Una ayuda para discernir
cristianamente frente a las próximas elecciones!
Nos acercamos a las elecciones del
nuevo Presidente de nuestro Ecuador y de quienes, en la Asamblea,
tendrán que apoyar y/o cuestionar las opciones propuestas para el
camino hacia el sumak kawsay (buen vivir) de todos/as quienes
formamos el Ecuador.
Papa Francisco, en el jubileo de las
personas marginadas, les decía: ¡No dejen de soñar! Sueñen que el
mundo se puede cambiar, y esa es una siembra que nace del corazón de
ustedes. Enséñennos con sus sueños a soñar desde el Evangelio,
donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio: ¡la pobreza
está en el corazón del Evangelio! Solo aquel que siente que le
falta algo mira arriba y sueña el que tiene todo no puede soñar.
Soñar en cristiano, en estos
momentos, implica por lo menos dos reflexiones de fondo:
1. Estar convencidos de que nuestro
país, a pesar de los muchos logros alcanzados en esto últimos años
a distintos niveles, es un país donde todavía la desigualdad no ha
cambiado y donde sigue habiendo ricos más ricos a costa de pobres
más pobres. ¡Son urgentes cambios… de fondo!
2. Los sueños verdaderos no pueden
ser los de las personas acomodadas, que defienden sus privilegios,
sino los de los pobres, de los marginados y excluidos. Se trata de
ver la realidad desde y con ellos para buscar a las personas que
tengan voluntad política de hacer caminar nuestro país hacia
cambios radicales en la perspectiva de la óptica de María que, en
su “Magnificat”, soñaba que Dios quería derribar a los
poderosos de sus tronos y exaltar a los humildes, colmar de bienes a
los hambrientos y despedir a los ricos con las manos vacías. (Cf Lc
1,52-53)
1. SOÑAR un ECUADOR… que ame de
veras la VIDA
En muchos lugares encontramos el
eslogan:”Ecuador ama la vida”: ¿se trata de una realidad o de un
sueño?
Este sueño la carta constitucional
lo ha traducido en el compromiso por el “sumak kawsay” el buen
vivir.
Pero este buen vivir ¿para quiénes?
Y ¿en qué consiste la bondad de la vida que buscamos?
En estos últimos años tenemos que
reconocer los pasos que se han dado para mejorar la atención de
salud a todos los ecuatorianos, en la ciudad y aún en el campo (por
lo menos… en algo).
Pero son motivo de preocupación la
violencia a todos los niveles, los abortos en aumento, el abandono de
personas mayores y enfermas, los feminicidios encubiertos por la
impunidad, la prostitución infantil, los niños y niñas en las
calles en situaciones de riesgo, la drogadicción…: situaciones que
nos hablan de muerte y no de vida.
Amar la vida es un reto a no cerrar
los ojos frentes a estas realidades, a sentirnos todos, de alguna
manera, responsables por nuestra indiferencia ante ellas.
Amar la vida nos tiene que
comprometer a meternos en el pellejo de quienes sienten su vida
amenazada, a buscar leyes valientes para defenderla a todos los
niveles.
Amar la vida es verla no en función
de intereses o de posibles resultados, sino en si misma como don de
Dios que enriquece a todos. ¡La vida de un enfermo, de un anciano,
de un niño… que no producen, es preciosa como la de quienes
podemos trabajar y ganar!
Amar la vida no sólo de las
personas, sino también de la naturaleza cuyos dones Dios a todos
para poder vivir dignamente como hijos/as de Él.
En los programas que nos ofrecen
nuestros posibles gobernantes ¿se nota preocupación verdadera para
la vida de todos, desde el seno materno hasta la muerte natural?
¿Cuál es su postura frente al aborto y a la eutanasia? ¿Qué
propuestas concretas ofrecen para responder a las situaciones de
muerte que nos acechan?
