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lunes, 4 de julio de 2016

EL LENGUAJE PERJUDICIAL


"Los procesos restaurativos mismos y la vida restaurativa están llenos de muchos retos interesantes. Uno de ellos es el lenguaje.
Al observar la sociedad en general, el lenguaje que utilizamos está lleno de adjetivos y, desafortunadamente, de adjetivos perjudiciales a los demás. Empezamos en el hogar cuando de niños cometemos las típicas travesuras de no comer la comida o romper objetos. Los adultos usualmente nos dicen: “Ah, eres un niña/o mala/o.”
Y qué hacemos cuando llamamos por estos adjetivos a las niñas y niños? Les ponemos un membrete. Les ponemos una identidad nociva. Y empezamos a crear así la división falsa entre niñas/os buenas/os y niñas/os malas/os.
La verdad es que no existen seres humanos buenos ni malos, existen seres humanos que cometen acciones que causan dolor a los demás o que causan felicidad a los demás.
En el vivir restaurativo, estamos invitados a no confundir las acciones con lo que es la persona.
En el vivir restaurativo se separa la persona de la acción. Se evita crear adjetivos en base a las acciones, pues esos adjetivos no son puntos de partida que contribuyen a crecer sino a estancarse. No hay “ladrones” hay personas que cometieron el acto de robar. Es una persona, es un ser humano con dignidad la/el que ha realizado una acción.
El vivir restaurativo es libre de membretes gravados sobre las personas. Libre de membretes perniciosos, la persona que cometió el acto puede abrirse a entender los efectos de la acción. Puede hablar sobre ello, aprender de esa acción, crecer gracias a esa acción y transformar la vida debido a esa sabiduría captada. Es común usar en el lenguaje restaurativo esta frase: “la persona que fue ofendida,” “la persona que ofendió,” “las personas afectadas de la comunidad,” etc."

Fragmento de Entrevista a Charito Calvachi-Mateyko

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