Esta es la carta integra que escribe
el ex Presidente de Uruguay José Mujica después de la muerte del
líder de la revolución cubana.
Querido Fidel:
Recién me entero, la noticia ha sido
devastadora. No dejo de imaginarte a vos, tendido en la escueta cama
de madera que se convirtió en tu último refugio. Y aquí estoy,
sentado en la entrada de la chacra pensando en lo que diré al mundo
y cómo ocultaré esta lágrima, aunque dirán algunos publicistas
que será mejor que se vea, que así se construyen las leyendas.
Y pienso que tuve suerte porque
llegué a la silla viejo y la cara de bonachón nunca se me quitó, a
pesar del encierro y la tortura; las críticas fueron menos, no tuve
que enfrentar el rigor del escrutinio público al que vos hiciste
frente con esa estatura de gigante con la que diste ejemplo al mundo
y no fui forzado a debatirme entre patriotas y traidores, nadie me
tildó de tirano. Pero esa suerte también se puede entender
diferente.
El mundo que yo encaré es el de las
tarjetas de crédito y las vidas consumidas en una lucha para la que
no hay guerrilla posible, todos me escuchan con atención, sonríen,
aplauden y continúan tratando de llenar sus vacías vidas con cosas
que los consumen, a plazos, pero inevitablemente. A vos te queda Cuba
que seguirá ahí, sin analfabetismo, con el mejor sistema de salud
pública, con la mejor educación del continente y yo aún aquí, en
la batalla, no por la vida, sino contra el olvido, enfrascado en una
lucha que no tiene sentido porque el Sur se convierte en más Sur
cada día, los monstruos insisten en su avance y ahora nos copan por
todos los flancos.
La breve ilusión del continente
bolivariano vuelve a desvanecerse, con la partida de Hugo, la
ignominiosa salida de Dilma y de Cristina, mi confinamiento a un
escaño del parlamento y la orfandad en que nos dejas, seguramente
pronto el sinsentido de un mundo que no aprende de su historia nos
devorará nuevamente.
Las sombras nos acechan y por hoy,
querido amigo, vos has partido y no tendremos, por lo menos en este
ciclo, una más de esas charlas interminables que insuflaban amor y
victoria, de las que yo salía rejuvenecido, sintiendo que podía
enfrentar a la más temible de las gárgolas o cruzar el abismo de un
solo impulso, la tristeza es inevitable.
Pero ¿qué dirías vos? “Anda
loco, que no es para estar tristeando ¿y qué más da? Que sólo es
carne y pellejo, no te hagas al muerto vos, que la lucha sigue y es
pa’lante nomás”, y yo digo a mi mente desvariando “Que él no
hablaba así, no seas irreverente”, mejor pensar que habrías dicho
algo más brillante, no los cuentos de este viejo loco que hace
aplaudir a multitudes, pero no ha podido mover a su pueblo como tú,
¿Qué de la Oriental surja una batalla final? Difícil, no
imposible… mientras tanto a vos, en esa estrella del Caribe, un
guiño y un ¡Hasta la victoria… siempre!
El Pepe
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