MÉLINÉE LE PRIOL
El papa Francisco
El Papa consideró, el miércoles 11
de octubre, que la doctrina expresada por el Catecismo de la
Iglesia Católica no es inmutable y debe poder evolucionar,
especialmente en lo que respecta a la pena de muerte. Si bien las
palabras de los papas, desde Juan Pablo II, no son ambiguas sobre
esta cuestión, el Catecismo continúa, de momento,
tolerando la pena capital en caso de “absoluta necesidad”.
Disipar las últimas ambigüedades
del Catecismo de la Iglesia católica en el tema de la pena
de muerte. Este es el deseo que expresó firmemente el papa
Francisco, el miércoles 11 de octubre por la tarde en Roma.
“Independientemente de la gravedad del crimen cometido, la pena de
muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la
dignidad de la persona”, reiteró en un importante discurso ante
los participantes en un coloquio del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización.
En su época, Juan Pablo II ya tuvo
dificultades con el delicado tema de la pena de muerte en
el Catecismo. Aunque muy convencido en la defensa de la vida
hasta su fin natural, el Papa polaco no consiguió introducir una
condena firme de la pena capital debido al impedimento de la
enseñanza de antiguos papas que la admitían.
Así, incluso en su versión
corregida de 1998, el Catecismo permite todavía el recurso
a la pena de muerte, “si esta es la única vía practicable para
proteger y defender eficazmente del agresor injusto las vidas
humanas” (§2267).
Dar “un espacio más adaptado y
coherente” a esta cuestión
El Catecismo precisa, sin
embargo, desde 1998, que estos casos de “absoluta necesidad” son
“bastante raros, incluso, prácticamente inexistentes”. “La
tradición de la Iglesia sobre la pena de muerte me parece comparable
a su posición sobre las armas nucleares”, considera el padre
Matthieu Lefrançois, sacerdote en la diócesis de Angers y autor de
una tesis sobre el tema. “Dicho de otra manera, es necesario
tenerla, pero sin utilizarla nunca”.
Insuficiente, para el papa Francisco.
El miércoles 11 de octubre por la tarde, este, consideró que
el Catecismo debía dar a esta cuestión “un espacio más
adaptado y coherente”. Juzgó que “este problema no puede ser
reducido a un simple recuerdo de una enseñanza histórica sin hacer
surgir, no solo los progresos de la doctrina en la obra de los
últimos papas, sino también la toma de conciencia del pueblo
cristiano”.
Una forma de tener en cuenta en la
doctrina los esfuerzos reiterados de Juan Pablo II, y después, de
Benedicto XVI, para hacer evolucionar la visión de la Iglesia en el
asunto.
La Palabra de Dios, “una realidad
dinámica, siempre viva”
De paso, el papa Francisco aprovechó
para ofrecer una larga explicación sobre la Tradición como
“realidad viva”. “La Palabra de Dios no puede ser conservada
con naftalina, como si se tratara de una manta vieja que hay que
proteger de la polilla”, opinó. Es “una realidad dinámica,
siempre viva, que progresa y crece porque tiende hacia un
cumplimiento que los hombres no pueden detener”.
El hecho de que el Papa desee
proscribir absolutamente la pena de muerte en el Catecismoes
“una gran alegría”, comenta Mons. Jean-Claude Hollerich,
arzobispo de Luxemburgo y presidente de la Conferencia de Comisiones
de Justicia y Paz de Europa. Él mismo, escribió el 31 de marzo al
Vaticano con el objetivo de animar al Papa a modificar el artículo
2267 del Catecismo “cuanto antes”.
La pena capital, abolida desde 1969
en el Vaticano
“La pena de muerte y su lógica de
retribución no son compatibles con el Evangelio”, sostiene Mons.
Hollerich, convencido además de que no es una manera eficaz de
luchar contra la violencia. “Jesús es quien da siempre una
oportunidad a todos. Ese amor infinito de Dios ofrece a cada hombre
una dignidad que ni siquiera los crímenes podrían eliminar”.
Mons. Hollerich precisa que habría
preferido que, “desde el principio”, la pena capital no figurase
en el Catecismo de la Iglesia Católica… Sin embargo, para el
papa Francisco, modificar este texto para condenar más firmemente la
pena de muerte no presenta “ninguna contradicción” con la
enseñanza del pasado. “La defensa de la dignidad de la vida humana
desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural
siempre ha encontrado en la enseñanza de la Iglesia una voz
coherente y autorizada”, recordó el miércoles 11 de octubre.
