El Papa defiende el acceso universal
al agua segura como un derecho fundamental de todos los seres
humanos. Recuerda que el respeto de este líquido es determinante
para la sobrevivencia de las personas y decide el futuro de la
humanidad
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
Sequía
CIUDAD DEL VATICANO
«No se olviden: cada día mil niños
mueren por enfermedades ligadas a la falta de agua». Las
estadísticas de las Naciones Unidas son desgarradoras. Las recordó
hoy el Papa, dos veces en el mismo discurso, dirigido a los
participantes en una cumbre sobre el vital líquido en el Vaticano.
Advirtió que este es un problema que afecta todos y, saliéndose del
mensaje preparado, exclamó: «Yo me pregunto si, en medio de esta
tercer guerra mundial a pedacitos que vivimos, no estamos en camino
hacia la gran guerra mundial por el agua».
En la sala central de la Casina Pío
IV, ubicada en el corazón de los Jardines Vaticanos, el pontífice
se dirigió a los asistentes en español. Recordó que el agua es el
comienzo de todo, no sólo desde el punto de vista científico sino
también teológico. Pero aclaró que no toda agua es vida: solo
aquella que es segura y de calidad.
«Toda persona tiene derecho al
acceso al agua potable y segura; este es un derecho humano básico, y
una de las cuestiones fundamentales en el mundo actual. Es doloroso
ver cuando en la legislación de un país o de un grupo de países,
no se considera al agua como un derecho humano. Más doloroso aún es
cuando se quita lo que estaba allí y se borra este derecho humano»,
advirtió, hablando en español.
«Es un problema que afecta a todos y
hace que nuestra casa común sufra tanta miseria y clame por
soluciones efectivas, realmente capaces de superar los egoísmos que
impiden la realización de este derecho vital para todos les seres
humanos. Es necesario otorgar al agua la centralidad que merece en el
marco de las políticas públicas», insistió.
La reunión de estos días estuvo
encabezada por el canciller de la Academia Pontificia, el arzobispo
Marcelo Sánchez Sorondo, y Luis Liberman, el director de la Cátedra
de Diálogo, iniciativa que vincula a universidades e instituciones
diversas en Argentina. Con ellos presidió también el cardenal
Claudio Hummes, arzobispo emérito de Sao Paulo en Brasil y
presidente emérito de la Congregación para el Clero del Vaticano.
Tocó al purpurado, viejo amigo de
Francisco, darle la bienvenida al Papa. Al hacerlo, hablando en
español, aseguró que la «crisis hídrica» es parte de una «global
crisis climática y ambiental». Indicó algunas de sus
consecuencias: la alteración del ciclo del agua en el planeta, la
contaminación de las aguas, la «grave y devastadora» incidencia de
la deforestación, la creciente escasez de las aguas, la dificultad
de los pobres a tener acceso suficiente al agua potable, pese a que
esta debe ser considerada como bien universal y debería estar
disponible para todos los seres humanos.
Esos fueron los temas del seminario.
Con ellos coincidió Jorge Mario Bergoglio. Él hizo referencia a las
cifras «desgarradoras» y que «no pueden dejar indiferentes».
Estableció que cada día millones de personas consumen agua
contaminada. «Estos datos son muy graves; se debe frenar e invertir
esta situación. No es tarde, pero es urgente tomar conciencia de la
necesidad del agua y de su valor esencial para el bien de la
humanidad», añadió.
Más adelante subrayó que el respeto
del agua es una condición necesaria para el ejercicio de los demás
derechos humanos. Por eso urgió a promover una «cultura del
cuidado» que una en una causa común a todas las fuerzas necesarias:
científicos, empresarios, gobernantes y políticos.
Aseguró que unidas por una misma
causa las voces ya no serán individuales o aisladas, sino «el grito
del hermano que clama a través nuestro, es el grito de la tierra que
pide el respecto y el compartir responsablemente de un bien, que es
de todos». En este impulso – aclaró - es imprescindible la acción
de cada Estado como garante del acceso universal al agua segura y de
calidad.
«Nuestro derecho al agua es también
un deber con el agua. Del derecho que tenemos a ella se desprende una
obligación que va unida y no puede separarse. Es ineludible anunciar
este derecho humano esencial y defenderlo — como se hace —, pero
también actuar de forma concreta, asegurando un compromiso político
y jurídico con el agua», puntualizó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario