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martes, 14 de marzo de 2017

Ese amor que no cabe en el pecho

Frei Betto.-
En la experiencia espiritual hay un momento en el que irrumpe lo inefable. Algo sucede cuya única analogía es experimentada por quien ya estuvo apasionado. En la pasión entre personas el otro o la otra se hace más presente en mí que yo mismo en mí. La nostalgia no es más que esa profunda presencia del ausente. Mientras que el otro que puebla mi interioridad está, de hecho, fuera de mí.
En relación con lo Trascendente el proceso es el mismo. Hay en mí un Otro que no soy yo y que además da lugar a mi verdadera identidad. Difiere de la pasión humana por este importante detalle: él está dentro y puebla mi subjetividad. En él mi yo se volatiliza en llama viva de amor, que se expande por mi relación con el prójimo.
"Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí", exclamó el apóstol Pablo al experimentar ese ardor. No hay felicidad comparable a esa Presencia inexplicable. Fue ella la que hizo que Jesús se transfigurara en lo alto del monte Tabor.
Teresa de Ávila, cuyo corazón conoció el encantamiento, se sintió arrebatada por la nostalgia del futuro y escribió: "Muero porque no muero". Si en este mundo no hay placer que supere tal plenitud, ¿qué nos aguarda al otro lado de la vida?
Esa experiencia amorosa exige dejar que nos envuelva la nube de lo desconocido. Pasión que supera a la razón y no se confunde con la emoción. Quien no la conoce es capaz de describirla, como trato yo de hacer aquí. Quien la experimenta enmudece.
El camino es arduo. Como señala Gilberto Gil, hay que quedar a solas, apagar la luz, hacer silencio para encontrar la paz. Despojarse de los zapatos, de la corbata, de los deseos, de los recelos; tener las manos vacías, el alma y el cuerpo desnudos. Aceptar el dolor, comer el pan que amasó el diablo, lamer el suelo de los palacios y de los castillos suntuosos de mis sueños. Y a pesar de algún mal grande, alegrar mi corazón. Tengo que subir al cielo sin cuerdas para asegurarme, y caminar decidido por la carretera, que finalmente va a dar en nada de lo que pensaba encontrar.
Esa inmersión en lo inefable es el fundamento de todas las religiones. Por desgracia no acostumbra a ser el fruto. La zarza ardiente quedó congelada por la institucionalización de la fe en las estructuras religiosas, que perdieron la sensibilidad ante la brisa suave captada por Elías.
Alcanzar esa presencia amorosa no es una conquista, es un don. Para recibirlo es necesario arrancar las hierbas ponzoñosas, así como se labra la tierra para acoger las semillas. Eso implica saber decir no. Abrazar el Amor es evitar todas las demás seducciones.
Así como un fragmento de la bola de fuego expelido por la explosión solar vino a constituirse en el planeta en que habitamos, igualmente la chispa de la mística, sofocada por la burocracia religiosa, poco a poco perdió el calor primordial. Se solidificó en dogmas, preceptos, ritos y represiones.
Hoy las religiones son como inmensas cajas de agua de cemento armado, ante las cuales los fieles, sedientos, tienen fe de que allá dentro hay agua. Pero mientras tanto sus lenguas permanecen resecas. Es difícil beber de la Fuente de Agua Viva, la que Jesús ofreció a la samaritana, a la orilla del pozo de Jacob. Ese amor no cabe en el pecho.

Cercana al lenguaje de los ángeles, la poesía es nuestro único recurso para intentar traducir lo que se prefiere hablar con el silencio. Quizás sirva el intento en este Domingo en el circo: "Soy todo tu presencia / en la radiante mañana del domingo / embanderada de infancia. / Solemne y festivo circo a(r)mado / en el terreno baldío de mi corazón. / Las piruetas del payaso son alegrías malabaristas /en el vértigo de no saber lo que hago./ Rugen fieras en mi sangre,/ me cortan espadas de fuego./ Motos locas en el globo de la muerte,/ redoble de tambores en las entrañas,/ Anuncio españolado de espectáculo /hacen de tu llegada mi suerte./ Domingo redondo abierto picadero / ensoleado por tan fuerte ardor / me funde, me quema, me alucina: / ojos vendados, sin red sobre el suelo,/ me tiro del trapecio en tu amor.

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