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miércoles, 18 de enero de 2017

El Papa pide

Proteger e integrar a menores migrantes
Durante el Ángelus llamó la atención sobre los «pequeños expuestos a tantos peligros». Y advirtió que «si la Iglesia se anuncia a sí misma» «pierde el rumbo»
GIACOMO GALEAZZI
«También nosotros somos forasteros en los migrantes está Jesús suficiente, humillado y rechazado» comenzó. «Cuando la Iglesia se anuncia a sí misma, pierde la brújula». El llamado del Papa a «arrepentirse de los pecados para volver a comenzar la vida». Después su petición de proteger y defender a los menores que huyen de sus países, además de una exhortación a los migrantes: «Intégrense y custodien sus culturas».

Francisco se asomó desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos que llenaban l Plaza San Pedro. Y dirigió la mirada hacia el interior del estudio: «La Iglesia no anuncia a sí misma; cuidado, mucho cuidado, cuando la Iglesia se anuncia a sí misma pierde la brújula, no sabe a donde va». Por ello, la Iglesia debe «anunciar a Cristo, no se lleva a sí misma, lleva a Cristo». Inmediatamente antes, el Papa había insistido: «Solo Cristo es el único Salvador». Después recordó que hoy es la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, dedicada al tema «Migrantes menores, vulnerables y sin voz». Y advirtió: «Estos nuestros pequeños hermanos, especialmente si no van a acompañados, están expuestos a muchos peligros». Por ello, es necesario «adoptar cada medida posible para garantizar a los menores la protección y la defensa, así como su integración».
El Papa dirigió un saludo «especial a los representantes de las diversas comunidades étnicas presentes en la Plaza de San Pedro». A todas ellas Francisco deseó «vivir con serenidad en las localidades que los acogen, respetando sus leyes y las tradiciones y, al mismo tiempo, custodiando los valores de sus culturas de origen». Subrayando que el encuentro de varias culturas es siempre un enriquecimiento para todos, el Papa agradeció a la Diócesis de Roma y a todos los que trabajan con los emigrantes para recibirlos y acompañarlos en sus dificultades, alentando a continuar con esta obra recordando el ejemplo de santa Francisca Cabrini, patrona de los emigrantes, de quien conmemoramos este año el centenario de la muerte.
«Esta religiosa valiente —recordó— dedicó su vida a llevar el amor de Cristo a todos los que estaban lejos de la patria y de la familia. Que su testimonio nos ayude a preocuparnos por el hermano extranjero, en el cual está presente Jesús, a menudo sufriente, rechazado y humillado».
Al rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro el tercer domingo de enero, Papa Francisco comentó el Evangelio del día que nos presenta la parábola de Juan Bautista cuando al bautizar a Jesús en el río Jordán afirma: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». El obispo de Roma invitó a los numerosos presentes a imaginar esta escena evangélica, porque es decisiva. Sí, decisiva para nuestra fe y para la misión de la Iglesia, dijo. Puesto que la Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo que hizo Juan, es decir, indicar a Jesús a la gente.
Asimismo, el Pontífice recordó que el Bautista predicaba que el Reino de los cielos estaba cerca porque sabía que el Mesías estaba a punto de manifestarse, por lo que insistía en la necesidad de prepararse, convertirse y comportarse con justicia. A la vez que añadió que sabía que el Consagrado del Señor traería el verdadero bautismo, es decir, el bautismo en el Espíritu Santo, tal como se lee en la descripción del Bautismo de Jesús.

Después de afirmar que Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, que como Cordero de Dios, toma sobre sí y quita el pecado del mundo tal como lo indica el mismo Juan con las palabras: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo», Francisco dijo que se trata de las palabras que todos los sacerdotes repiten diariamente en la Misa. Y explicó que este gesto litúrgico representa toda la misión de la Iglesia, que no se anuncia a sí misma, sino que anuncia a Cristo; puesto que Él es el único salvador de su pueblo. Antes de rezar a la Virgen María, el Papa invitó a a los fieles a que le pidieran a la Madre del Cordero de Dios que nos ayude a creer en Él y a seguirlo.

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