«Enfrentemos el terror con Amor»
Berta Cáceres durante el primer
encuentro de los Movimientos Populares en el Vaticano (2014),
fue
asesinada el 3 de marzo de 2016; hoy el Papa la recordó en su tercer
encuentro con los Movimientos Populares
Iacopo Scaramuzzi
Después del encuentro de 2014 en Roma y del de Bolivia en 2015, el
Papa recibió por tercera vez a los Movimientos Populares
internacionales hoy por la tarde en el Vaticano. Todos ellos están
comprometidos en la defensa de la tierra, del techo y del trabajo
para todos. (Las tres «T»).
«Los felicito, los acompaño, les
pido que sigan abriendo caminos y luchando. Eso me da fuerza, nos da
fuerza. Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de
tantos millones que trabajan cotidianamente por la justicia en todo
el mundo, va echando raíces», dijo el Papa a los representantes de
todo el mundo de asociaciones campesinas, de cartoneros, de
activistas comprometidos en la defensa de las categorías más
débiles. Sin embargo, recordó, «hay fuerzas poderosas que pueden
neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de
desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro
al ser humano». «¿Quién —se preguntó Francisco— gobierna
entonces? El dinero. ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo de la
inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que
engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece
no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo! Hay -lo dije hace
poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del
dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese
terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el
narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente
algunos llaman terrorismo étnico o religioso. Ningún pueblo,
ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos
fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando
“has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer,
y has puesto allí el dinero”. Ese sistema es terrorista». Y el
Papa recordó las denuncias al respecto de Pío XI y de Pablo VI:
«Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. De ahí
que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró
en las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia,
explota en los centros con distintas formas de violencia incluso con
atentados odiosos y cobardes los ciudadanos que aún conservan
algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros
físicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros.
Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos,
desterrados, más aterrorizados todavía del otro ¿Es esa la vida
que nuestro Padre Dios quiere para sus hijos? Al miedo se lo
alimenta, se lo manipula… Porque el miedo, además de ser un buen
negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos
desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y
espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al final
nos hace crueles. Cuando escuchamos que se festeja la muerte de un
joven que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la
guerra a la paz, cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando
constatamos que ganan terreno las propuestas intolerantes; detrás de
esa crueldad que parece masificarse está el frío aliento del miedo.
Les pido que recemos por todos los que tienen miedo, recemos para que
Dios les dé el valor y que en este año de la misericordia podamos
ablandar nuestros corazones».
Y Francisco reconoció que «la
misericordia no es fácil, no es fácil… exige valentía»; «por
ello, Jesús nos dice: “No tengan miedo”, pues la misericordia es
el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho mejor que los
antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los muros,
las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios.
Queridos hermanos y hermanas: todos los muros caen. No nos dejemos
engañar. Como han dicho ustedes: “Sigamos trabajando para
construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan
derribar los muros de la exclusión y la explotación”. Enfrentemos
el Terror con Amor».
Partiendo del Evangelio, Papa
Francisco reflexionó sobre el tema del desempleo, subrayando que
«los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que
sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres
organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa
recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la
sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para
vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y
alimentar a los hambrientos, están imitando a Jesús porque buscan
sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia
del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo. No me
extraña que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y
tampoco me extraña que a los soberbios no les interese lo que
ustedes digan».
En cuanto a la migración de la
actualidad, denunció Francisco, «hay una situación oprobiosa, que
sólo puedo describir con una palabra que me salió espontáneamente
en Lampedusa: vergüenza». El Papa hizo suyas las palabras que
pronunció en Lesbos el arzobispo Hieronymus de Grecia sobre la
«bancarrota de la humanidad»: «“Quien ve los ojos de los niños
que encontramos en los campos de refugiados es capaz de reconocer de
inmediato, en su totalidad, la «bancarrota» de la humanidad”.
¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota
de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo,
pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad —denunció
Francisco— no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos
hermanos que sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido
en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios
junto a los muros, muros manchados de sangre inocente».
La migración «es un problema del
mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal
es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante
se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para
cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó
que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e
incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de
cientos de ciudades».
Este momento en el que «la brecha
entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda
cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos
económicos y mediáticos que parecieran dominarlas», el Papa pidió
a los Movimientos Populares dos cosas. Primero que nada, que «no
caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores
secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria
existente. En estos tiempos de parálisis, de desorientación y
propuestas destructivas, la participación protagónica de los
pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios,
a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que
venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar
egoísta y una seguridad ilusoria».
Y después, les pidió que no se
dejen corromper: «Así como la política no es un asunto de los
«políticos», la corrupción no es un vicio exclusivo de la
política. Hay corrupción en la política, hay corrupción en las
empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay
corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las
organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir
que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida
económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos
prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y
social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de
corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que
quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación
adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona
debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la
vocación de servir con un fuerte sentido de austeridad y humildad.
Esto vale para los políticos pero también vale para los dirigentes
sociales y para nosotros, los pastores».
«A cualquier persona que tenga
demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo a quien le
gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas,
los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije
qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de
estas ataduras. Pero, parafraseando al ex Presidente latinoamericano
que está por acá», dijo Francisco dirigiendo la mirada hacia el ex
presidente José «Pepe» Mújica, «el que tenga afición por todas
esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en
una organización social o en un movimiento popular, porque va a
hacer mucho daño a sí mismo y al prójimo y va a manchar la noble
causa que enarbola. Frente a la tentación de la corrupción, no hay
mejor antídoto que la austeridad; y practicar la austeridad es
además, predicar con el ejemplo Les pido que no subestimen el valor
del ejemplo porque tiene más fuerza que mil palabras, que mil
volantes, que mil likes, que mil retweets, que mil videos de youtube.
El ejemplo de una vida austera al servicio del prójimo es la mejor
forma de promover el bien común y el proyecto-puente de las 3-T. Les
pido a los dirigentes que no se cansen de practicar la austeridad y
les pido a todos que exijan a los dirigentes esa austeridad, la cual
–por otra parte– los hará muy felices».
Papa Francisco concluyó su discurso
citando a Martin Luther King: «Odio por odio sólo intensifica la
existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú
me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así
sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito.
Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un
poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la
persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal».
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