Algunos políticos priman la
simplicidad y la conexión emocional a la calidad y al respaldo
científico
Manifestación de científicos por las calles de Londres, este sábado.
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Joan Subirats |
Hace unas semanas, el periódico 'The
New York Times', inició una campaña encabezada con con esta frase:
“La verdad es difícil. Difícil de encontrar. Difícil de conocer.
La verdad es más importante ahora que nunca”. Este sábado, 22 de
abril, el día de la Tierra, en unas 500 ciudades de todo el
mundo se han movilizado científicos de todas las
disciplinas y materias reivindicando el papel de la
investigación y de la ciencia en el avance de la humanidad y en
la toma de decisiones públicas.
La actitud de Donald Trump, tan
negativa y poco respetuosa con el conjunto de evidencias científicas
que sustentan las políticas ambientales y otras políticas
públicas, el recorte brutal a los fondos que sostenían esas
investigaciones así como los precedentes en el caso del Brexit
o la tendencia a primar las emociones o la nacionalidad por
encima de los datos y el trabajo académico, han ido exacerbando los
ánimos de los científicos de los Estados Unidos y de muchas otras
partes del mundo.
Se detecta una corriente
anti-intelectualista que es aprovechada inteligentemente por
políticos que priman la simplicidad y la conexión emocional a la
calidad y al respaldo científico de sus aseveraciones. Y en ese
sentido, desde las propias esferas académicas se admite que ha
faltado comunicación, interés por la conexión concreta con las
necesidades sociales, y ha faltado capacidad de involucrar a la
gente en los propios procesos de investigación y en asegurar el
impacto de las mismas en la mejora concreta de las condiciones de
vida. Ha primado muchas veces más el conseguir publicar en un
'Journal' académico relevante que el atender al impacto
y diseminación social de lo que se investiga.
Evidentemente, a esa distorsión ha contribuido el propio sistema de
incentivos y de evaluación que se sigue en el mundo académico y
científico, donde solo cuentan las publicaciones en revistas de
impacto y cualquier otra labor de implicación social y
de involucrarse en procesos de transformación colectiva
son desdeñados por irrelevantes o muy difíciles de medir
CONECTAR CON LA COMUNIDAD
Para muchos trabajadores, para mucha
gente del ámbito rural, para mucha gente de los barrios periféricos
de las grandes ciudades, no es fácil convencerles de que la labor de
los científicos es relevante en sus vidas. Y de ello se aprovechan
Trump, Farage y otros políticos ahora en boga. El mundo académico y
científico ha de conectar más directamente con las comunidades
locales, estableciendo alianzas duraderas y efectivas por
ambos lados que refuercen el papel social de la investigación y
hagan más difícil su estrangulación.
La construcción de las políticas
públicas en democracia se basa en la capacidad de
argumentar bien la definición del problema que se quiere tratar
de resolver o de reconducir y también fundamentar adecuadamente las
alternativas de solución que se proponen. Para hacerlo de manera
sólida es necesario que los diferentes actores implicados y,
evidentemente, las instituciones encargadas de tomar decisiones
y llevarlas a cabo, dispongan de los datos necesarios. Los datos por
sí solos no nos dicen cuál es el problema ni la manera de
resolverlo, pero sí que permiten construir y defender de manera más
consistente las soluciones o propuestas que constituirán la política
pública o el programa que se quiera salir adelante. Lo que ocurre es
que el tener criterios claros en el sentido de tomar decisiones
basadas en evidencias, deja de lado que los ciudadanos no tienen
porque compartir lo que para los expertos y para la mayoría de
científicos está plenamente aceptado En los temas ambientales hace
ya años que se es consciente de ello pero no se ha hecho lo
necesario para superar esa distancia.
MANIPULACIÓN INFORMATIVA
No nos enfrentamos a algo enteramente
nuevo. La propaganda y la manipulación han existido
siempre. La expresión “posverdad” puede resultar una novedad,
pero no lo es el impulso autoritario contrario a cualquier
confrontación con la verdad que está detrás de esa expresión. Ese
es precisamente el peligro, que olvidemos que esa manipulación
informativa y esa retórica agresiva y xenófoba acabe
legitimando fenómenos bien conocidos de represión, violencia y
coerción. De ahí la necesidad de actuar y de responder a esa
amenaza a la convivencia democrática. Y la Marcha por la Ciencia de
este sábado es una parte significativa de la respuesta.
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