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domingo, 16 de noviembre de 2025

carta No. 315: La amistad social: fraterna y responsable

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 315 –16 noviembre de 2025
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   La amistad social: fraterna y responsable

El amor al otro por ser quien es nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos”. Papa Francisco.

“El amor al otro por ser quien es nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Solo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posible la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.” (Papa Francisco)

La amistad social, la fraternidad y la responsabilidad son conceptos interrelacionados que promueven el bien común a través de la cooperación, el respeto y la participación activa.

La amistad social representa un nuevo estilo de vida basado en la participación cívica y en una cultura del encuentro y de la construcción colectiva. Busca superar el individualismo, compartiendo valores y un patrimonio común, con una visión de colaboración, respeto y compromiso.

La fraternidad es el ideal de la solidaridad mutua, la cooperación y la acción compartida, reconociendo que todos somos parte de una misma comunidad. Va más allá de la asistencia; se centra en el amor en acción y en la búsqueda de justicia tanto local como global.

La responsabilidad surge de la fraternidad: es la obligación mutua de unirnos a otros para crear procesos sociales que beneficien a todos, practicando la caridad política. Implica trabajar juntos por el bien común, el desarrollo integral y el bienestar colectivo.

Responsabilidad significa hacernos prójimos, superar prejuicios e intereses personales para atender las necesidades de los demás; implica servicio comunitario, compromiso activo con el bienestar común, unión en lugar de división, extinción del odio y apertura al diálogo; significa también la construcción de un mundo más justo desde las relaciones cotidianas, la vida social y las instituciones.

La amistad social, la fraternidad y la responsabilidad invocan una transformación profunda: reconocer en cada ser humano a un hermano y cuidar activamente unos de otros, de nuestro entorno y de la casa común. En Ecuador, estos valores están gravemente deteriorados. La sociedad se halla polarizada, incluso con familias divididas y amistades rotas. Ya casi no hay rivales políticos, sino enemigos. Los “samaritanos” parecen extinguirse, mientras el individualismo se multiplica. Hemos ido olvidando al prójimo y al bien común.

A pesar de la pobreza, el desempleo, la falta de medicinas en los hospitales, la precariedad de los servicios básicos en el campo, la desnutrición infantil, la migración acelerada y la violencia incontrolable, seguimos divididos por una “guerra” política que agrava la crisis y amenaza con volverse irreparable. Cada sector cree tener la razón absoluta, y el diálogo está completamente roto. Las oposiciones son beligerantes, sin espacio para el encuentro.

La fraternidad, la amistad social y la responsabilidad son los caminos posibles para reconstruir el país: un Ecuador más justo, solidario, inclusivo, equitativo y pacífico. Este compromiso es de todos —personas e instituciones— para que, en la Casa Común, vivamos como una gran familia. Es urgente dejar atrás las confrontaciones, los desencuentros y los intereses particulares, para restaurar nuestro país y superar la crisis económica, social, política y ambiental que se profundiza día a día.

Recuperar la paz es una tarea conjunta e impostergable. Ninguna solución será posible mientras el país permanezca dividido y polarizado. El diálogo es inminente: solo en el otro encontramos plenitud, posibilidades de encuentro, caminos de reconciliación y respuestas a los complejos problemas que enfrentamos. El fortalecimiento institucional es también inaplazable: debemos recuperar la confianza en la justicia, garantizar servicios de salud dignos y educación de calidad, desterrar la corrupción y la impunidad, vencer la indiferencia y promover la inclusión social. Inmensa tarea, pero posible.  #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

domingo, 9 de noviembre de 2025

carta No. 314: La unidad es superior al conflicto

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 314 –9 noviembre de 2025
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La unidad es superior al conflicto

“El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas”  Fratelli Tutti 155.

La Constitución es la ley más importante de un país, porque norma los derechos fundamentales, define los principios que rigen a la sociedad y determina la naturaleza y funciones del Estado. Si anhelamos un Estado democrático y participativo, respetuoso de la pluralidad de opiniones y culturas, y en armonía con la naturaleza, la igualdad, los derechos civiles y sociales, y los derechos de la naturaleza deben constar en la Constitución. Su eliminación significaría un retroceso histórico.

La Constitución vigente ha sido considerada un ejemplo mundial por su reconocimiento a los derechos humanos y de la naturaleza, así como por sus normas orientadas a conducir al Estado hacia políticas sociales que promueven la educación, la salud y la satisfacción de las necesidades humanas básicas. No obstante, ha sido criticada por concentrar demasiado poder en el Ejecutivo y por crear instituciones que no han cumplido su función; estos errores deben corregirse mediante los mecanismos constitucionales existentes, sin necesidad de reemplazarla. Mientras la mayoría de democracias del mundo ha tenido una sola Constitución, en Ecuador hemos tenido veinte, sin que ninguna haya perdurado ni que las siguientes hayan superado las carencias de las anteriores. Nuestras constituciones han sido frágiles, coyunturales y, con frecuencia, hechas a la medida del poder de turno.

Entonces, ¿por qué el Presidente busca una nueva Constitución en lugar de mejorar la actual? Argumenta, sin fundamento, que la Carta vigente no le permite combatir el narcotráfico y los GDO, y que por ello necesita otro marco constitucional. Desde su posesión, hace dos años, Noboa ha enfrentado una violencia sin precedentes vinculada al narcotráfico. En enero de 2024 declaró el “estado de guerra interna” para combatir la delincuencia organizada. Este año ha decretado repetidos estados de excepción y promulgado varias leyes de emergencia. La Corte Constitucional declaró inconstitucionales algunas de ellas y revocó parcialmente otras, argumentando, entre otros motivos, restricciones injustificadas a derechos humanos. Previamente, organizaciones de derechos humanos habían solicitado su intervención. La Marcha de Cuenca por el Agua y la Vida, y el Paro Nacional convocado por la CONAIE, también cuestionaron el proyecto presidencial.

Ante este conflicto social y jurídico, el Presidente decidió convocar a una consulta popular el 16 de noviembre, para que el país apruebe o rechace la elaboración de una nueva Constitución, de la cual ha dicho muy poco. Se sabe que tendría 180 artículos, que el IESS dejaría de prestar servicios de salud para convertirse únicamente en una caja de pensiones y que, según la Ministra de Trabajo, se eliminarían el décimo tercer y décimo cuarto sueldo. Al parecer, también busca suprimir ciertas garantías de derechos humanos que, según él, han obstaculizado su gestión frente al conflicto interno.

La gran pregunta es si el país se encamina hacia un modelo autoritario que desconozca los derechos civiles y sociales. Está en juego la defensa de la democracia, la separación de poderes y los derechos individuales, colectivos y de la naturaleza, frente al riesgo de concentrar el poder y debilitar las libertades fundamentales.

La superación de la pobreza, la inequidad y la creciente violencia en Ecuador no se logrará creando condiciones que desconozcan los derechos humanos y de la naturaleza. Por el contrario, como lo ha señalado el papa Francisco, solo mediante el diálogo y el respeto mutuo podemos promover la justicia, único camino hacia una paz duradera.

“La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. (…) Un principio indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto.” (Fratelli Tutti, 55)  #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

domingo, 2 de noviembre de 2025

carta No. 313: Moralidad (Moeurs)

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 313 –2  noviembre de 2025
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Moralidad (Moeurs)

“Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. De ahí que la política sea un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, si bien cuando quienes los que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción” Papa Francisco, diciembre 2018

La democracia necesita más que meros procedimientos formales, como las elecciones o las instituciones. Se fundamenta en lo que en francés se llama moeurs, es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos: el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan estas virtudes. Entonces, la política se convierte en lucha por el poder, los parlamentos en escenarios de autopromoción, y el neoliberalismo en una maquinaria que ha producido una gran cantidad de perdedores. La brecha social entre ricos y pobres se agranda cada vez más, y el miedo a caer socialmente afecta incluso a la clase media. “Precisamente estos temores son los que lanzan a la gente hacia los brazos de autócratas y populistas” (Byung-Chul Han).

