BJØRN LOMBORG
CHICAGO – La pobreza es la
aflicción más cruel de la humanidad. Si usted es extremadamente
pobre, ni siquiera puede evitar las enfermedades fácilmente curables
que causan una de cada seis muertes humanas. Sus pulmones
probablemente estén llenos de contaminación ambiental en el
interior de su casa porque, al igual que otros 2.700 millones de
personas, usted cocina y se mantiene cálido con combustibles como el
estiércol y la madera -con el mismo efecto que tiene fumar dos
paquetes de cigarrillos por día-. Una dieta inadecuada hace que sus
hijos crezcan con un mal desarrollo físico y que su desarrollo
cognitivo también se vea afectado, lo que se traduce en una pérdida
de entre 4 y 8 puntos de cociente intelectual en promedio.
Esta
privación lleva a un estrés y a una desesperación profundos, que
tornan difícil hacer algo para mejorar su vida.
Por supuesto, el mundo ha hecho
grandes progresos en la lucha contra la pobreza. En 1820, nueve de
cada diez personas vivían en condiciones de extrema pobreza. El
Banco Mundial estima que, por primera vez en la historia humana, la
tasa de pobreza global cayó a cifras de un solo dígito en 2015. Hoy
el 9,1% de la población del mundo, o casi 700 millones de personas,
vive con menos de 1,90 dólar por día (o el equivalente a un dólar
en 1985).
Este umbral de 1,90 dólar para la
extrema pobreza es, en realidad, un límite ajustado: no es lo que un
turista adinerado podría comprar en un país en desarrollo donde las
cosas cuestan poco. Es lo que un norteamericano podría comprar en
Estados Unidos por 1,90 dólar. El nivel se ajusta al poder
adquisitivo equivalente en la moneda local.
El difunto economista Anthony Clunies
Ross hizo un intento inicial de calcular el costo de resolver el
problema de la pobreza para siempre, estimando cuánto dinero haría
falta en concepto de transferencias de efectivo para sacar a cada
persona del planeta de la pobreza.
Actualicemos su abordaje (un
ejercicio que también llevó a cabo recientemente la Brookings
Institution). Podemos empezar por analizar, por ejemplo, el caso de
Indonesia -con unos 257 millones de habitantes, el cuarto país más
poblado del mundo-. Hace apenas 20 años, aproximadamente la mitad de
los indonesios eran pobres, mientras que en 2014 (el cálculo más
reciente) había apenas poco más del 8%, o 21 millones de personas,
por debajo del umbral de 1,90 dólar por día. En promedio, a esos
indonesios les faltan 29 centavos para llegar a 1,90 dólar; de modo
que 21 millones de personas necesitan 29 centavos más por día -o
alrededor de 6 millones de dólares en total- para salir de la
extrema pobreza. En un año, eso suma 2.200 millones de dólares.
Teniendo en cuenta que esto se basa
en lo que los norteamericanos pueden comprar por 2.200 millones de
dólares en Estados Unidos, el costo real en rupias indonesias sería
mucho menor. El costo del tipo de cambio sería de unos 700 millones
de dólares reales.
Con un cálculo de 268 millones de
personas en condiciones de extrema pobreza en la última encuesta de
2011, la India es el hogar de la mayor cantidad absoluta de pobres en
el planeta. Cada uno, en promedio, está 38 centavos diarios por
debajo de la línea de extrema pobreza. Para la India, el costo del
tipo de cambio alcanza casi 11.000 millones de dólares.
Los países donde más cuesta acabar
con la pobreza serían la República Democrática de Congo y Nigeria.
En el primero, el 77% de la población es extremadamente pobre y está
un dólar por debajo de la línea de pobreza en promedio. Combinado
con un tipo de cambio débil, el costo para la República Democrática
de Congo asciende a más de 12.000 millones de dólares reales.
Si ajustamos los números por la
falta de datos de estados como Corea del Norte, Yemen, Zimbabue el
costo total de erradicar la pobreza en base a los últimos datos
disponibles parece ser algo menos de 100.000 millones de dólares
reales. Brookings ha extrapolado tendencias anteriores y datos de
otros países dentro de las regiones, y el resultado es que el costo
en 2015 bien podría ser tan bajo como 75.000 millones de dólares al
año. Para poner esta cifra en contexto, el mundo gasta 140.000
millones de dólares en ayuda para el desarrollo cada año.
Por supuesto, este es un ejercicio de
pensamiento con limitaciones. En el mundo real, no sería posible
identificar a todos los pobres necesitados del mundo y distribuir
exactamente 29 centavos o 38 centavos sin incurrir en costos mucho
mayores. Pero sí nos permite identificar la magnitud del mayor
problema del mundo.
Se espera que haya poco menos de 400
millones de pobres en 2030, y el crecimiento del ingreso debería
erradicar la pobreza casi por completo en 2060. En base a esta
información, podemos calcular el futuro costo agregado de erradicar
la pobreza en aproximadamente 1,5 billón de dólares. Si apartamos
ese dinero hoy en un fondo (que generaría intereses en los próximos
45 años), necesitaríamos poco menos de 1 billón de dólares para
erradicar la pobreza humana para siempre.
Un billón de dólares parece mucho.
En verdad, es el equivalente de aproximadamente el 1% del PIB global
anual, 18 meses de gasto militar en Estados Unidos o una veinteava
parte de la deuda nacional de Estados Unidos. También es el
equivalente del costo que implica apenas un año del acuerdo
climático de París, que promete -si seguimos pagando un billón
cada año- frenar las alzas de la temperatura en 0,17°C en 2100.
La verdadera tragedia es que la mejor
solución para la pobreza no costaría nada. El crecimiento económico
generalizado siempre ha sido el camino más efectivo para reducir la
privación: en el transcurso de 30 años, la racha de crecimiento
económico de China colocó inesperadamente a unos 680 millones de
personas por encima de la línea de pobreza. Un acuerdo de libre
comercio global -como una conclusión exitosa de la Ronda de Doha
para el Desarrollo, hoy estancada- probablemente sacaría a otros 160
millones de personas de la pobreza.
El escepticismo global respecto del
libre comercio de parte del presidente norteamericano, Donald Trump,
y otros significa que nos estamos perdiendo una oportunidad
increíblemente importante. Mientras tanto, deberíamos abogar por
las inversiones más fructíferas para el desarrollo: invertir en
nutrición e inmunización infantil, educación para la primera niñez
y becas para niñas que permitan mejoras significativas y duraderas
de los niveles de salud e ingresos.
Pero también deberíamos tomar
conciencia de que por primera vez en la historia el fin de la pobreza
está realmente al alcance de la humanidad en términos financieros Y
deberíamos desafiar a nuestros líderes políticos a que respondan
por políticas costosas que arrojan un beneficio mucho menor.
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