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viernes, 14 de octubre de 2016

QUE A NADIE LE SOBRE

PARA QUE A NADIE LE FALTE
María López Vigil
Hoy en día abundan proyectos, programas, organizaciones nacionales e internacionales, también gobiernos, dedicados a «erradicar la extrema pobreza». Alzan esa bandera como expresión de su gran sensibilidad social, como señal de compromiso con la transformación de estructuras injustas. Me pregunto porque no hay nada similar ni igual empeño y pasión para frenar la extrema riqueza, siendo así que uno y otro extremos están tan relacionados.
A veces pienso (¿peco por malos pensamientos…?) que esto pasa porque muchos de quienes están tras los proyectos contra la extrema pobreza son precisamente quienes viven con las ventajas y los privilegios de la extrema riqueza…
Existe un informe anual (Wealth-X and UBS Word Ultra Wealth Report), que ofrece pistas de cuánta es y cuanto crece la inmensa riqueza: censa a los «ultra ricos del mundo» del mundo, calculando que cada uno de estos personajes posee al menos 30 millones de dólares como fortuna personal.
El informe de 2014 detectó en Nicaragua, el país donde vivo y escribo, a 210 ultra-ricos sobre una población que ya va alcanzando los 7 millones de personas. En el 2013 eran menos: 200. En sólo un año crecieron. ¿Debemos creer que lo hicieron por medios lícitos? Y si fueron lícitos, ¿creeremos que son legítimos, viviendo en el país en que viven?
Esos millonarios viven en el país más pobre de América Latina, sólo superado en carencias por Haití. Su ostentosa desigualdad se da en un país donde el 37% de la población, más de 2millones 200 mil personas, viven en estado de «pobreza crónica», según informo en 2014 la CEPAL (Comisión Económica para América Latina). Esta pobreza significa menos de 4 dólares diarios –cuando se consiguen- en familias siempre numerosas. Y lo de «crónica» significa que de ese estado de pobreza ya no saldrán, como tampoco se sale de una enfermedad crónica y lo único que queda es vivir con ella aliviándola. Esto significa 210 «epulones» contra 2 millones 200 mil «lázaros»…
… Con distintos niveles y proporciones, esa concentración se está dando hoy en todos los países latinoamericanos. En nuestra región concentran riqueza hoy los «de apellido» de toda la vida. La heredaron desde tiempos coloniales y hoy la acrecientan a diario. Y la concentran los nuevos ricos, casi siempre vinculados a los círculos de poder político y económico, permeados por la corrupción y el narconegocio.
Según datos del Instituto Mundial de Investigación Económica del Desarrollo vinculado a las Naciones Unidas, la fortuna total de la especie humana alcanzaba en el año 2007 los 133 mil billones y la mitad de esa colosal suma estaba en manos del 1% de la población mundial.
Esto no está mejorando. Más bien, se está profundizando la concentración en manos de cada vez menos personas. Según el magnífico informe de Oxfam, Iguales, acabemos con la desigualdad externa. Es hora de cambiar las reglas, los ingresos –no el patrimonio- de 100 personas más ricas del mundo sumaban 200 480 millones de euros en 2012. Oxfam calcula que acabando con esta extrema riqueza se podría erradicar cuatro veces la extrema pobreza en el mundo.
En América Latina tenemos un record vergonzoso: somos la región del planeta con mayores abismos de desigualdad entre los poquitos que tienen muchísimo y los muchos que tienen poquísimo. La evidencia es lacerante siendo, como somos, la región mayoritariamente cristiana, sea en versión católica o en versión evangélica. Fue esta escandalosa contradicción la que despertó la conciencia de tanta gente en los tiempos de la Teología de la Liberación. Y fue ese despertar de las conciencias lo que costó la vida de tantas y tantos. Entre esa nube de testigos, a Mons. Romero, mártir por «odio» a la fe, cuando la fe es sinónimo de apasionada lucha por la justicia y la igualdad.

Fragmento de artículo publicado en la Agenda Latinoamericana 2016

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