A lo largo de la historia, reyes y gobernantes han actuado sin apego a la moral para perseguir sus intereses. Maquiavelo estableció el famoso principio: “el fin justifica los medios”. Hoy ese axioma parece invertido: los medios justifican los fines y se han convertido en el objetivo último de la acción política, para alcanzar el poder a cualquier precio y sin consideración moral alguna.

Las estrategias básicas de este estilo político son dos: primero, se crea uno o varios enemigos, a quienes se denigra como “terroristas” o “desechables”; al enemigo no basta con vencerlo, hay que eliminarlo. Segundo, se ofrecen dádivas clientelares, bonos o soluciones mágicas basadas en promesas cautivadoras, pero pasajeras e irrealizables. Son las dos caras de un mismo fenómeno: un populismo autoritario.

Se utiliza un sistema de propaganda que aparenta libertad, apoyado en medios y plataformas digitales que a menudo crean un mundo ficticio. Aunque pueden fomentar empatía y conexión, con frecuencia se transforman en instrumentos de odio y manipulación, volviéndonos esclavos de nuestras propias pasiones en lugar de más humanos y respetuosos. El papa Francisco ha reconocido las enormes posibilidades de la inteligencia artificial, pero también ha advertido sobre los graves riesgos que puede entrañar para la humanidad.

La moralidad y las buenas costumbres se basan en la ética y en las virtudes de los ciudadanos: el civismo, el respeto a las leyes, la confianza, la responsabilidad, el respeto mutuo y la convivencia pacífica. Esto es mucho más que cumplir con el ritual de depositar un voto en las urnas cada cierto tiempo. La auténtica democracia implica una participación ciudadana activa, con formación permanente para ejercer un control social efectivo sobre los mandatarios, tanto a nivel local como nacional.

En Ecuador acudiremos nuevamente a las urnas el 16 de noviembre, para un nuevo referéndum y consulta popular. Allí debemos aplicar nuestras virtudes cívicas y superar la apatía y la anomia que derivan en la degradación de las normas sociales y en la falta de reflexión crítica. Nuestra voz es condición para una democracia fuerte y para frenar los afanes autoritarios del poder. No podemos quedarnos en las ofertas vacías de cambio constitucional que enarbola el poder para asegurar sus propios intereses. “Sed mansos como palomas y astutos como serpientes” (Mt 10,16).

Consolidar nuestra conciencia cívica como ciudadanos es un desafío, sobre todo en tiempos electorales. Aún mejor si lo hacemos en grupo o en comunidad, promoviendo estos valores en las familias y en los espacios educativos. La moral social y política es compromiso de todos; implica servicio, corresponsabilidad con el bien común, la justicia y la paz.  #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

sábado, 25 de octubre de 2025

carta No. 312: “¡ Denles ustedes de comer ¡” (Mc 6,37).

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 312 – 26 de octubre de 2025
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“¡ Denles ustedes de comer ¡” (Mc 6,37).

“El corazón del Papa, que no se pertenece a sí mismo sino a la Iglesia y, en cierto modo, a toda la humanidad, mantiene viva la confianza de que, si se derrota el hambre, la paz será el terreno fértil del que nazca el bien común de todas las naciones…Quiero llamar la atención de este foro internacional sobre las multitudes que carecen d acceso a agua potable, alimentos, atención médica esencial, vivienda digna, educación básica o trabajo digno, para que podamos compartir el dolor de quienes se alimentan solo de desesperación, lágrimas y miseria. Papa León XIV, Discurso ante la FAO).

“El corazón del Papa, que no se pertenece a sí mismo sino a la Iglesia y, en cierto modo, a toda la humanidad, mantiene viva la confianza de que, si se derrota el hambre, la paz será el terreno fértil del que nazca el bien común de todas las naciones… Quiero llamar la atención de este foro internacional sobre las multitudes que carecen de acceso a agua potable, alimentos, atención médica esencial, vivienda digna, educación básica o trabajo digno, para que podamos compartir el dolor de quienes se alimentan solo de desesperación, lágrimas y miseria.” (Papa León XIV, Discurso ante la FAO)

Con ocasión del 80 aniversario de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y del Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre de 2025), el Papa León XIV pronunció en Roma, sede de la FAO, un discurso histórico que marcó un punto de inflexión moral en la lucha global contra el hambre, la lacra que afecta a la humanidad.

