Mensaje del Santo Padre a la
Conferencia de la ONU para la negociación de un instrumento
jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas
nucleares
(Ciudad del Vaticano, 28 Mar. 2017).-
El Santo Padre ha enviado un mensaje a la Conferencia de las
Naciones Unidas, para la negociación de un instrumento
jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas
nucleares, con miras a su eliminación total”, cuya primera ronda
inició en Nueva York este 27 de marzo y concluye el
próximo viernes 31.
A la Excelentísima Señora Elayne
Whyte Gómez
Presidenta de la Conferencia de las Naciones Unidas para la negociación de un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares con miras a su eliminación total
Presidenta de la Conferencia de las Naciones Unidas para la negociación de un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares con miras a su eliminación total
La saludo cordialmente, señora
Presidenta, así como a todos los representantes de las
diferentes naciones, organizaciones internacionales y de la sociedad
civil que participan en esta Conferencia. Deseo animarles a trabajar
con determinación para promover las condiciones necesarias para un
mundo sin armas nucleares.
El 25 de septiembre de 2015, ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas, señalé que el Preámbulo y
el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican
como fundamentos de la construcción jurídica internacional: la paz,
la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de las
relaciones amistosas entre las naciones. Una ética y un derecho
basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda
la humanidad– son contradictorios con el espíritu de las Naciones
Unidas. Por lo tanto, hay que empeñarse por un mundo sin armas
nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en
la letra y en el espíritu, (cfr. Discurso a los miembros de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2015).
Pero ¿por qué fijarse este objetivo
difícil y de largo alcance en el escenario internacional actual que
se caracteriza por un clima inestable de conflictualidad, que es a la
vez causa e índice de las dificultades que existen para
promover y fortalecer el proceso de desarme y de no proliferación
nuclear?
Si se tienen en cuenta las
principales amenazas a la paz y a la seguridad con sus múltiples
dimensiones en este mundo multipolar del siglo XXI, tales como, por
ejemplo, el terrorismo, los conflictos asimétricos, la seguridad
informática, los problemas ambientales, la pobreza, surgen no
pocas dudas acerca de la inadecuación de la disuasión
nuclear para responder eficazmente a estos retos. Estas
preocupaciones son aún más consistentes si tenemos en cuenta las
catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales derivadas de
cualquier uso de las armas nucleares con devastadores efectos
indiscriminados e incontrolables en el tiempo y el espacio. Un motivo
similar de preocupación surge frente al derroche de recursos
de energía nuclear para fines militares que, en cambio, podrían ser
utilizados para prioridades más importantes, tales como la
promoción de la paz y el desarrollo humano integral, así como la
lucha contra la pobreza y la actuación de la Agenda 2030 para
el desarrollo sostenible.
También debemos preguntarnos cuanto
sea sostenible un equilibrio basado en el miedo, cuando en
realidad tiende a aumentarlo y a socavar las relaciones de
confianza entre los pueblos.
La paz y la estabilidad internacional
no pueden basarse en una falsa sensación de seguridad, en la amenaza
de la destrucción mutua o de la aniquilación total, en el simple
mantenimiento de un equilibrio de poder. La paz debe construirse
sobre la justicia, sobre el desarrollo humano integral,sobre el
respeto de los derechos humanos fundamentales, sobre la protección
de la creación, sobre la participación de todos en la vida pública,
sobre la confianza entre los pueblos, sobre la promoción de
instituciones pacíficas, sobre el acceso a la educación
y a la salud, sobre el diálogo y la solidaridad. En esta
perspectiva, tenemos que ir más allá de la disuasión nuclear: la
comunidad internacional está llamada a adoptar estrategias de largo
alcance para promover el objetivo de la paz y de la estabilidad y
evitar los enfoques miopes de problemas de seguridad nacional e
internacional.
En este contexto, el objetivo último
de la eliminación total de las armas nucleares se convierte tanto en
un desafío como en un imperativo moral y humanitario. Un enfoque
concreto debería promover una reflexión sobre una ética de la paz
y de la seguridad cooperativa multilateral que vaya más allá del
“miedo” y del “aislamiento” que prevalecen hoy en
muchos debates. El logro de un mundo sin armas nucleares requiere un
proceso a largo plazo, basado en el conocimiento de que “todo está
conectado”, con miras a la ecología integral (cfr. Laudato
si’ 117, 138). El destino común de la humanidad exige que se
refuerce, con realismo, el diálogo y se construyan y consoliden
mecanismos de confianza y cooperación, capaces de crear las
condiciones para un mundo sin armas nucleares.
El aumento de la interdependencia y
la globalización comportan que cualquier respuesta demos a la
amenaza de las armas nucleares, deba ser colectiva y
concertada, basada en la confianza mutua. Este última se puede
construir sólo a través de un diálogo que esté sinceramente
orientado hacia el bien común y no hacia la protección de
intereses encubiertos o particulares; este diálogo debe ser lo más
inclusivo posible de todos: Estados nucleares, países que no
poseen armas nucleares, sector militar y sector privado,
comunidades religiosas, sociedad civil, organismos
internacionales. En este esfuerzo, tenemos que evitar aquellas formas
de recriminación mutua y de polarización que obstaculizan el
diálogo en lugar de fomentarlo. La humanidad tiene la capacidad de
trabajar junta para construir nuestra casa común; tenemos la
libertad, la inteligencia y la capacidad de guiar y dirigir la
tecnología, así como de limitar nuestro poder, y de ponerlos
al servicio de otro tipo de progreso: más humano, más social y más
integral. , (cfr. Ibid 13, 78, 112; Mensaje a la XXII sesión de la
Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el cambio climático (COP-22), 10 de Noviembre, 2016).
Esta conferencia quiere negociar un
tratado inspirado por argumentos éticos y morales. Es un ejercicio
de esperanza y ojalá represente también un paso decisivo en
el camino hacia un mundo sin armas nucleares. Aunque se trate de un
objetivo a largo plazo extremadamente complejo, no está fuera de
nuestro alcance.
Señora Presidenta, le expreso
mis mejores deseos para que los trabajos de esta Conferencia sean
provechosos y aporten una contribución eficaz en
el avance de esa ética de la paz y la seguridad cooperativa
multilateral que hoy la humanidad necesita tanto. Sobre todos
los participantes en esta importante reunión y todos los ciudadanos
de los países que representan, invoco la bendición del Omnipotente.
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