2. Soñar un Ecuador… que defienda
la familia
Hablar de la familia en nuestro medio
hoy es una tarea delicada: hay tantos tipos de familia (o de
situaciones que se presentan como “familia”) entre nosotros:
familias tradicionales, familias de unión libre, madres solteras,
niños/as a cargo de abuelos, divorcios, nuevas experiencias
conyugales de personas divorciadas, embarazo de adolescentes…
Por otro lado, un machismo todavía
bien enraizado, falsas ideas de “liberación” sexual, un
hedonismo desenfrenado, la dificultad a aceptar y vivir opciones
“para siempre”… hacen difícil entender y vivir un ideal de
familia que responda al proyecto de Dios y sea célula significativa
de una sana convivencia social. Además una peligrosa ideología de
género tiende a equiparar cualquier forma de convivencia humana con
la familia conformada por el padre, la madre y los hijos.
El problema de la migración temporal
o definitiva, casi siempre causada por la violencia, la pobreza, la
falta de trabajo y las condiciones ambientales, lleva a la
desintegración de muchas familias.
Nuestra Constitución afirma en el #
67: El Estado protegerá la familia como núcleo fundamental de la
sociedad y garantizará condiciones que favorezcan integralmente la
consecución de sus fines… El matrimonio es la unión entre hombre
y mujer.
Por otro lado, la educación de los
hijos es un problemas difícil que los padres no asumen o asumen mal
y delegan fácilmente a la escuela o a la parroquia. La defensa de la
familia, por parte del estado, supone respetar el derecho de los
padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones éticas y
religiosas.
Papa Francisco nos ha ofrecido en su
Carta “Amoris laetitia (la alegría de amar)” una propuesta
concreta y actualizada para reflexionar y para ayudar a las familias
a hacer realidad el proyecto de Dios para el bien de nuestras
sociedades.
¿Hasta a qué punto nuestros futuros
gobernantes aceptan esta propuesta y qué respuestas políticas
concretas quieren dar a las problemáticas urgentes, a nivel de
familia y de educación que enfrentamos en nuestro país?
3. Soñar un Ecuador…
auténticamente intercultural
Una realidad que cada día más
cuestiona a nuestro mundo y a nuestro Ecuador es la
pluriculturalidad: a nivel étnico, de edad, de sexo, de idioma, de
ideología, de religión… convivimos entre personas que somos
distintas, que pensamos y actuamos de manera distinta. ¿Cuales
propuestas tienen nuestros candidatos para hacer de esta realidad un
camino hacia un Ecuador más fraterno y menos conflictivo?
En esta situación “pluricultural”
un riesgo es el de pensar que lo propio, lo mío, es lo autentico y
verdadero, despreciando y a veces “satanizando” a lo que es
distinto como un peligro a la propia tranquilidad y a los propios
privilegios. Se trata de dominación cultural: de lo “gringo”
sobre lo cholo, de los “blancos” sobre los indígenas y negros,
del varón sobre la mujer…
Riesgo contrario es el de pensar que
la manera de pensar y de vivir del otro es la mejor, hasta llegar a
renunciar a lo propio como algo que no tiene sentido. Es la situación
de quienes han vivido histórica o personalmente experiencias de
dominación. En nuestro medio, indígenas que se presentan como
mestizos, que no quieren hablar el idioma propio, mujeres que aceptan
inconscientemente el machismo…
Una vía de aparente solución es la
de la tolerancia: aguanto al otro que es distinto, porque no hay
remedio…
El desafío auténtico es pasar de la
tolerancia (punto indispensable de partida) a la interculturalidad:
aceptar que la diversidad no es un peligro, ni puede ser motivo de
conflicto, sino que es la oportunidad para un enriquecimiento
recíproco: en idioma kichwa, se trata del ranti ranti, del dar y
recibir.
En sentido cristiano, una
interculturalidad es auténtica en la medida que da prioridad a lo
culturalmente marginado, sin poder. ¡Cuánto podrían aportar para
un Ecuador más justo y solidario nuestras culturas indígenas,
negras, montubias!
Quienes se ofrecen para gobernar
nuestro país, ¿hasta qué punto aceptan este reto, no sólo de
palabras en la propaganda electoral, sino en sus planes concretos de
gobierno? ¡Abramos los ojos!
4. Soñar un Ecuador… que opte por
los POBRES
Nuestra Constitución fija entre los
deberes primordiales del Estado, “erradicar la pobreza, promover el
desarrollo sustentable y la redistribución equitativa de los
recursos y la riqueza, para acceder al buen vivir”. (C. 3,5). Pero
es sintomático que en el texto de nuestra “carta magna” no se
encuentra la palabra pobre y una sola vez la palabra pobreza:
¡parecen realidad que no existen en nuestro país!
Es importante reconocer que en los
últimos años se han dado pasos concretos para aliviar la situación
de marginalidad de mucha gente… pero ¡es todo un camino que
todavía hay que andar!
Las desigualdades sociales y
económicas son todavía escandalosas en nuestro Ecuador: entre campo
y ciudad, entre periferias y centros residenciales, entre megasueldos
de pocos y microsueldos de muchos… sin hablar de los escándalos de
corrupción que siguen salpicando a tanta gente… “honrada”. Lo
más preocupante es que el sueño de la mayoría, aun de los pobres,
es el de ser ricos, de tener siempre más.
Optar por los pobres es, en primer
lugar, reconocer la situación de injusticia que vivimos todavía
entre nosotros, reconocer que todos/as tienen derecho a una vida
digna y que esto no es posible sin el valor de luchar, a nivel
político, para que los ricos sean menos ricos y los pobres menos
pobres.
Papa Francisco desafía, a quienes
quieren cambiar esta situación, a “oler a pobres”, a acercarse,
con respeto y cariño a quienes sufren, a “tocar en ellos la carne
de Cristo”… y no sólo en el tiempo de la propaganda electoral…
En segundo lugar, optar por los
pobres es creer, por lo menos para quienes queremos seguir a Jesús,
que sólo de los pobres pueden surgir proyecciones de un futuro que
sea más justo, porque son ellos quienes más entienden el sueño de
Dios, el sueño de un mundo donde todos sus hijos/as puedan vivir
como hermanos/as, sin ricos y sin pobres. (Mt 11,25)
Quienes queremos elegir para que
gobiernen nuestro país ¿comparten, por lo menos en algo, este
sueño, están dispuestos a jugársela para intentar hacerlo
realidad?
5. Soñar un Ecuador… que respete
la PACHAMAMA
El artículo 71 de nuestra
Constitución reza: La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y
realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su
existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales…
Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir a la
autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza.
El manejo del agua, la extracción
del petróleo y la explotación de minerales han creado, hasta última
hora, en la Amazonía y en algunas provincias de la Sierra,
conflictos serios entre la autoridad gubernamental y las poblaciones,
especialmente indígenas, afectadas por estas.
Las motivaciones para justificar esta
acciones son, por parte del gobierno, económicas (encontrar fuentes
de financiamiento por proyectos de bien público), mientras las
motivaciones para rechazarlas son fundamentalmente las de defender
derechos propios.
A menudo, ni los unos, ni los otros
miran este asunto desde la perspectiva de la “casa común” que
Dios nos regala para el bien de quienes la podemos habitar ahora y
para el bien de quienes la habitarán después de nosotros. Es la
óptica que nos propone Papa Francisco en su carta Laudato sí.
El riesgo de destruir para siempre
una naturaleza que es fuente de vida para todos debe cuestionar
seriamente un abuso de los recursos naturales para financiar obras
públicas aun importantes y, mucho más, para un enriquecimiento,
claramente ilícito, de personas o grupos económicos, nacionales y/o
extranjeros.
“¡Sin oro podemos vivir, sin agua
no podemos vivir!”: es una expresión de la sabiduría popular de
los habitante de Quimsacocha” (Azuay)
Para optar consciente y valientemente
para un cambio de óptica frente a esta realidad, es urgente apuntar
a una autentica espiritualidad ecológica: ver y actuar movidos por
un profundo respeto por la naturaleza y, en ella, sobre todo por el
ser humano.
Las personas por la cuales daremos
nuestro voto ¿tienen esta óptica, o, por lo menos, intentan meterse
en camino hacia ella?
P. Luis Ricchiardi
Salesiano
Miembro del ERT
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