En 1969, es decir, doce años antes
que Francia, el Estado del Vaticano abolió la pena capital, y todas
las declaraciones oficiales de la Santa Sede destacan, desde hace más
de veinte años, un rechazo muy claro del uso de esta sentencia.
La Iglesia “mantuvo durante mucho
tiempo una actitud paradójica”
Si bien en la actualidad, la
ambigüedad ya no tiene lugar, la Iglesia desconfió, no obstante, en
el pasado, de los movimientos abolicionistas surgidos en el siglo
XVIII. Estos aparecían como una concesión al espíritu de las
Luces, opuesto a la tradición cristiana.
“Es un hecho, la Iglesia no ha
desempeñado un papel esclarecedor en esta cuestión a lo largo de la
Historia”, explica el padre Matthieu Lefrançois. “Mantuvo
durante mucho tiempo una actitud paradójica. Por un lado, legitimaba
la existencia de la pena de muerte ante los poderes políticos, y por
otro, trabajaba para que esta sentencia no fuera aplicada. En los
relatos de las vidas de santos, por ejemplo, el héroe cristiano
suele ser presentado como quien interviene a favor de los condenados
a muerte para intentar disminuir la severidad de la justicia”.
Hoy, además, proclama la ACAT
(Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura), los
cristianos deberían estar en primera línea en lo que concierne al
compromiso para el respeto de los derechos humanos. “De acuerdo, la
pena de muerte ya no existe en Francia, pero con el terrorismo que
asola actualmente el mundo, podrían resurgir viejos demonios”,
advierte Jean-Étienne de Linares, delegado general del movimiento.
“Nos cuesta entender por qué los cristianos no están con nosotros
en estas cuestiones. ¡La unión inquebrantable entre este tipo de
compromiso y el mensaje de Cristo es evidente!
“La verdadera justicia es la
misericordia”
A finales de 2013, un estudio
realizado por Paradox Opinion para el semanario La
Vie, desvelaba que, si bien los católicos parecían estar de acuerdo
con el conjunto de los franceses sobre la mayor parte de los temas de
sociedad, sus opiniones divergían sobre la pena de muerte, a la que
se oponía más de la mitad de la población. Mientras que un 53% de
los franceses se pronunciaba a favor de su restablecimiento para los
crímenes más graves, los católicos, solo constituían un 45%.
“El papa Francisco nos anima y nos
ayuda a salir del eterno conflicto entre justicia y misericordia para
hacernos descubrir que la verdadera justicia, es la misericordia”,
considera el padre Matthieu Lefrançois. El sacerdote angevino no
olvidará jamás la expresión utilizada por el antiguo obispo de
Burdeos, el cardenal Pierre Eyt, fallecido en 2001. Durante una
homilía pronunciada en la catedral de Burdeos, declaró que, después
de todo, “nosotros, los cristianos, somos discípulos de un
condenado a muerte”.
Pena de muerte: la evolución del
“Catecismo”
El Catecismo de la Iglesia
Católica (CEC) es una obra de instrucción de la doctrina
católica que resume la fe, la enseñanza y la moral de la Iglesia
católica. Esta suma de más de 650 páginas, fue publicada el 7 de
diciembre de 1992 y después reeditada, en su versión definitiva, en
agosto de 1997.
1992
La primera versión del Catecismo no
excluye el recurso a la pena de muerte “en los casos de extrema
gravedad”. La justifica “si es la única vía practicable para
proteger y defender eficazmente del agresor injusto las vidas
humanas” (§2267).
1997
Entre el centenar de modificaciones
que contiene la edición definitiva del Catecismo en comparación con
la versión de 1992, la más destacable concierne a la pena de
muerte. El Catecismo retoma la posición de la encíclica “Evangelium
vitae” de 1995 (§56), que considera que la pena de muerte es
inaplicable debido al progreso de nuestras sociedades. “Hoy, en
efecto, dadas las posibilidades de las que el Estado dispone para
reprimir eficazmente el crimen, incapacitando a quien lo ha cometido,
sin impedirle definitivamente la posibilidad de arrepentirse, los
casos de absoluta necesidad de eliminar al culpable “son bastante
raros, incluso, prácticamente inexistentes” (Evangelium vitae,
nº56).
11 de octubre de 2017
El Papa consideró, el miércoles 11
de octubre, que la doctrina expresada por el Catecismo de la Iglesia
Católica no es inmutable y debe poder evolucionar, especialmente, en
lo que respecta a la pena de muerte.
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