El Papa León XIV señaló que el hambre es un imperativo moral universal y una vergüenza colectiva causada por un sistema económico que prioriza el lucro sobre la dignidad humana. Denunció la paradoja de un mundo que produce alimentos suficientes, pero permite el desperdicio, mientras millones, especialmente niños, sufren malnutrición y hambre.

En Ecuador, más del 20% de los niños sufren desnutrición crónica infantil y más del 39% en los sectores indígenas y campesinos. Las causas principales no se limitan a la falta de alimentos, sino también a la carencia de acceso a agua segura, servicios de salud deficientes para madres gestantes y la falta de vacunación y controles oportunos durante los primeros años de vida. El Papa denuncia el uso de los alimentos como arma de guerra y la negación intencional de su acceso a pueblos enteros. En Ecuador, la crisis social y económica, agravada por la violencia y la represión, ha incrementado el hambre: el país es el tercero de Sudamérica con mayor inseguridad alimentaria, y más del 60% de los ecuatorianos no puede cubrir la canasta básica.

El Papa León XIV destacó el papel indispensable de la mujer en la lucha contra el hambre y en el fomento de un desarrollo integral: “Las mujeres son las primeras en velar por el pan que falta, en sembrar esperanza en los surcos de la tierra, en amasar el futuro con las manos encallecidas por el esfuerzo. En cada rincón del mundo, la mujer es silenciosa arquitecta de la supervivencia, custodia metódica de la creación”. Esto es evidente en nuestro país.

“No podemos aspirar a una vida social más justa si no estamos dispuestos a deshacernos de la apatía que justifica el hambre como si fuera música de fondo a la que nos hemos acostumbrado, un problema sin solución o, simplemente, responsabilidad de otros.”

El Papa concluye señalando: “Toda persona humana tiene hambre no solo de pan, sino también de todo lo que le permita madurar y crecer hacia la felicidad para la que todos hemos sido creados. Hay un hambre de fe, esperanza y amor que debe canalizarse hacia la respuesta integral que estamos llamados a dar juntos. Lo que Jesús dijo a sus discípulos ante una multitud hambrienta sigue siendo un desafío clave y apremiante para todos: ‘Denles ustedes de comer’ (Mc 6,37).”

Esta llamada del Papa es un reto y un compromiso para todos los creyentes. Nos exige dejar de lado la apatía y la indiferencia ante el dolor y el hambre de tantos hermanos nuestros, y comenzar a compartir más en comunidad, siendo solidarios, para que entre todos los ecuatorianos erradiquemos el hambre en nuestro país, luchando por la justicia y la paz. #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.


domingo, 19 de octubre de 2025

carta No. 311: “El grito de los pobres”

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 311 – 19 de octubre de 2025
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 “El grito de los pobres”

El amor de Cristo que se hace carne en el amor a los pobres, entendido como: el cuidado de los enfermos; la lucha contra la esclavitud, la defensa de las mujeres que sufren exclusión y violencia; el derecho a la educación; el acompañamiento a los migrantes, en la limosna que “es justicia restaurada, no un gesto de paternalismo” Exhortación apostólica «Dilexi te» - León XIV.

“Cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”

(Mateo 25,40).

En el Ecuador, los pueblos indígenas son los más pobres y excluidos de la sociedad. Entre ellos, la pobreza alcanza el 70%, duplicando la media nacional. Las cifras sobre educación, analfabetismo, desnutrición infantil y empleo confirman un cuadro lacerante heredado desde la Colonia, sin que ningún gobierno haya logrado superar esta lacra social. “El afecto por el Señor se une al afecto por los pobres”. El Señor escucha con claridad el grito de los pobres, contempla su realidad con dolor y angustia, y los acompaña diariamente en su peregrinar.

