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viernes, 3 de marzo de 2017

“¿Estaremos camino a una gran guerra por el agua?”

El Papa defiende el acceso universal al agua segura como un derecho fundamental de todos los seres humanos. Recuerda que el respeto de este líquido es determinante para la sobrevivencia de las personas y decide el futuro de la humanidad
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
Sequía
CIUDAD DEL VATICANO
«No se olviden: cada día mil niños mueren por enfermedades ligadas a la falta de agua». Las estadísticas de las Naciones Unidas son desgarradoras. Las recordó hoy el Papa, dos veces en el mismo discurso, dirigido a los participantes en una cumbre sobre el vital líquido en el Vaticano. Advirtió que este es un problema que afecta todos y, saliéndose del mensaje preparado, exclamó: «Yo me pregunto si, en medio de esta tercer guerra mundial a pedacitos que vivimos, no estamos en camino hacia la gran guerra mundial por el agua». 
“Derecho al agua” es el título del seminario convocado por la Academia Pontificia para las Ciencias del Vaticano y la Cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro. Durante dos días expertos, líderes sociales y políticos, gobernantes y sindicalistas, discutieron sobre la emergencia mundial por el agua. Al final redactaron un manifiesto titulado “Declaración de Roma”, firmada primero por el propio Francisco.
En la sala central de la Casina Pío IV, ubicada en el corazón de los Jardines Vaticanos, el pontífice se dirigió a los asistentes en español. Recordó que el agua es el comienzo de todo, no sólo desde el punto de vista científico sino también teológico. Pero aclaró que no toda agua es vida: solo aquella que es segura y de calidad.   
«Toda persona tiene derecho al acceso al agua potable y segura; este es un derecho humano básico, y una de las cuestiones fundamentales en el mundo actual. Es doloroso ver cuando en la legislación de un país o de un grupo de países, no se considera al agua como un derecho humano. Más doloroso aún es cuando se quita lo que estaba allí y se borra este derecho humano», advirtió, hablando en español.   
«Es un problema que afecta a todos y hace que nuestra casa común sufra tanta miseria y clame por soluciones efectivas, realmente capaces de superar los egoísmos que impiden la realización de este derecho vital para todos les seres humanos. Es necesario otorgar al agua la centralidad que merece en el marco de las políticas públicas», insistió.   
La reunión de estos días estuvo encabezada por el canciller de la Academia Pontificia, el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, y Luis Liberman, el director de la Cátedra de Diálogo, iniciativa que vincula a universidades e instituciones diversas en Argentina. Con ellos presidió también el cardenal Claudio Hummes, arzobispo emérito de Sao Paulo en Brasil y presidente emérito de la Congregación para el Clero del Vaticano.  
Tocó al purpurado, viejo amigo de Francisco, darle la bienvenida al Papa. Al hacerlo, hablando en español, aseguró que la «crisis hídrica» es parte de una «global crisis climática y ambiental». Indicó algunas de sus consecuencias: la alteración del ciclo del agua en el planeta, la contaminación de las aguas, la «grave y devastadora» incidencia de la deforestación, la creciente escasez de las aguas, la dificultad de los pobres a tener acceso suficiente al agua potable, pese a que esta debe ser considerada como bien universal y debería estar disponible para todos los seres humanos.  
Esos fueron los temas del seminario. Con ellos coincidió Jorge Mario Bergoglio. Él hizo referencia a las cifras «desgarradoras» y que «no pueden dejar indiferentes». Estableció que cada día millones de personas consumen agua contaminada. «Estos datos son muy graves; se debe frenar e invertir esta situación. No es tarde, pero es urgente tomar conciencia de la necesidad del agua y de su valor esencial para el bien de la humanidad», añadió. 
Más adelante subrayó que el respeto del agua es una condición necesaria para el ejercicio de los demás derechos humanos. Por eso urgió a promover una «cultura del cuidado» que una en una causa común a todas las fuerzas necesarias: científicos, empresarios, gobernantes y políticos.   
Aseguró que unidas por una misma causa las voces ya no serán individuales o aisladas, sino «el grito del hermano que clama a través nuestro, es el grito de la tierra que pide el respecto y el compartir responsablemente de un bien, que es de todos». En este impulso – aclaró - es imprescindible la acción de cada Estado como garante del acceso universal al agua segura y de calidad. 

«Nuestro derecho al agua es también un deber con el agua. Del derecho que tenemos a ella se desprende una obligación que va unida y no puede separarse. Es ineludible anunciar este derecho humano esencial y defenderlo — como se hace —, pero también actuar de forma concreta, asegurando un compromiso político y jurídico con el agua», puntualizó.

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