Fander Falconí
“Los bancos son más peligrosos
para nuestras libertades que ejércitos en pie de guerra”. ¿Quién
dijo esa frase? ¿Carlos Marx? No. Fue Tomás Jefferson, uno de los
siete ‘padres fundadores’ de los Estados Unidos. 200 años
después de haber sido pronunciada esta opinión, no ha perdido
vigencia en el mundo, como lo demuestra el atraco de la banca
española contra nuestros compatriotas que adquirieron casas en
España: les quitaron sus casas y todavía les exigieron el pago de
la deuda.
Este 8 de marzo de 2017 recordamos 18 años del asalto de
la banca contra el pueblo del Ecuador, durante la infame jornada
llamada feriado.
El feriado bancario del 8 de marzo de
1999 no fue improvisado, fue premeditado y para eso se prepararon
leyes para quitar las regulaciones a la banca y a las instituciones
financieras, y librarlas de toda culpa posterior. Aunque la gran
mayoría de ecuatorianos lo desconocíamos, una minoría sabía
cuándo pasaría y cómo se beneficiaría de la desesperación de los
ahorristas. En los meses siguientes, alrededor de la décima parte de
los ecuatorianos tuvo que emigrar y perdimos nuestra unidad
monetaria, mientras unos pocos lucraron con la pérdida de muchos.
En su último documental, Réquiem
por el sueño americano, el célebre lingüista estadounidense Noam
Chomsky (quien es además un gran matemático) analiza hechos
similares en Estados Unidos. Tras la quiebra de los mercados
mundiales en 1929, Estados Unidos entró en una profunda depresión.
La política radical de Franklin Roosevelt (1933-1945) cambió el
panorama, regulando con firmeza a la banca y a las instituciones
financieras, entregando recursos a los más pobres (para que pudieran
comprar y se reactivara la economía) y dándoles trabajo mediante
alta inversión pública en carreteras, escuelas y hospitales.
Estados Unidos entró a la II Guerra Mundial (1939) como el primer
productor del planeta.
La regulación a la banca, mayores
impuestos a los más ricos y servicios gratuitos para los
trabajadores (especialmente en educación y salud) permitieron que
Estados Unidos surgiera como una potencia mundial, simbolizada en el
alunizaje de 1969. En los años 70, las instituciones financieras
empezaron el contraataque, que no se hizo efectivo hasta 1980, con la
llegada de Ronald Reagan al poder. Este bajó los impuestos a los
ricos, eliminó muchos servicios gratuitos y flexibilizó los
controles bancarios. Estados Unidos, que no había tenido crisis
financieras desde la II Guerra Mundial, volvía a ser vulnerable.
General Electric, desde su inicio en tiempos del inventor Edison
dedicada a fabricar alta tecnología, solo obtiene hoy el 50% de sus
ingresos de sus fábricas, la otra mitad proviene de operaciones
especulativas de sus capitales.
La falta de regulación y el
empobrecimiento de los trabajadores llevaron al mundo a la crisis de
2008. En Estados Unidos ocurrió lo inimaginable: el presidente Bush
llamó a los causantes de la crisis (léase las financieras) a
solucionarla y les dio recursos del Estado. Los bancos, en vez de
salvar al país, dieron departamentos y carros de lujo a sus
gerentes. En 2015, con Obama, hubo otra crisis más leve y otras
están en camino. La lección que nos dejan estas experiencias es que
los bancos requieren regulaciones, y son un peligro cuando se juntan
al poder político.
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