La Palabra de Dios lo confirma: Él siempre ha estado junto a su pueblo. En la revelación a Moisés junto a la zarza ardiente, declara con firmeza: “He visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor provocados por sus capataces. […] Por eso he bajado a librarlo” (Éx 3,7-8.10). Dios siempre ha estado atento a la vida del pueblo, solícito ante la necesidad de los pobres: “Clamaron al Señor, y él hizo surgir un salvador” (Jc 3,15).

Como cristianos, debemos no solo escuchar el grito fuerte de los pobres, sino identificarnos con él, vivirlo con la misma ternura, compasión y compromiso con que Dios vive y siente esas necesidades. Nunca podemos permanecer indiferentes ni mirar hacia otro lado. Si somos apáticos, si despreciamos o invisibilizamos a los pobres, estamos negando nuestra humanidad y alejándonos del amor de Dios.

El grito de los pobres interpela constantemente a la sociedad, las instituciones y la Iglesia. Aunque muchos lo ignoren, revela la falta de oportunidades y la exclusión que padecen, reflejando en sus rostros heridos el mismo sufrimiento de Cristo.

Los pobres tienen muchos rostros. No se trata de un solo fenómeno, sino de una realidad compleja con múltiples formas y manifestaciones: “aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad” (Dilexi te, 9). Allí están, aunque nos empeñemos en ignorarlos. Ellos son los descartados. El desafecto por los pobres es también desafecto por el Señor.

Los pobres no son parte del “paisaje social”, tampoco son pobres porque sean vagos o no trabajen; la pobreza es consecuencia de causas estructurales, fraguadas a través de la historia, por un sistema que ha cultivado la inequidad, la injusticia, la desigualdad y la exclusión, negándoles educación, salud y oportunidades. Cuando los pobres están callados, sin incomodar al sistema ni cuestionar al poder, se les llama “gentecita” tranquila, humilde, sencilla. Pero cuando sacan a la calle su pobreza y la exponen ante la sociedad, cuando reclaman justicia, incomodan a unos y resultan indiferentes a otros, porque “no es su problema”. Entonces, a los ojos del poder, dejan de ser humildes y se vuelven “problemáticos”, “delincuentes”, “terroristas”. Sin embargo, ellos no buscan acumular riqueza ni dominar a nadie: lo que reclaman es dignidad. Su lucha es por extinguir la marginación, la exclusión, el hambre y la pobreza; por alcanzar trabajo, salud, educación y buen trato. Por eso, no podemos bajar la guardia frente a la pobreza. Está allí, viva, interpelándonos y exigiendo atención y soluciones urgentes.

La protesta indígena clama por respuestas que superen siglos de injusticia y exclusión. La represión es ciega y agrava los conflictos; las dádivas limitadas son apenas una gota de agua en el desierto. #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

sábado, 11 de octubre de 2025

carta No. 310: Racismo y xenofobia: antítesis del Amor

                                                                                                                                 Con los ojos fijos en Él

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Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 310 – 12 de octubre de 2025
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 Racismo y xenofobia: antítesis del Amor

"La comunidad internacional considera injustificable y rechaza como inadmisible la tendencia a mantener o introducir leyes o comportamientos inspirados sistemáticamente en prejuicios racistas…Todos deben tener igual acceso a la vida económica, cultural, cívica y social y beneficiarse de la distribución equitativa de la riqueza de la nación, mientras son tratados por igual ante la ley… El racismo conduce a "una mentalidad xenófoba", ya que las personas se encierran en sí mismas por miedo al otro”. Papa León XIV.


Ecuador se encuentra en la tercera semana del paro iniciado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), tras la eliminación del subsidio al diésel. Como mencionó el cardenal Luis Cabrera: “el alza del combustible no es más que un detonante de toda una realidad llamada pobreza”. A pesar del pedido de la Iglesia y de tantos actores sociales para resolver esta crisis por medio del diálogo —que no ha tenido acogida—, no se anticipa una solución pronta.

