a propósito del discurso de Lula
Leonardo Boff
Esta reflexión está motivada por el
discurso del expresidente Lula al cerrar la apertura del 6º
Encuentro Nacional del Partido de los Trabajadores el día 1º
de junio de 2017 en Brasilia. Lo hago como observador interesado en
el proyecto social que el PT realizó en parte en sus años de
gobierno. No estoy afiliado al partido, pues estimo que partido
es siempre parte y la tarea del pensador intelectual es intentar
pensar el Todo y ocuparse menos de las partes que siempre son
muchas y no raramente contradictorias.
Tres puntos me llamaron
particularmente la atención.
Lula resaltó el carácter nacional
del PT. En su gran mayoría, los partidos en Brasil tienen su base en
los estados de la federación y representan a las fuerzas
hegemónicas locales. Piensan más lo regional y menos lo nacional.
El PT nació pensando lo nacional, es decir, Brasil como
proyecto de nación soberana, autónoma que rompió con el
sustrato esclavócrata, colonial, neocolonial y dependiente de
las grandes potencias que hegemonizan el curso del mundo. El PT
desarrolló la conciencia de que tenemos una base ecológica,
geopolítica, económica, poblacional y cultural que nos permite
elaborar un proyecto propio de nación soberana. Este, junto con las
demás naciones, ayuda a definir los rumbos inciertos de la
humanidad, ahora en una fase nueva de su historia. Es la fase de la
planetización, fase en cierta forma dramática a causa del
calentamiento global y del grito de la Tierra superexplotada por
nuestro modo de producción depredador y de consumo perdulario
de bienes y servicios naturales. El futuro de nuestra especie y
de nuestra civilización está en juego.
Lula destacó que el PT es el primer
partido de carácter nacional que se propone pensar el país como un
todo y en el interés de todos, a partir de los intereses de las
grandes mayorías históricamente descuidadas. Hay que reconocer,
como lo mostraran nuestros historiadores, en particular José Honório
Rodrigues y Raymundo Faoro, que los partidos dominantes pensaron
un Brasil menor, buscando primeramente sus intereses y no el interés
común de todo el pueblo brasilero. Nunca hubo un proyecto que
incluyese a los millones de excluidos, marginados y considerados
por la clase dominante, heredera de la mentalidad de la Casa Grande,
como don nadies, a los que «les negó derechos, arrasó su vida
y, cuando los vio crecer, les negó poco a poco su aprobación,
conspirando para ponerlos de nuevo en la periferia, lugar que
sigue creyendo que les pertenece» (Rodrigues, Conciliação e
Reforma no Brasil, 1965, p. 14-15). ¿No se está repitiendo
esta tragedia con las medidas del “gobierno” que tenemos, de
manera aún más radical, desmontando, una por una, las
conquistas de años de trabajo político y social?
El segundo punto es de gran
relevancia ética y política. Se trata del núcleo central del
proyecto político del PT: dar centralidad a los humildes de la
Tierra. Al hablar del proyecto que debe ser nuevamente pensado,
incrementado y consolidado en el Congreso, no empezó con la
idea arrogante de Brasil gran potencia industrial y campeona
en exportación de materias primas. Empezó con los
humildes de la Tierra: con los indígenas, a quienes debemos
proteger y devolver sus tierras invadidas por el agronegocio;
empezó con los quilombolas, a quienes debemos reconocimiento por
su lucha de supervivencia, por sus tierras y villas; empezó por los
negros, a millones convertidos en “piezas”, carbón para
quemar en las fábricas de producción; volverse hacia África no es
solo pagar una deuda histórica impagable, sino practicar la
solidaridad para que ella pueda mejorar las condiciones de vida de
sus poblaciones mediante lo que nuestras instituciones
científicas ligadas a la agricultura produjeron con gran calidad;
empezó por las mujeres discriminadas todavía por el
patriarcalismo, a pesar de toda la contribución que han dado al
desarrollo del país; empezó por los Sin Tierra y Sin Techo que
buscan tierra para trabajar, producir y vivir en una
democracia llevada al campo y a las periferias; empezó con los
rescatadores de material reciclable, a los que siempre apoyó (y
se conmovió al recordarlos), liberando algunos millones de
reales para que mejorasen sus condiciones de trabajo; empezó
con los LGBT que trabajan, votan, pagan impuestos y muchos son
asesinados; empezó con los trabajadores en general, obligados a
aceptar salarios bajos para permitir una mayor acumulación a las
oligarquías que controlan gran parte de nuestra economía; en
fin, empezó diciendo que debemos incluir a los empresarios,
pequeños, medianos y grandes que crean empleos y producen, y
que deben sentir su responsabilidad en la construcción de una nación
más justa e igualitaria. Todos debemos convergir en este sueño
colectivo.
¿Cuál es el significado de este
tipo de discurso? Dar primacía a la persona humana. Esa opción
revela la innegable dimensión ética de la política, pues ya
para Aristóteles ética y política eran sinónimos. Gobernar no
es administrar la economía, controlada por el mercado, sino
cuidar del pueblo, de la calidad de su vida y de su alta dignidad.
Gandhi decía que la política es un gesto amoroso para con el
pueblo, el cuidado de la cosa común. Esto es lo que fue
propuesto como el núcleo esencial del proyecto político a ser
concretado por el PT y sus aliados.
Pero esto difícilmente se consigue,
recalcó el expresidente – y este es el tercer punto – si no hay
educación general. Dedicó los mayores elogios a la importancia
decisiva de la educación para gestar un país soberano y moderno.
De ahí las muchas iniciativas que inauguraron los gobiernos del PT
para permitir que los pobres, negros y marginados hiciesen
cursos de profesionalización y pudiesen ingresar en las
universidades.
Finalmente, invitó a todos a ser
creativos. No se trata de repetir lo que ya se ha hecho, sino de
reinventar nuevas formas de hacer política social con
participación popular, aprovechando las buenas experiencias
realizadas, y proyectar otras nuevas que busquen más inclusión,
más ciudadanía y más dignificación de la vida humana.
Por último, apeló a la importancia
política de la esperanza. Quien alimenta esperanza no acepta
indignado las iniquidades sociales, se dispone a luchar para
proyectar un horizonte nuevo; la esperanza desencadena
energías escondidas que pueden crear un nuevo paisaje y dar la
victoria. La esperanza es el motor de la historia y de los cambios.
Si el PT llega nuevamente al gobierno
central, mediante el voto popular por voluntad de la mayoría de
la población es para encontrar una salida a la crisis, ya que
las clases dominantes que se apoderaron del poder, están perdidas
en su voracidad de acumulación en contra de la gran mayoría de los
ciudadanos y, atónitas, no saben encontrar una superación
promisoria de la crisis en la que todos estamos metidos. Las víctimas
principales son los históricamente sufridores a los cuales no
nos está permitido imponer cargas todavía más pesadas de las que
ya cargaron. Sería demasiada inhumanidad. Pero eso es lo que
estamos verificando con las medidas desastrosas de la actual
administración.
Un PT renovado y purificado de sus
errores defectos y limitaciones, puede proponerse a la sociedad como
un partido que puede despejarnos el horizonte y ofrecerse como
un camino político de desarrollo sostenible por ser
más participativo donde, al decir de Paulo Freire, no sea tan
difícil el amor.
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