Leonardo Boff
Hay un hecho que debe preocupar a
todos los ciudadanos del mundo: el desplazamiento del poder de los
estados-nación hacia el de unos pocos conglomerados financieros que
operan a nivel global, cuyo poder es mayor que el de cualquiera de
los Estados tomados individualmente. Estos realmente detentan el
poder real en todas sus ramas: financiera, política, tecnológica,
comercial, medios de comunicación y militar.
Es difícil condensar el cúmulo de
informaciones que parece aterrador. Dowbor sintetiza:
“El poder mundial realmente
existente está en gran parte en manos de gigantes que nadie eligió,
y sobre los cuales cada vez hay menos control. Son billones de
dólares en manos de grupos privados cuyo campo de acción es el
planeta, mientras que las capacidades de regulación global van a
gatas. Investigaciones recientes muestran que 147 grupos controlan el
40% del sistema corporativo mundial, siendo el 75% de ellos, bancos.
Cada uno de los 29 gigantes financieros genera un promedio de 1,8
billones de dólares, más que el PIB de Brasil, octava potencia
económica mundial. El poder ahora se ha desplazado radicalmente”
(cf. Gobierno corporativo, op. cit).
Además de la literatura específica,
Dowbor refiere los datos de dos grandes instituciones que
sistemáticamente a lo largo de los años se ocupan de los mecanismos
de los gigantes corporativos: el Instituto Federal Suizo de
Investigación Tecnológica (rivaliza con el famoso MIT de EE.UU.) y
el Credit Suisse, el banco que dirige las grandes fortunas del mundo
y, por lo tanto, sabe de estas cosas.
Los datos presentados por estas
fuentes son sorprendentes: el 1% más rico controla más de la mitad
de la riqueza del mundo. 62 familias tienen un patrimonio igual al de
la mitad más pobre de la población de la Tierra. 16 grupos
controlan casi todo el comercio de materias primas (cereales,
minerales, energía, tierra y agua). Debido a que toda la comida
obedece las leyes del mercado, sus precios suben y bajan a merced de
la especulación, quitando a vastas poblaciones pobres el derecho a
tener acceso a una alimentación suficiente y saludable.
Los 29 gigantes planetarios, de los
cuales el 75% son bancos, empezando por el Bank of America y
terminando con el Deutsche Bank, son considerados “sistémicamente
importantes”, pues su eventual quiebra (no olvidemos que el más
grande, los Lehamn Brothers de América del Norte, se declaró en
quiebra) llevaría a todo el sistema al abismo o muy cerca, con
consecuencias nefastas para toda la humanidad. Lo más grave es que
no hay regulación para su funcionamiento, ni puede haberla, porque
las regulaciones son siempre nacionales y ellos actúan
planetariamente. No hay todavía una gobernanza mundial que cuide no
sólo de las finanzas sino del destino social y ecológico de la vida
y del propio sistema-Tierra.
Nuestros conceptos se evaporan
cuando, nos recuerda Dowbor, se lee en la portada de The
Economist que la facturación de la empresa Black Rock es
de 14 billones de dólares, mientras que el PIB de los EE.UU. es de
15 billones de dólares y el del pobre Brasil escasamente llega a 1,6
billones de dólares. Estos gigantes planetarios manejan alrededor de
50 billones de dólares, el equivalente a la deuda pública total del
planeta.
Lo importante es conocer su propósito
y su lógica: buscan simplemente ganancias ilimitadas Una compañía
de alimentos compra una mina sin ningún tipo de experiencia en el
ramo, sólo porque da beneficios. No hay ningún sentido humanitario,
como por ejemplo, tomar una pequeña porción de las ganancias para
un fondo contra el hambre o para disminuir la mortalidad infantil.
Para ellos, eso es tarea del estado y no para los accionistas que
sólo quieren ganancias y más ganancias.
Por estas razones entendemos la
iracundia sagrada del Papa Francisco contra un sistema que sólo
quiere acumular a costa de la pobreza de las grandes mayorías y de
la degradación de la naturaleza. Una economía, dice, “que está
centrada en el dios dinero y no en la persona: este es el terrorismo
fundamental contra toda la humanidad” (en el avión de regreso de
Polonia en septiembre). En su encíclica ecológica lo llama un
sistema anti-vida y con tendencia suicida (nº 55).
Ese sistema es homicida, biocida,
ecocida y geocida. ¿Cómo puede prosperar tal inhumanidad en la faz
de la Tierra y todavía decir que no hay alternativa (TINA = There
Is No Alternative)? La vida es sagrada. Y cuando es sistemáticamente
agredida, llegará el día en que puede tomar represalias destruyendo
a quien la quiere destruir. Este sistema está buscando su propio fin
trágico. Ojalá la especie humana sobreviva.
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