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lunes, 13 de noviembre de 2017

Mensaje final de los obispos colombianos

tras su más reciente asamblea extraordinaria.
Al cierre de sus más reciente asamblea extraordinaria, la Conferencia Episcopal puso en común las conclusiones de los trabajos grupales de los obispos del país, quienes se dedicaron en los últimos tres días a analizar el legado de la visita del Papa a Colombia.
“No nos podemos quedar parados” es el título del mensaje al pueblo colombiano, dado a conocer en el día de hoy. Si bien los obispos afirman que hay fuerzas que impulsan a la nación hacia grandes ideales, también manifiestan su preocupación por una serie de situaciones que, a su parecer, no se pueden negar:
la corrupción; la falta de soluciones al problema de la salud; el fortalecimiento de dinámicas que sustentan los cultivos ilícitos y el narcotráfico; la incertidumbre frente a la implementación de los acuerdos entre las FARC y el Gobierno, así como frente al futuro de las negociaciones con el ELN; la polarización y división entre los colombianos; los atentados contra la vida y la familia; y la inestabilidad social, expresada en el desempleo, los paros, el asesinato de líderes sociales y la de vulnerabilidad de los campesinos, indígenas y afrodescendientes.
Manifestaron una particular preocupación por la situación de los venezolanos que llegan a territorio nacional.
Frente a lo anterior, el episcopado vuelve sobre las claves que, según afirmarn, dejó Francisco, para dar respuesta a los retos del país: colocar en el centro de la acción política, social y económica la dignidad humana; mantener la esperanza y trabajar por el rescate moral de la sociedad; multiplicar la solidaridad con los más necesitados; sumar esfuerzos frente a la problemática del narcotráfico y la drogadicción; fortalecer los valores de la verdad, la justicia, la liberad, el perdón y la reconciliación; y defender la naturaleza.
En conversación con Vida Nueva varios obispos revelaron lo que a su parecer es medular del mensaje papal, de cara a retos diferenciales de su jurisdicción. Hugo Torres, obispo de Apartadó, planteó que el desafío de la reconciliación adquiere connotaciones de particular relevancia en una región con el Urabá, atravesada por problemáticas asociadas al narcotráfico, la presencia de grupos paramilitares y el paso de migrantes por el territorio, rumbo a Centro América y Estados Unidos.
Daniel Falla, al frente de la Diócesis de Soacha, señaló, por su parte, que las palabras del Papa estimulan una respuesta al reto que representa para los suyos el drama de víctimas del conflicto, desplazadas forzadamente al centro del país, donde se encuentran con nuevas formas de violencia y vulnerabilidad. Este año el prelado participó de una movilización social en defensa de la vida en el sector Altos de Cazucá, azotado por los homicidios contra población juvenil; una problemática sobre la cual varias congregaciones religiosas han llamado la atención.
Este medio también conversó con el arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, coordinador del grupo de obispos que acompañan el proceso de diálogo entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). El episcopado apoya el mecanismo de veeduría del cese al fuego y a las hostilidades pactado hasta el próximo 9 de enero. Según Monsalve, la Mesa de Quito debe buscar la forma de que la medida se amplíe, con el fin de que sea posible consolidar un acuerdo definitivo, que ponga fin al conflicto. El prelado lamentó el asesinato de un líder indígena en el Chocó, a manos del Bloque de Guerra Occidental del ELN, e insistió en la necesidad de que el proceso de diálogo continúe, para que crímenes de este tipo no se repitan.
Según ha dicho Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, la Iglesia está llamada a aprender de la capacidad de resistencia de las comunidades, para alimentar la esperanza en que su aporte en favor de la no violencia hallará eco en el conjunto de la sociedad.

Es interés de la Conferencia Episcopal que las reflexiones pastorales del Papa ofrecidas en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena sean incorporadas al programa de acción del episcopado colombiano para el nuevo trienio.

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