Impases de la crisis actual
Leonardo Boff
La actual crisis brasileña, tal vez
la más profunda de nuestra historia, está poniendo en jaque el
sentido de nuestro futuro y el tipo de Brasil que queremos construir.
Celso Furtado afirmaba con frecuencia
que nunca conseguimos realizar nuestra auto-construcción, porque
fuerzas poderosas internas y externas o articuladas entre sí lo
habían impedido siempre.
Ese bloque histórico difícilmente
será desmontado, una vez que el tiempo de las revoluciones ya pasó.
Los pocos cambios de orientación popular y social introducidos por
los gobiernos del PT están siendo bombardeados con los cañones más
poderosos. Los herederos de la Casa Grande y el grupo del privilegio
están volviendo e imponiendo su proyecto de Brasil.
Para ser sucintos e ir al punto
central: se trata del enfrentamiento entre dos visiones de Brasil.
La primera: o nos sometemos a la
lógica imperial, que nos quiere como socios incorporados y
subalternos, en una especie de recolonización intencionada,
obligándonos a ser solamente abastecedores de los productos in
natura (commodities, granos, minería, agua virtual, etc.) que ellos
casi no tienen y necesitan urgentemente.
La segunda: o continuamos osadamente
con la voluntad de reinventar Brasil, con un proyecto sobre bases
nuevas, sustentado por nuestra rica cultura, nuestras riquezas
naturales (extremadamente importantes tras la constatación de los
límites de la Tierra y del calentamiento creciente), capaz de
aportar elementos importantes para el devenir futuro de la humanidad
globalizada.
Esta segunda alternativa realizaría
el sueño mayor de aquellos que pensaron un Brasil verdaderamente
independiente, desde Joaquim Nabuco, Florestán Fernandes, Caio Prado
Jr y Darcy Ribeiro hasta Luiz Gonzaga de Souza Lima en un libro que
hasta ahora no ha merecido la debida atención (La refundación do
Brasil: rumbo a la sociedad biocentrada, RiMA, São Carlos, SP 2011),
y de la mayoría de los movimientos sociales de cuño libertario.
Éstos siempre proyectaron una nación autónoma y soberana, pero
abierta al mundo entero.
La primera alternativa que ahora
vuelve triunfante con el presidente interino Michel Temer y su
ministro de relaciones exteriores José Serra, prevé un Brasil que
se rinde resignadamente al más fuerte, muy dentro de la lógica
hegeliana del señor y del siervo. A cambio recibe inmensas ventajas,
beneficiando especialmente a los adinerados (Jessé Souza) y a sus
socios. Éstos nunca se interesaron por las grandes mayorías de
negros y pobres que ellos desprecian, considerándolos peso muerto de
nuestra historia. Nunca apoyaron sus movimientos, y cuando pueden,
los rebajan, difaman sus prácticas y con el apoyo del Estado
elitista controlado por ellos, los criminalizan. Cuentan con el apoyo
de Estados Unidos, como ha señalado nuestro mayor analista de
política internacional Moniz Bandeira, pues no aceptan la emergencia
de una potencia en los trópicos.
¿De dónde nos podrá venir una
salida?
De arriba no podrá venir nada
verdaderamente transformador. Estoy convencido de que sólo podrá
venir de abajo, de los movimientos sociales articulados, de otros
movimientos interesados en cambios estructurales, de sectores de
partidos vinculados a la causa popular. El día en que las
comunidades favelizadas se conciencien y proyecten otro destino para
sí y para Brasil, se dará una gran transformación, palabra que hoy
sustituye a la de revolución. Las ciudades se estremecerán.
Entonces sí podrán los poderosos
ser «derribados de sus tronos», como dicen las Escrituras, el
pueblo ganará centralidad y Brasil tendrá su merecida
independencia.
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