Fander Falconí
Según ha advertido durante varios
años el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC), solo manteniendo la concentración de gases de
efecto invernadero por debajo de las 400 partes por cada millón,
podremos evitar que la temperatura promedio del planeta se eleve más
de dos grados centígrados, por encima del promedio anterior a la
Revolución Industrial.
En los últimos años ha habido excepcionales
días en los que se registró la fatídica cifra. Pero en septiembre
de 2016 todas las mediciones diarias superaron el umbral de 400 x
1’000.000, de acuerdo a la Organización Meteorológica Mundial.
Rebasar el umbral nos coloca en otro
nivel del cambio climático. Desde ahora en el mundo habrá más
eventos catastróficos relacionados con el clima y será más difícil
frenar el calentamiento global. Un crecimiento económico negativo se
vuelve el denominador común en esta hora, el temido ingreso tóxico
que ya fue demostrado por Rafael Burbano, Jesús Ramos y el autor de
esta nota (’De activos tóxicos a ingresos tóxicos’, Flacso
Andes, 2016).
Mientras tanto, en este caso se
cumple el adagio popular: las desgracias nunca vienen solas. La
Organización Meteorológica Mundial muestra el agravante de la
tragedia: las sequías producidas por alteraciones climáticas, como
la causada por el fenómeno acrecentado estos años de la corriente
El Niño, trae sequías a Sudamérica, que disminuyen la capacidad
del bosque tropical para absorber más CO2; por lo tanto, reducen la
resiliencia del ambiente, es decir, su capacidad de adaptarse y
repararse.
La revista internacional Science
Magazine, escrita por expertos en artículos bien documentados
(’Positive biodiversity-productivity relationship predominant in
global forests’, 2016), muestra el verdadero alcance de lo que está
viviendo la Tierra. El efecto negativo que la pérdida de
biodiversidad causa en la capacidad de los bosques (también conocida
como productividad del bosque) para absorber el dióxido de carbono,
cada vez mayor en la atmósfera.
Y los expertos en cambio climático
establecen una valoración económica (con todos los problemas de la
valoración a precios de mercado) de esa capacidad de la
biodiversidad para mantener la productividad de los bosques: entre $
166 mil millones y $ 490 mil millones por año. Aunque eso es solo un
pequeño porcentaje del valor total de la biodiversidad, está entre
dos y seis veces lo que costaría un plan global de conservación. Lo
cual demuestra que conservar la biodiversidad, mediante una mejor
administración de los bosques, no solo salvaría al planeta. Además,
resultaría mucho más costoso restaurar los daños que prevenirlos o
al menos mitigarlos.
Hablando en términos
automovilísticos, si es que no damos el mantenimiento adecuado al
planeta, corremos el peligro de fundir el motor. Pero el capitalismo
salvaje es como un caballo desbocado que se acerca peligrosamente al
precipicio… y crece y crece.
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