la esperanza del pueblo brasilero
Leonardo Boff
La situación social, política
y económica de Brasil merecería una reflexión seria sobre el
intento perverso de matar la esperanza del pueblo brasilero,
promovido por una banda (ese es el nombre) de políticos, en su gran
mayoría corruptos o acusados de tal, que de forma desvergonzada se
pusieron al servicio de los verdaderos forjadores del golpe
perpetrado contra la Presidenta Dilma Rousseff: la vieja oligarquía
del dinero y del privilegio que jamás aceptó que alguien del piso
de abajo llegase a ser Presidente de Brasil y que incluyese
socialmente a millones de los hijos e hijas de la pobreza.
Al referirse a la corrupción todos
piensan en Lava Jato y en Petrobrás. Pero olvidan o les es negada
intencionalmente por los medios de comunicación conservadores y
legitimadores del orden establecido, otra corrupción mucho peor,
revelada exactamente el día de Navidad en el que junto con el
nacimiento de Cristo se narra la matanza de niños inocentes por el
rey Herodes, actualizada hoy por los corruptos que dilapidan el país.
Wagner Rosario, secretario del
Ministerio de la Transparencia, nos revela que en los últimos trece
años los esquemas de corrupción, fraudes y desvíos de recursos de
la Unión, destinados a los Estados, municipios y ONGs y dirigidos a
pequeños municipios con bajo Índice de Desarrollo Humano, pueden
superar un millón de veces el robo en la Petrobrás descubierto en
la operación Lava Jato. Son 4 mil millones camuflados que
pueden transformarse, en un estudio econométrico, en un billón de
reales. Las áreas más afectadas son la salud (merienda) y la
educación (abandono de las escuelas).
Dice el Secretario: «yo llamo a
eso asesinato de la esperanza. Cuando se retira la merienda a un
niño, se quita la posibilidad de crecimiento de aquel municipio a
mediano y largo plazo. Se está matando a toda una generación».
La nación precisa saber de esta
matanza y no dejarse engañar por los que ocultan, controlan y
deforman las informaciones porque son anti-sistémicas.
Pero no se puede vivir solo de las
desgracias que mancharon gran parte del año 2016. Volvámonos hacia
aquello que nos permite vivir y soñar: la esperanza.
Para entender la esperanza tenemos
que superar el modo común de ver la realidad. Pensamos que la
realidad es lo que está ahí, dado y hecho. Olvidamos que lo dado es
siempre hecho y no es todo lo real. Lo real es mayor. Pertenece
también a lo real lo potencial, lo que aún no es pero puede llegar
a ser. Ese lado potencial se expresa mediante la utopía, los sueños,
las proyecciones de un mundo mejor. Es el campo donde florece la
esperanza. Tener esperanza es creer que ese potencial puede
transformarse en real, no automáticamente, sino por la práctica
humana. Por lo tanto, la utopía que alimenta la esperanza no se
antagoniza con la realidad. Ella revela su lado potencial, lo
abscóndito, que quiere salir afuera para hacer historia.
Hago mío el lema del gran científico
y físico cuántico Carl Friedrich von Weizsäcker, cuya sociedad
fundada por él me honró a finales de noviembre en Berlín con un
premio por el intento de unir el grito de la Tierra con el grito del
pobre: «no anuncio optimismo, sino esperanza».
La esperanza es un bien escaso hoy en
todo el mundo y especialmente en Brasil. Los que cambiaron
ilegítimamente los rumbos del país, imponiendo un ultraliberalismo,
están asesinando la esperanza del pueblo brasilero. Las medidas
tomadas castigan principalmente a las grandes mayorías que ven las
conquistas sociales históricas literalmente desmontadas.
Aquí nos socorre el filósofo alemán
Ernst Bloch que introdujo el “principio esperanza”. Esta, la
esperanza, es más que una virtud entre otras. Es un motor que
tenemos dentro de nosotros que alimenta todas las demás virtudes y
nos lanza hacia delante, suscitando nuevos sueños de una sociedad
mejor.
Esta esperanza va a proporcionar las
energías para que la población afectada pueda resistir, salir a las
calles, protestar y exigir cambios que hagan bien al país,
comenzando por los que más necesitan.
Como la mayoría es cristiana son
oportunas las palabras del sabio Riobaldo de Guimarães Rosa: «Con
Dios existiendo, todo da esperanza, el mundo se soluciona… Teniendo
a Dios es menos grave descuidarse un poquito, pues al final todo sale
bien. Pero si no se tiene a Dios, entonces no hay licencia para cosa
alguna».
Tener fe es tener saudades de Dios.
Tener esperanza es saber que Él está a nuestro lado, aunque
invisible, haciéndonos esperar contra toda esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario