su tragedia colonial
Fander Falconí
Hay dos clases de comentarios sobre
las noticias: los serios o fundamentados, sean de derecha o de
izquierda, que pueden discutirse con altura. Los otros son
comentarios burlescos sin funda-mentos. Se parecen a los monólogos
de los cómicos populares, como cuando Don Evaristo proponía hace 50
años volver a usar burros en vez de vehículos motorizados, para que
no hubiera más accidentes de tránsito. Esa misma falta de lógica
es la que han creado comentarios como estos: “Aquí necesitamos un
Pinochet” o “Sería bueno que nos invadiera Estados Unidos”.
(¡¿Qué?!)
Las inversiones estadounidenses no
tardaron en llegar: se compraron todas las tierras y las dedi-caron
al monocultivo de caña de azúcar. Los portorriqueños son
ciudadanos de Estados Unidos: a cambio de no necesitar visa, han sido
los primeros reclutados en todas las guerras desde 1917. Los demás
latinoamericanos sabemos que los boricuas no son gringos, en
particular por su músi-ca. Pero un siglo de ‘norteamericanización’
no ha convertido a la bella isla en un país próspero. Más bien ha
sido al revés.
Acaba de declararse en bancarrota el
Gobierno de Puerto Rico, para enfrentar su impagable deuda externa
que ya tenía 22 demandas legales de los acreedores. Estado asociado
o república independiente, da lo mismo a los usureros
multinacionales. The Guardian, el polémico periódico británico,
compara al país caribeño con Grecia, la cenicienta de Europa.
A diferencia de Grecia, los
ciudadanos de Puerto Rico no tendrán voz ni voto en su destino.
Washington decidirá. La bancarrota se veía venir. En enero, se
recortaron gastos de salud, educación y jubilaciones. Medidas
neoliberales típicas que afectan solo a los pobres. En marzo se
anunció una urgente reforma fiscal y el mismo Gobierno admitió que
2007-2017 había sido una década perdida. Lo peor es que la reforma
fiscal está destinada a exprimir al pueblo isleño para que pague la
deuda, no para que mejore sus ingresos con mayor producción.
El presidente Trump ya dijo en las
redes sociales que los demócratas tratan de salvar a Puerto Rico con
‘sus’ dólares (refiriéndose a los impuestos que pagan los ricos
del continente). Pero los estadounidenses no consideran que quebrar a
Puerto Rico es lanzar un bumerán. Miles de porto-rriqueños
abandonarán la isla en los próximos meses para buscar trabajo en
Estados Unidos.
A diferencia de los mexicanos, no
necesitan entrar escondidos. Pero el costo social y económico de esa
migración en masa podría forzar a Trump a ‘liberar’ a Puerto
Rico o a convertirlo en un Estado más de la Unión.
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