FRANCESCO PELOSO
El próximo 8 de febrero se llevará
a cabo la tercera Jornada internacional de oración y de reflexión
en contra de la trata de personas; «son niños, no esclavos» es el
título elegido para este año. Sor Eugenia Bonetti (misionera y
presidenta de la asociación Slaves No More, comprometida desde hace
muchos años en la construcción de la red de religiosas y religiosos
en contra del tráfico de personas), habló con Vatican Insider de
todos los aspectos dramáticos de una de las plagas más terribles de
nuestro tiempo.
Sor Eugenia, ¿puede explicar en
términos generales qué quiere decir «trata» de personas?
Hasta hace algunos años, el mayor
tráfico estaba relacionado con la explotación sexual, porque había
una gran petición de «mano de obra» barata. Es un fenómeno que
prosigue, pero a través de una modalidad específica: las personas
que piden asilo.
¿De qué manera?
Sustancialmente, se explota la
llegada de estas personas vía mar, y luego los traficantes hacen que
estas víctimas pidan asilo político, mismo que no será reconocido
casi nunca; es un mecanismo que involucra principalmente a mujeres
muy pobres que hacen de todo para llegar a las costas de Libia y
desde allí se dirigen a Lampedusa; una vez en Europa, los
traficantes las inducen a que suscriban una petición de asilo
político. Con este documento entran a los Centros de acogida, los
Sprar (Servicio de protección para las personas que piden asilo y
para refugiados); sin embargo, desde ese momento las mujeres solo
cuentan con la petición de asilo y para que llegue una respuesta
pueden pasar hasta dos años. Aquí entran en juego los traficantes.
Estos últimos las ayudaron económicamente para que pudieran llegar
a Italia, por lo que las jóvenes mujeres deben pagar una enorme
deuda, principalmente con la explotación en las calles. Hay que
decir que de estos centros, durante el día, las personas pueden
entrar y salir, por lo que los traficantes las van a recoger y las
vuelven a llevar, mientras la policía, frente a un documento de
petición de asilo no puede hacer mucho.
El mecanismo perverso es el de el
pago de una deuda…
Sí, una deuda cuyo valor ni siquiera
conocen las víctimas. Un valor que puede llegar a 50 mil o 70 mil
euros. La mayor parte de las veces el blanco son chicas analfabetas,
que son más fáciles de atrapar.
Entonces, la burocracia, con sus
tiempos bíblicos, ayuda a los explotadores…
Sí. Y hay más. Después de
transcurrido el periodo durante el que las chicas esperan una
respuesta a su petición de asilo, estas mujeres se encuentran ya en
territorio italiano y siguen siendo explotadas hasta que no han
pagado la deuda. Pero cuando esto sucede, estas mujeres ya están
destrozadas. Hay que tener en cuenta que en los últimos dos años,
solamente desde Nigeria, han llegado 12 mil mujeres. Son datos del
Ministerio del Interior. Estas nigerianas son principalmente menores
de edad, analfabetas, extorsionarles, porque, además, son sometidas
a ritos Vudú que son violentos y tienen un impacto muy fuerte en
ellas. Muchas ya llegan embarazadas. Los explotadores saben que
cuando una chica llega embarazada cuenta con una ayuda preferencial.
Y en muchas ocasiones las embarazadas a propósito.
¿Quiénes son estos traficantes;
hablamos de organizaciones activas tanto en los países de origen
como en los de destino?
Exactamente. Pero no forzosamente
deben ser estructuras enormes, pueden ser incluso organizaciones de
pocas personas. El traficante pues ser hasta un familiar, un amigo de
familia, es alguien que explota la fuga provocada por la pobreza, la
violencia de Boko Haram, en el caso de Nigeria. Y se aprovechan de
las personas más desprotegidas de las familias más numerosas,
haciéndoles creer que estas jóvenes podrán ayudar a los hermanos y
a las hermanas que se quedan en casa para que puedan ir a la escuela,
pero las ganancias, evidentemente, acaban en los bolsillos de los
explotadores. Porque si una persona debe pagar una deuda neta de
entre 50 y 60 mil euros, tendrá que trabajar en la calle por lo
menos entre 4 y 5 años, porque ahora la tarifa es muy baja debido a
la crisis económica, que también ha influido en este aspecto, por
lo que se puede llegar a ganar entre 15 y 20 euros cada vez. La
persona sigue siendo explotada y no tiene ni siquiera la capacidad
para comprender que la han estafado.
¿En los países a los que llegan,
quiénes son los que administran la explotación?
Cuenta con el apoyo de las
organizaciones criminales italianas, pero del trafico verdadero se
ocupan traficantes nigerianos y, sobre todo, mujeres nigerianas, las
llamadas «madame», le «maman», que se ocupan de las jóvenes
después de que llegan a Lampedusa. De los centros de permanencia
temporal son llevadas a la calle, y si las detiene la policía tienen
el documento de petición de asilo.
La situación es terrible, pero
¿dónde se puede comenzar a cambiar de dirección?
La prevención y la información,
tanto en los países de origen como en los países a los que llegan.
En septiembre estuve en Nigeria, llevaba tiempo sin ir, y
verdaderamente el país ha caído en una miseria absoluta, aunque
esté lleno de petróleo, de riquezas. Pero la pobre gente lleva una
vida extrema, en las aldeas ya no tienen ni siquiera escuelas, la
gente está desesperada. Hay una enorme ignorancia. Y entonces el
trabajo que estamos haciendo, con la red de religiosas y las Caritas
y las diócesis, es dar mensajes: vean que Europa e Italia no son el
paraíso, sino que representan un mundo de explotación, sepan que
están mandando a sus hijas hacia una muerte segura. Hay una enorme
urgencia de invertir en la previsión. Además, una vez que las
mujeres ya han vivido esta experiencia es muy difícil que vuelvan a
ser ellas mismas, han sido vaciadas, ya no tienen parámetros y se
han acostumbrado a ser usadas y desechadas, ya no tienen sentido de
la dignidad propia, solo piensan en el dinero.
¿Cuál es el trabajo que ustedes
hacen en este contexto como religiosas?
Nosotras las religiosas hemos sido de
las primeras en comprender la necesidad de crear una red entre países
de origen, tránsito y destino. Hemos dicho: los traficantes están
muy organizados para capturar a sus presas, nosotras también
deberíamos estar organizadas para detener este fenómeno y dar
respuestas alternativas. Y creamos esta red, que ya está en todo el
mundo: Talitha Kum. Involucra a todos los grupos de religiosas que se
han formado en los países y en los continentes, y, a nivel
intercontinental, las pone en contacto entre ellas. Trabajamos
siempre en red.
¿Entonces ustedes están a favor de
instrumentos como el de los canales humanitarios para afrontar la
inmigración?
Claro. Lo importante es que después
se trabaje con inteligencia. Nuestras casas, por ejemplo, tienen una
particularidad importante: las reglas del juego las hacemos nosotras.
Si debemos acoger, acogemos bien, creamos ocasiones de integración;
tratamos de que aprendan a leer y a escribir, tratamos de mantenerlas
ocupadas. Y también es una manera para establecer contactos
positivos con las poblaciones locales. Si la gente ve que estas
personas no hacen nada durante todo el día, que no saben qué hacer
de la mañana a la noche es natural que al final se rebele que nazcan
preocupaciones
¿En cuáles zonas del mundo se
siente particularmente este fenómeno?
En el sureste asiático, por ejemplo
el problema es terrible. Sobre todo por la explotación de menores
debido también al turismo. Están estas niñas de 7, 8 o 9 años,
explotadas sexualmente. Es un crimen contra la humanidad.
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