ante los crímenes atroces que interpelan
la conciencia de la humanidad
Radio Vaticana
El Papa Francisco alentó a los
participantes en la III Conferencia sobre derecho internacional
humanitario sobre el tema «La protección de las poblaciones civiles
en los conflictos – el papel de las organizaciones humanitarias y
de la sociedad civil», organizada en Italia.
Destacando la coincidencia del
encuentro con el 40 aniversario de la adopción de los dos Protocolos
Adicionales a las Convenciones de Ginebra relativos a la protección
de las víctimas de los conflictos armados, ratificados también por
la Santa Sede, con el fin de alentar «una humanización de los
efectos de los conflictos armados», «convencida del carácter
esencialmente negativo de la guerra y que la aspiración
más digna del hombre es la abolición de la guerra», el Obispo de
Roma destacó la importancia del desarrollo del derecho humanitario
ante los atroces sufrimientos físicos, morales y espirituales
en los conflictos armados de la actualidad:
Tras destacar que «a pesar del
intento loable de reducir, a través de la codificación del derecho
humanitario, las consecuencias negativas de las hostilidades sobre la
población civil», el Papa Francisco constató con profundo dolor el
testimonio de crímenes atroces perpetrados en el desprecio de toda
consideración humana, así como las violaciones de la libertad
religiosa:
«Las imágenes de personas sin vida,
de cuerpos mutilados o decapitados, de nuestros hermanos y hermanas
torturados, crucificados, quemados vivos, cuyos restos mortales son
ultrajados, interpelan la conciencia de la humanidad. Por otra parte,
se suceden noticias di antiguas ciudades, con sus milenarios tesoros
culturales, reducidas a cúmulos de escombros, de hospitales y
escuelas que son blanco de ataques deliberados y destructores,
privando de este modo a generaciones enteras de su derecho a la vida,
a la salud y a la educación.
¡Cuántas iglesias y otros lugares
de culto son objeto de agresiones precisas, a menudo durante las
celebraciones litúrgicas, con numerosas víctimas entre los fieles y
los ministros reunidos en oración, en violación del derecho
fundamental a la libertad de religión!»
Lamentando la saturación que
anestesia o relativiza la gravedad de los problemas debido a cierta
difusión de estas informaciones, el Papa hizo hincapié que ello
hace más difícil la compasión y la apertura de las conciencias al
sentido solidario:
«Para que ello suceda, es
necesaria una conversión de los corazones, una apertura a Dios y al
prójimo, que impulse a las personas a superar la indiferencia y a
vivir la solidaridad, como virtud moral y actitud social, de la cual
puede brotar un compromiso en favor de la humanidad que sufre».
Al mismo tiempo el Papa subrayó que
es muy alentador «ver las numerosas demostraciones de solidaridad y
de caridad que no faltan en tiempo de guerra. Hay tantas personas,
tantos grupos caritativos y organizaciones no gubernamentales, en la
Iglesia y fuera de ella, cuyos miembros afrontan fatigas y peligros
para socorrer a los heridos y a los enfermos, para enterrar a los
difuntos, para dar de comer a los hambrientos y de beber a los
sedientos, para visitar a los detenidos»:
«Verdaderamente el socorro a las
poblaciones víctimas de los conflictos suma las diversas obras de
misericordia, sobre las cuales seremos juzgados al final de la vida.
Puedan las organizaciones humanitarias actuar siempre en conformidad
con los principios fundamentales de humanidad, imparcialidad,
neutralidad e independencia. Anhelo, por lo tanto que tales
principios, que constituyen el corazón del derecho humanitario,
puedan ser acogidos en las conciencias de los combatientes y de los
operadores humanitarios para ser traducidos a la práctica. Y que
allí donde el derecho humanitario conoce hesitaciones y omisiones,
sepa la conciencia individual reconocer el deber moral de respetar y
proteger la dignidad de la persona humana en toda circunstancia, en
especial en las situaciones en las cuales está fuertemente
amenazada. Para que ello sea posible, quisiera recordar la
importancia de la oración y la de asegurar, junto con la formación
técnica y jurídica, el acompañamiento espiritual de los
combatientes y de los operadores humanitarios».
A todos los «queridos hermanos y
hermanas – y no son pocos - que han puesto en peligro su vida para
salvar a otra o para aliviar los sufrimientos de las poblaciones
golpeadas por conflictos armados», el Papa les recordó las
palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo: «En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo hicisteis» (Mt 25,40). Y concluyó su discurso encomendando a
todos a la intercesión de María Santísima, Reina de la Paz.
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