Leonardo Boff
En todo el mundo se están haciendo
los análisis más dispares sobre el significado de la victoria de
Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, con
los más diversos titulares. El más significativo para mí ha sido
el del senador chileno Alejandro Navarro: «El triunfo de Donald
Trump es un castigo a los gobiernos del establishment».
Encuentro justa la interpretación de
Navarro: «el castigo a los gobiernos del establishment reside
en que la gente se cansó de entregarle el poder a quien solo ofrece
más de lo mismo. Los electores optaron por Donald Trump, que si
bien representa lo peor de la cultura yankee, también supo
representar el hastío de los sectores precarizados por el
neoliberalismo, la globalización y los empleos precarios» Fueron
estos los que votaron mayoritariamente por él y le ayudaron a
conseguir la victoria.
Afirma también el senador algo que
pocos creen: «no debemos olvidar que en Estados Unidos,
supuestamente el país más rico, poderoso e influyente del planeta,
viven 45 millones de personas en situación de pobreza o cerca de
ella, que comen diariamente gracias al ticket de alimentación que el
gobierno entrega a los trabajadores blancos y a los hijos de
inmigrantes que tienden a rechazar la llegada de nuevos inmigrantes
por considerar que su posición privilegiada está en riesgo».
Si Trump representa lo peor, lo malo
lo revela Hillary. No son pocos los analistas dentro de Estados
Unidos que llamaban la atención para el riesgo que suponía la
elección de Hillary Clinton como presidenta. Cito entre otros a uno,
Jeffrey Sachs, considerado uno de los mayores especialistas mundiales
en la relación entre economía, pobreza y desigualdad social. Es
profesor de la Universidad de Columbia y publicó un artículo que
reproduje en mi blog del 8/02/2016. En él enumera los muchos
desastres de la política de Hillary cuando era Secretaria de Estado.
Se titula: Hillary is the
Candidate of the War Machine, Hillary es la candidata de la máquina
de guerra. La primera frase resume un largo razonamiento: «No hay
duda de que Hillary es la candidata Wall Street. Más peligroso aún
es que ella es la candidata del complejo militar-industrial; apoyó
todas las guerras solicitadas por el estado de seguridad
estadounidense, dirigido por los militares y la CIA».
Aunque demócrata, ella es, según
Sachs, una ferviente neocon. Incentivó las guerras contra Irak,
todas las del norte de África y contra Siria. Encontró hilarante
declarar sobre Kadafi: We came, we saw, he died (vinimos,
vimos y él murió). Siendo todavía Secretaria de Estado intentó
reiniciar la Guerra Fría con Rusia, a propósito de la conquista de
Crimea y de la guerra en Ucrania. El balance final que hace Sachs de
las acciones torpes de Hillary como Secretaria de Estado es
devastador: «desde cualquier punto de vista que consideremos, ella
batió el record de los desastres»
Todo esto no nos sorprende, como
demuestra con un análisis detallado Moniz Bandeira en su reciente
libro de denuncia: El desorden mundial: el espectro de la
dominación total (Leya 2016), donde estudia la violencia del
imperio estadounidense. Obama, a excepción de las relaciones con
Cuba, continuó con la misma lógica belicista de Bush. Fue aún
peor, diría por ejemplo, un verdadero criminal de guerra, pues por
estricta orden personal suya mandó atacar con drones y aviones no
tripulados a los líderes árabes, acabando con la mayoría de ellos
(p.476-477).
Con la victoria de Trump, cuyo enigma
todavía hay que descifrar, nos liberamos de un liderazgo belicoso,
el de Hillary, que como política de estado había elegido la
violencia militar como forma de resolver los problemas sociales
mundiales.
No sabemos qué mundo tendremos de
aquí en adelante con la presidencia de Trump. Ojalá sea menos
belicoso y desdiga en la práctica las medidas duras prometidas
contra inmigrantes, mejicanos y musulmanes.
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