Proteger e integrar a
menores migrantes
Durante el Ángelus llamó la
atención sobre los «pequeños expuestos a tantos peligros». Y
advirtió que «si la Iglesia se anuncia a sí misma» «pierde el
rumbo»
GIACOMO GALEAZZI
«También nosotros somos forasteros
en los migrantes está Jesús suficiente, humillado y rechazado»
comenzó. «Cuando la Iglesia se anuncia a sí misma, pierde la
brújula». El llamado del Papa a «arrepentirse de los pecados para
volver a comenzar la vida». Después su petición de proteger y
defender a los menores que huyen de sus países, además de una
exhortación a los migrantes: «Intégrense y custodien sus
culturas».
Francisco se asomó desde la ventana
del estudio del Palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los
fieles y peregrinos que llenaban l Plaza San Pedro. Y dirigió la
mirada hacia el interior del estudio: «La Iglesia no anuncia a sí
misma; cuidado, mucho cuidado, cuando la Iglesia se anuncia a sí
misma pierde la brújula, no sabe a donde va». Por ello, la Iglesia
debe «anunciar a Cristo, no se lleva a sí misma, lleva a Cristo».
Inmediatamente antes, el Papa había insistido: «Solo Cristo es el
único Salvador». Después recordó que hoy es la Jornada Mundial
del Migrante y del Refugiado, dedicada al tema «Migrantes menores,
vulnerables y sin voz». Y advirtió: «Estos nuestros pequeños
hermanos, especialmente si no van a acompañados, están expuestos a
muchos peligros». Por ello, es necesario «adoptar cada medida
posible para garantizar a los menores la protección y la defensa,
así como su integración».
El Papa dirigió un saludo «especial
a los representantes de las diversas comunidades étnicas presentes
en la Plaza de San Pedro». A todas ellas Francisco deseó «vivir
con serenidad en las localidades que los acogen, respetando sus leyes
y las tradiciones y, al mismo tiempo, custodiando los valores de sus
culturas de origen». Subrayando que el encuentro de varias culturas
es siempre un enriquecimiento para todos, el Papa agradeció a la
Diócesis de Roma y a todos los que trabajan con los emigrantes para
recibirlos y acompañarlos en sus dificultades, alentando a continuar
con esta obra recordando el ejemplo de santa Francisca Cabrini,
patrona de los emigrantes, de quien conmemoramos este año el
centenario de la muerte.
«Esta religiosa valiente —recordó—
dedicó su vida a llevar el amor de Cristo a todos los que estaban
lejos de la patria y de la familia. Que su testimonio nos ayude a
preocuparnos por el hermano extranjero, en el cual está presente
Jesús, a menudo sufriente, rechazado y humillado».
Al rezar el Ángelus con los fieles y
peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro el tercer
domingo de enero, Papa Francisco comentó el Evangelio del día que
nos presenta la parábola de Juan Bautista cuando al bautizar a Jesús
en el río Jordán afirma: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo!». El obispo de Roma invitó a los numerosos
presentes a imaginar esta escena evangélica, porque es decisiva. Sí,
decisiva para nuestra fe y para la misión de la Iglesia, dijo.
Puesto que la Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo
que hizo Juan, es decir, indicar a Jesús a la gente.
Asimismo, el Pontífice recordó que
el Bautista predicaba que el Reino de los cielos estaba cerca porque
sabía que el Mesías estaba a punto de manifestarse, por lo que
insistía en la necesidad de prepararse, convertirse y comportarse
con justicia. A la vez que añadió que sabía que el Consagrado del
Señor traería el verdadero bautismo, es decir, el bautismo en el
Espíritu Santo, tal como se lee en la descripción del Bautismo de
Jesús.
Después de afirmar que Jesús es el
Mesías, el Rey de Israel, que como Cordero de Dios, toma sobre sí y
quita el pecado del mundo tal como lo indica el mismo Juan con las
palabras: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo», Francisco dijo que se trata de las palabras que todos los
sacerdotes repiten diariamente en la Misa. Y explicó que este gesto
litúrgico representa toda la misión de la Iglesia, que no se
anuncia a sí misma, sino que anuncia a Cristo; puesto que Él es el
único salvador de su pueblo. Antes de rezar a la Virgen María, el
Papa invitó a a los fieles a que le pidieran a la Madre del Cordero
de Dios que nos ayude a creer en Él y a seguirlo.
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