La polarización entre posturas contrapuestas se ha exacerbado y ha puesto en vigencia una lacra social que creíamos superada: el racismo. El levantamiento indígena ha provocado campañas de desprestigio, acusaciones e insultos recurrentes desde sectores de poder político, económico e ideológico, llamándolos “indios vagos”, “delincuentes”, “terroristas”, “cómplices del narcotráfico”. Estos improperios se difunden en redes sociales y medios de comunicación masivos. Similares acusaciones y actos de marginación sufren afrodescendientes, montubios y mestizos de algunos sectores populares.

Las actitudes de racismo y xenofobia reflejan miedo, inseguridad y falta de empatía hacia el diferente, mientras la pobreza refuerza la exclusión y la deshumanización. Un indígena o migrante con recursos enfrenta menos discriminación, evidenciando la aporofobia como raíz del rechazo social. Pretender una falsa superioridad por raza, religión o condición económica perpetúa privilegios injustos; por ello, el racismo, la xenofobia y la aporofobia son pecados sociales intolerables desde la fe cristiana.

Lamentablemente, el racismo tiene siglos de historia. La explotación y marginación de los pueblos indígenas y afrodescendientes se ha basado en mecanismos de opresión que históricamente les negaron equidad y acceso a oportunidades mínimas. Sin embargo, esta situación es insostenible, porque las personas vulneradas han tomado conciencia de sus derechos y de las condiciones injustas que aún soportan en muchas de sus comunidades y territorios.

Las nacionalidades y pueblos poseen una fuerza esencial en su espíritu comunitario, que les permite unirse para defender sus derechos. Aunque esto genera temor en una sociedad individualista que busca dividirlos y desprestigiarlos, sus valores colectivos resisten y permanecen firmes.

Paradójicamente, a pesar de que miles de ecuatorianos han emigrado al mundo, el país tampoco está exento de actitudes xenofóbicas. Estas se inscriben en una corriente internacional donde las políticas de algunos países buscan limitar, rechazar o expulsar a los migrantes, aunque dependan de ellos como mano de obra barata para sostener su nivel de vida. Es fundamental valorar la riqueza que aportan a nuestra patria las diferentes nacionalidades y pueblos ecuatorianos, así como los hermanos migrantes, que con su trabajo y su cultura nos hacen crecer en humanidad y solidaridad.

Desde la fe cristiana sabemos que los seres humanos y la naturaleza poseen una dignidad que proviene de Dios y no puede ser atropellada. En el Antiguo Testamento se insiste en el respeto al extranjero: “El Señor protege al extranjero, sostiene al huérfano y a la viuda” (Salmo 146, 9). Y en Lucas 10, 25-37, Jesús pone al samaritano —una persona despreciada y víctima de racismo por parte de los judíos puros— como ejemplo de amor al prójimo.

Si no logramos comprender esto, quizá debamos replantearnos, una vez más, la naturaleza de nuestra fe.  #ComuniquemosEsperanza

 

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domingo, 5 de octubre de 2025

carta No. 309: El diálogo: instrumento de paz

 

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carta No. 309 – 5 de octubre de 2025
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El diálogo: instrumento de paz

“Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es esta: DIÁLOGO. Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita construir el tejido social… hoy es urgente involucrar a todos los actores sociales en la promoción de una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa, sin exclusiones”. Papa Francisco.

NNuestro país vive otro momento crítico. La decisión política del Gobierno de eliminar el subsidio al diésel generó un paro nacional que ya dura casi quince días, iniciado por el movimiento indígena, liderado por la CONAIE, al que se han ido sumando otros actores sociales.

Las autoridades han respondido implementando distintas estrategias y medidas para desprestigiar y anular la movilización. La represión y los hechos de violencia se han desatado: hay un muerto, varios heridos —algunos de la fuerza pública—, personas maltratadas y detenidas, calificadas como terroristas.

Se ha producido una escalada que, en los actuales momentos, impide ver una salida pronta a la situación, debido a la intransigencia gubernamental y su negativa a iniciar un proceso de diálogo y negociación.

Desde la Comisión Ecuatoriana de Justicia y Paz, estamos convencidos de que solo mediante un proceso de diálogo es posible resolver el presente conflicto, que ya tiene graves consecuencias sociales y económicas. Si nos remitimos a la historia, mediante el diálogo finalizaron el Primer Levantamiento Indígena de 1990 y los subsiguientes de 1992 y 1994. Del mismo modo, los paros y levantamientos de 2019 y 2022 concluyeron con procesos de diálogo y negociación.

