradicionalistas supuestamente puritanos les resulta inaceptable que
el papa admita que los divorciados que se vuelven a casar puedan
recibir los sacramentos, y los homosexuales ser acogidos en el seno
de la Iglesia.
"El papa es el vicario de Cristo
en la Tierra, pero no es Cristo. Puede errar, pecar y hasta ser
corregido. No concuerdo con su modo de gobernar. La Iglesia está hoy
inmersa en la confusión y la desorientación: los fieles necesitan
certezas, pero no logran encontrarlas. Corremos el riesgo de una
escisión", afirma Roberto de Mattei, presidente de la Fundación
Lepanto, que aboga por "la defensa de los principios y las
instituciones de la civilización cristiana".
Se sospecha que los seguidores de de
Mattei fueron quienes divulgaron los carteles ofensivos sobre
Francisco. Él se defiende: "No sé quiénes son los autores [de
los carteles], pero no fuimos nosotros. En Roma se percibe un clima
de miedo típico de los regímenes totalitarios. Estamos en presencia
de una monarquía absoluta que emplea la colaboración de cardenales
y obispos, pero les da poca autonomía. Al papa le encanta nombrar
comisionados especiales para muchos asuntos y así poder siempre ser
él quien decide al final", declaró de Mattei.
El historiador Massimo Faggioli,
profesor de Teología de Villanova University (EE. UU.), opina que es
posible identificar tres tipos de oposición al papa: teológica,
institucional y política. "La teológica parte de algunos
sectores de la Iglesia que creen que el papa es demasiado moderno en
cuestiones como el matrimonio y la familia. Es una oposición
pequeña, que procede de forma respetuosa", afirma el profesor.
En esa trinchera se destacan cuatro
cardenales ultraconservadores: Walter Brandmüller y Joachim Meisner,
de Alemania; Carlo Cafarra, de Italia; y Raymond Burke, de los
Estados Unidos. En septiembre de 2016 solicitaron, en una carta
abierta, que el papa corrigiera "errores doctrinarios" de
la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (Alegría del Amor), una
guía para la vida en familia que predica la aceptación por parte de
la Iglesia de comportamientos propios de la sociedad contemporánea.
En la oposición institucional se
encuentran quienes insisten en mantener el status quo. "Algunos
cardenales tienen miedo a perder privilegios o a un cambio en los
mecanismos para el nombramiento de los obispos", dice Faggioli.
El historiador considera que la mayor
oposición a Francisco tiene que ver con sus actitudes políticas:
"El papa habla sobre vivir juntos, construir puentes en vez de
muros. Son cuestiones 'inconvenientes' para la política global
actual, pues contrastan con las ideas de la derecha francesa,
italiana y norteamericana. Se las tiene por una amenaza. El papa
puede lidiar con las dos primeras oposiciones, pero la política es
la más difícil", afirma.
La reacción contra el papa no se
concentra solo en Italia y Europa. El periodista italiano Nello
Scavo, autor del libro Los enemigos de Francisco, dice que hay grupos
en los Estados Unidos empeñados en debilitar el liderazgo papal:
"Hay grupos financieros, fabricantes de armas y multinacionales
que quieren que el papa pierda poder. Su retórica es muy
anti-establishment. Ha afirmado que nuestra economía mata, condenó
el capitalismo y se ha hecho oír sobre cuestiones ecológicas",
dice Scavo citando críticas a Francisco realizadas por el centro de
estudios conservador American Enterprise Institute (AEI).
El AEI cuenta entre sus dirigentes
con varios antiguos integrantes del gobierno de George W. Bush, entre
ellos el exvicepresidente Dick Cheney. "Cheney forma parte de
AEI, fue miembro del consejo de Lockheed Martin, el principal
fabricante de sistemas de defensa del mundo, y uno de los principales
financiadores de AEI es Halliburton", afirma el periodista,
refiriéndose a la multinacional de servicios para la exploración de
petróleo.
Matteo Ciofi, periodista de la
emisora católica canadiense Salt and Light, dice que la oposición
teológica es, en realidad, la que menos debe preocupar al papa. "No
es posible que un cardenal africano y uno europeo tengan la misma
visión sobre la familia. Forma parte de las diferencias culturales,
es normal que haya críticas. El problema dentro de la Iglesia se
concentra en quienes no quieren perder sus privilegios", dice.
Al papa Francisco se aplica lo que le
dice a María el viejo Simeón refiriéndose a Jesús: "[este
es] señal que será contradicha" (Lucas 2, 34).
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