ante el Congreso podría determinar el futuro de Donald Trump
Jesús Del Toro,
El testimonio que James Comey,
exdirector del FBI, presentará este jueves 8 de junio ante el
Congreso será uno de los momentos determinantes de la crisis que
azota al gobierno del presidente Donald Trump. Se trata de un momento
muy esperado y de carácter extraordinario tanto por el contexto de
crispación política en el que se da como porque, dado la grave
materia de la que trata, podría ser una encrucijada decisiva en el
destino de la actual administración.
El presidente Donald Trump podría
resultar afectado tras lo que el exdirector del FBI, James Comey,
diga en su comparecencia ante el Congreso sobre el caso de la
injerencia de Rusia en las elecciones de EEUU y la reacción de la
Casa Blanca hacia ello. (EFE)
Y se comenta que Trump estaría
molesto porque Comey no le habría refrendado explícitamente su
lealtad personal, algo que en realidad no sería procedente pues el
director del FBI le debe lealtad a la república y sus instituciones,
no al individuo en turno en la Casa Blanca.
Por añadidura, Trump ha dicho
reiteradamente que Comey le dijo que él no estaba bajo investigación
en el asunto de Rusia. Algo que en realidad no se ha confirmado o
negado formalmente.
Sea como sea, la fulminante
destitución de Comey, la presunta petición de Trump para frenar la
investigación sobre Flynn (y peticiones similares que el presidente
habría formulado a otras figuras del aparato de inteligencia) han
desatado la especulación sobre la posibilidad de que desde la Casa
Blanca se haya cometido una obstrucción de la justicia, situación
ominosa que sería una causa de un potencial proceso de destitución
presidencial.
Lo que Comey testifique ante el
Congreso, así, podría poner luz en todo ese extraño intríngulis
Se ha afirmado que él no hará juicios sobre si Trump cometió o no
obstrucción de la justicia, sino que se limitará a presentar
hechos, a narrar lo que según él sucedió en sus reuniones con el
presidente y a dejar para otras instancias el análisis sobre la
legalidad de todo ello.
Pero, ciertamente, algunas de las
preguntas clave podrían tener respuestas de gran calado.
Las comuicaciones de Janes Comey en
2016 ante legisladores, en el tema del servidor privado de email de
Hillary Clinton, causaron revuelo durante la pasada campaña
electoral. (AFP)
¿Le pidió Trump a Comey lealtad
personal y no institucional, como si el director del FBI fuera un
empleado de uno de sus negocios y no el titular de una agencia
gubernamental con autonomía?
¿Trató Trump, como Comey habría
dicho, de crear una relación personal con él, quizá para con ello
ponerlo en línea con los intereses de la Casa Blanca? ¿Se saltaba
el presidente el protocolo al interactuar con Comey sobre esas
indagaciones?
¿Le pidió Trump suspender las
investigaciones sobre Flynn y sus nexos con Rusia?
¿Estaba el presidente siendo
investigado en relación a ese escándalo?
¿Le dijo Comey a Trump que no era
sujeto de investigación, o cree Comey que Trump lo infirió
equívocamente? ¿Qué tan directo o sutil fue toda su interacción
al respecto?
¿Cree Comey o no que Trump pretendió
obstruir la justicia o cuál fue el grado de sus peticiones o
exigencias?
Las respuestas que el exdirector del
FBI dé ante los legisladores darán presumiblemente mucho que hablar
(y ya lo están haciendo luego de que un comunicado preliminar al
respecto ha sido publicado) y podrían precipitar mayores
turbulencias para Trump (quien considera ‘fake news’ todos los
alegatos sobre la posible vinculación de su campaña con agentes
rusos), aunque aún está por verse si las declaraciones de
Comey acabarán siendo cataclísmicas.
En realidad, se afirma que Comey
testificaría en sintonía con el trabajo de Robert Mueller, el
recientemente nombrado investigador especial del Departamento de
Justicia en el caso de la injerencia de Rusia en las elecciones.
Ambos personajes tienen cercanía profesional y personal, y al
parecer Comey no interferiría o forzaría acciones o decisiones de
Mueller, quien no tiene necesariamente la obligación de hacer
públicos sus hallazgos o de presentarlos en audiencias públicas
sino hasta que él mismo considere pertinente.
Claro que si Comey ofrece
revelaciones explosivas, en sincronía o en contraposición a
Mueller, la opinión pública y las fuerzas políticas se
revolucionarán aún más.
Donald Trump, durante la campaña
presidencial y ya en su mandato, ha tenido reacciones de elogio y de
rechazo a James Comey, a quien al final destituyó de modo fulminante
del FBI. (ABC News)
En ese contexto, es posible que la
decisión de Trump de no invocar su derecho (conocido como ‘executive
privilege’) de bloquear el testimonio de Comey ante el Congreso
tenga que ver o bien para no echar más gasolina al fuego al debate
sobre posible obstrucción de la justicia o bien porque suponga que
todo no excederá lo avalado por Mueller.
Pero todo lo que suena a elecciones y
Rusia es actualmente una yaga viva. Trump criticó acremente en su
momento el nombramiento de Mueller y en general se ha mostrado hostil
ante todo el asunto de la investigación de posibles nexos impropios
de su campaña con Rusia. Hasta el propio fiscal general Jeff
Sessions, quien a diferencia de Comey o Mueller ha tenido una gran
cercanía con Trump desde la campaña misma, se habría encarado
severamente con el presidente por el tema de las investigaciones
sobre Rusia, de la que el propio Sessions se excusó, al grado de que
se ha filtrado que en algún momento le ofreció su renuncia.
Finalmente, aunque se comenta que
Comey no estaría interesado en hablar sobre el trato y los
calificativos que Trump ha tenido hacia él desde tiempos de la
campaña presidencial hasta ahora, por considerar que son
irrelevantes para la materia de su comparecencia, sus actitudes y
respuestas ante preguntas al respecto podrían incidir en la
acalorada discusión pública, en la que la personalidad y los
arrebatos de Trump causan fuertes olas y suspicacias, e incluso
suscitado problemas y traspiés para su administración.
Por ejemplo, una especialmente
punzante fue la advertencia de Trump a Comey sobre que más le valía,
antes de que comenzara a hablar ante los medios, que no hubiera
grabaciones de sus conversaciones.
Lo mismo podría pasar con los
comentarios que Trump pudiera hacer en Twitter durante y después de
la comparecencia de Trump, pues ello permitirá llevar un termómetro
de la actitud presidencial (que fuentes han calificado como de severa
molestia hacia Comey) y de lo que podría seguir en este escándalo.
En algunos de los casos, dado que
varias reuniones de Trump y Comey habrían sido privadas, las
discrepancias entre lo que ambos digan no podrán ser probadas más
que concediendo veracidad a la palabra de uno u otro. Y allí, con el
intempestivo carácter de Trump, habría una tormenta tuitera y
declarativa en ciernes.
Sea como sea, todo está bajo un
opaco velo de incertidumbre y especulación. La comparecencia de
Comey podría ser un primer paso para esclarecer este asunto y para,
posiblemente, mitigar u ahondar la crisis en la que está sumida la
Casa Blanca, para establecer qué tanto los republicanos en el Senado
y en la Cámara de Representantes lo respaldarán a capa y espada o
si comenzarán a distanciarse de él.
El testimonio de Comey este jueves no
será el final de ese proceso, ciertamente, sino un avance más en un
caso que excede a una sola persona, podría durar aún mucho tiempo y
tener implicaciones de hondo calado para el país.
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