Por guerras
altamente destructivas
Leonardo Boff
Nosotros en Brasil conocemos
una gran violencia social, con un número de asesinatos de los más
altos del mundo. No gozamos de paz pues hay mucha rabia, odio,
discriminación y perversa desigualdad social.
Sin embargo estamos al margen de los
grandes conflictos bélicos que se están llevando a cabo en 40
sitios del mundo, algunos verdaderamente amenazadores para el futuro
de la especie humana. Estamos en plena nueva guerra fría entre USA,
China y Rusia. Se ha reiniciado una nueva carrera armamentística,
sea en Rusia, sea en Estados Unidos con Trump, para producir armas
nucleares todavía más potentes, como si las ya existentes no
pudiesen destruir toda la vida del planeta.
Francisco, el obispo de Roma, al
volver de Polonia dijo en el avión el 12 de julio de 2016: «hay
guerra de intereses, hay guerra por dinero, hay guerra por recursos
naturales, hay guerra por el dominio de los pueblos: esta es la
guerra. Alguien podría pensar: está hablando de guerra de
religiones. No. Todas las religiones quieren la paz. Las guerras las
quieren otros. Capito?» Es una crítica directa al actual orden
mundial, de acumulación ilimitada que implica una guerra contra la
Tierra y la explotación de los pueblos más débiles. Todos hablan
de libertad, pero sin justicia social mundial. Irónicamente se
podría decir: es la libertad de las zorras libres en un gallinero de
gallinas libres.
Comentaristas de la situación
mundial poco mencionados en nuestra prensa hablan del peligro real de
una guerra nuclear ya sea entre Rusia y Estados Unidos o entre China
y Estados Unidos.
Trump, al decir del intelectual
francés Bernard-Henri Lévy (O Globo 5/3/216) «es una
catástrofe para Estados Unidos y para el mundo. Y también una
amenaza». De Putin, en el mismo periódico, afirma: «es una amenaza
explícita. Sabemos que quiere desestabilizar a Europa, acentuar la
crisis de las democracias, y que apoya y financia a todos los
partidos de extrema derecha. Sabemos también que en todos los
lugares en que se traba una batalla entre la barbarie y la
civilización, como en Siria y en Ucrania, está del lado equivocado.
Ahí está una verdadera y gran amenaza».
Según Moniz Sodré en su grandioso
libro El desorden mundial, Putin quiere vengarse de la
humillación que Occidente y Estados Unidos infligieron a su país al
final de la guerra fría. Alimenta pretensiones claramente
expansionistas, no en el sentido de recuperar la antigua URSS sino
los límites de la Rusia histórica. El riesgo de una confrontación
nuclear con Occidente no está excluido.
Estamos perdiendo la conciencia de
los llamamientos de los grandes nombres del siglo pasado, como el de
Bertrand Russel y Albert Einstein del 10 de julio de 1955 y unos días
después, el 15 de julio de 1955, secundado por 18 premios Nobel,
entre los cuales Otto Hahn y Werner Heisenberg, afirmando: «vemos
con horror que este tipo de ciencia atómica ha puesto en las manos
de la humanidad el instrumento de su propia destrucción». Lo mismo
afirmaron varios premios Nobel durante la Rio-92.
Si en aquel momento la situación se
presentaba grave, hoy es dramática. Pues además de las armas
nucleares, hay disponibles armas químicas y biológicas que también
pueden diezmar la especie humana.
Algunos analistas de los conflictos
mundiales suponen que el próximo paso del terrorismo ya no sería
con bombas y hombres-bomba sino con armas químicas y biológicas,
algunas tomadas de la reserva bélica dejada por Gadafi.
En la raíz de este sistema de
violencia está el paradigma occidental de voluntad de potencia,
es decir, una forma de organizar la sociedad y la relación con la
naturaleza basada en la fuerza, la violencia y el sometimiento. Ese
paradigma privilegia la competencia a costa de la solidaridad. En vez
de hacer de los ciudadanos socios, los hace rivales.
A ese paradigma del puño cerrado se
impone la mano extendida como una alianza para salvaguardar la vida;
ante el poder-dominación debe prevalecer el cuidado, que pertenece a
la esencia del ser humano y de todo lo viviente. O damos este paso o
presenciaremos escenarios dramáticos, fruto de la irracionalidad y
de la prepotencia de los jefes de Estado y de sus halcones.
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