Roberto O´Farrill
Cualquiera de los dos era
inconveniente para México, pero quedó el patiño. ¿Quién iba a
decirlo...? aunque las esperanzas de los migrantes mexicanos en los
Estados Unidos se fincaron en que él no llegara a la presidencia.
Los vecinos del país del norte han
manifestado su opción por el gobernante que prefieren; para eso es
la democracia, y aunque todo apuntaba a que Hillary Clinton sería
encumbrada en la cúspide del poder mundano, el resultado es que el
victorioso ganador es Donald Trump, el mismo que vino a México como
candidato para confirmar que construiría su muro fronterizo con
cargo a la economía mexicana.
La mafia iluminista se ha dado a
conocer por las acciones visibles de las conspiraciones de sus
diversos grupos: derrocar gobiernos extranjeros, fomentar deuda
externa, fabricar armamentos, inventar guerras, financiar gobiernos
corruptos, colapsar economías, financiar y armar a grupos
terroristas, inventarse enemigos mundiales y calumniar o asesinar a
gobernantes que han cortado sus hilos de poder, tal como lo hicieron
con sus presidentes Richard Nixon y John F. Kennedy.
La derrotada Clinton era la candidata
formada y preparada para coronarla en el trono de este poder -el peor
que el mundo ha conocido- un poder obtenido y sostenido por medio de
rituales satánicos implementados en esas sociedades secretas y
perpetrados en sus reuniones, de sacrificios de vidas humanas
consumados en cada uno de los abortos promovidos por ellos mismos con
su poder económico y global en su propio y en otros países, y con
la creación de grupos persecutores de cristianos en Oriente medio y
en otras regiones del mundo, como lo es Daesh.
El victorioso Trump, en cambio, ha
sido coronado por una sociedad que está harta de ver morir a sus
hijos en estúpidas guerras lanzadas contra enemigos artificiales, de
ver sus impuestos entregados como fondos para promover instituciones
de caníbales como Planned Parenthood, de mantener el valor de su
moneda a través de una economía de guerra y de estupidizar a su
juventud con drogas y pornografía.
El presidente electo de Estados
Unidos es racista, ya lo dio a entender; desprecia a los mexicanos,
ya lo dijo; pero también presentó una postura alejada de un
progresismo que prometió fomentar su contrincante en la campaña.
Ahora, el sentimiento generalizado de
los mexicanos es que ha llegado a gobernar a Estados Unidos el peor
enemigo de México. No es así, los verdaderos enemigos de la
humanidad no dan la cara, conspiran en lo secreto, en lo oscuro, son
los hijos de las tinieblas, como lamentablemente expresa el
Evangelio: "los hijos de este mundo son más sagaces con los de
su clase que los hijos de la luz" (Lc 16,8).
¿Qué hemos de hacer ahora en este
lado de la frontera? Primero: aceptar que la solución a la carencia
de puestos laborales no está fuera de nuestro territorio, pues
aunque los migrantes mexicanos buscaron un asilo por hambre o por
inseguridad, la solución permanente no debe estar en otro país sino
en el propio. Segundo: dejar de lado políticas progresistas que han
querido traer a México gobernantes irresponsables que promueven la
legalización de las drogas, la muerte de inocentes en abortos y la
decadencia moral y social. Tercero: obligar de una buena vez a cada
una y a todas las autoridades nacionales a cumplir con su deber de
gobernar en el servicio a la nación y no a sus propios intereses.
Ese muro que se levantará en nuestra
frontera hemos de aprovecharlo para poner fin al tráfico de drogas y
de personas, al crimen organizado y desorganizado, a la decadencia
moral y a la degradación social.
La economía mexicana no ha de
debilitarse, con empeño la hemos de fortalecer, y a partir de ahora
tendremos una respuesta automática toda vez que el país del norte
pretenda influir en la economía, en el gobierno y en la moral de los
mexicanos: -Ustedes eligieron a Donald Trump, ustedes quisieron
quedar aislados de nosotros.
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