DE CUADERNOS
CRISTIANISME I JUSTICIA
Xavier Casanovas
Director
Durante todo este tiempo nuestro
mundo ha vivido cambios inimaginables. Nuestra intención ha sido
siempre la de acompañar el caminar de tantos hombres y mujeres de
«buena voluntad» con un relato esperanzador que alimente la
aspiración de un mundo más justo y fraterno.
A pesar de la esperanza que generan
nuevas realidades económicas alternativas que van germinando, o de
vivir un momento de repolitización prácticamente global, nos
sentimos aún huérfanos de un relato alternativo ante una cierta
crisis de utopías emancipadoras. El pensamiento único se impone a
caballo de una globalización dominante y uniformizadora con el
modelo de vida occidental (consumista, depredador e individualista)
como único real para la mayoría.
El poder financiero ha tomado las
riendas políticas de nuestro mundo. Las democracias, allí donde las
hay, han ido evolucionando hacia una pura formalidad procedimental.
Escogemos a nuestros representantes pero no mandan ni deciden sobre
el futuro real de nuestras sociedades. Mientras tanto, no cesan los
casos de corrupción política y económica, las prácticas
empresariales de fraude y elusión fiscal, los acuerdos económicos
en la sombra… todo ello dando lugar a una clara desafección
ciudadana.
La revolución digital ha acortado
tanto las distancias que ha hecho el mundo más pequeño. No podemos
dejar de tener en cuenta que vivimos en un mundo común donde
aquello que yo hago, cada uno de mis gestos, tiene una gran
repercusión en la vida de miles de personas. Somos, en definitiva,
más independientes. A pesar de ello, el bienestar al que aspiramos
no parece universable. La capacidad de exclusión y de precarizar la
vida de millones de seres humanos es intrínseca al sistema. Se nos
hace imposible ver la cara amable de un sistema que consiste
esencialmente en la dominación impersonal que ejercen la mercancía
y el dinero.
La sociedad se ha vuelto más
sensible a las cuestiones ecológicas y medioambientales, a la
discriminación por razones de sexo, raza o religión. Pero
reaccionamos ante las injusticias con «ansiedad solidaria», sin el
convencimiento real que para activar tal rumbo abra que activar un
resorte clave: el del cambio personal, el del compromiso vital hacia
una vida más sobria, coherente y entregada a los últimos.
A nivel eclesial después de años de
invierno, vivimos con alegría la llegada de Francisco y sus vientos
de cambio. La Iglesia se enfrenta a la necesidad de volver a ponerse
al día. Debe ser, en palabras del Papa Francisco, hospital de
campaña para curar heridas y no una institución rígida generadora
de más exclusión, que llene los márgenes de gente expulsada del
centro por no cumplir los estándares de pureza exigidos.
La realidad nos interpela y nos lanza
a trabajar en cada frontera que se abre y pide a gritos humanizar
tanto sufrimiento. si en el pasado pusimos el foco en las razones
socioeconómicas de la injusticia en el mundo, ahora queremos
abrirnos a analizar las injusticias también desde nuevas
perspectivas.
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