Desde distintos sectores de la Iglesia, representantes de otras iglesias, instancias ecuménicas, así como numerosos actores y organizaciones de la sociedad civil y de la academia, se insiste en la necesidad de crear cauces adecuados para el diálogo. Unimos nuestra voz en este mismo sentido.

El diálogo no debe limitarse a terminar las movilizaciones, sino servir como una herramienta para prevenir nuevos conflictos. Debe generar acuerdos realistas y viables, basados en el reconocimiento del otro, la flexibilidad para ceder por el bien común y la amabilidad como forma de liberar las relaciones humanas de la crueldad y la indiferencia.

Quien dialoga cultiva la amabilidad, “facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes”.

Es posible que, si finalmente se abre un proceso de diálogo, se establezcan mecanismos e instituciones de mediación que cuenten con la aceptación de las partes y ejerzan una labor de arbitraje plenamente neutral, para alcanzar consensos derivados de las negociaciones.

En el diálogo deben participar quienes resultan directamente afectados por la decisión final. Quien toma el diálogo en serio no ingresa en él convencido de que el interlocutor nada tiene que aportar, sino todo lo contrario. Quien participa de un diálogo no cree poseer “toda la verdad clara y diáfana”, ni ve al interlocutor como alguien a quien convencer, sino como alguien con quien dialogar.

Dialogar en serio implica escuchar, mantener la propia posición si los argumentos del otro no convencen, o modificarla si resultan razonables. Supone buscar una solución justa, basada en el entendimiento mutuo. Entenderse no significa lograr un acuerdo total, pero sí descubrir los puntos en común y precisar, desde allí, en qué hay coincidencias y en qué no.

Un diálogo serio exige que todos los interlocutores puedan expresar sus puntos de vista, presentar argumentos y responder a otras intervenciones. La decisión final, para ser justa, no debe atender a intereses individuales o grupales, sino al interés general. Y aun así, puede estar equivocada, por lo que siempre debe quedar abierta a revisiones.

La cultura del diálogo implica un aprendizaje permanente. El diálogo es urgente e impostergable. El diálogo es instrumento de paz.   #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

viernes, 3 de octubre de 2025

UN DIÁLOGO NECESARIO

 

UN DIÁLOGO NECESARIO

“Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es ésta: diálogo. Estamos invitados

a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que

esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social (…) Para nosotros, hoy es urgente

involucrar a todos los actores sociales en la promoción de una cultura que privilegie el diálogo

como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la

preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones”. (papa Francisco).

 

Nuestro país vive nuevamente un momento crítico, La decisión gubernamental de suprimir el subsidio al diésel generó un paro nacional que ya dura más de 10 días, que fue iniciado por el movimiento indígena y su principal organización, la CONAIE, al que se han ido sumando otros actores sociales con distinta intensidad. Quizás fue la gota que rebasó el vaso de la indignación popular.

Las autoridades han respondido implementando distintas estrategias y medidas para desprestigiar y anular la movilización. La represión y los hechos de violencia se han desatado y, lamentablemente, se ha perdido de forma cruel e injustificable la vida de un dirigente comunitario, hay varios heridos, incluso algunos de la fuerza pública, y personas maltratadas y presas, que han sido calificadas como terroristas.

Se ha producido una escalada de violencia que, en los actuales momentos, impide ver una salida fácil y pronta a la actual situación, por la intransigencia gubernamental y su negativa a iniciar un diálogo y negociación.

Sin embargo, desde la Comisión Justicia y Paz del Ecuador tenemos la convicción, basada en la experiencia, de que sólo con un proceso de diálogo es posible resolver el presente conflicto que ya tiene graves consecuencias sociales y económicas Si nos remitimos a la historia, mediante el diálogo finalizó en 1990 el Primer Levantamiento Indígena y los que se realizaron los años subsiguientes de 1992, 1994, etc. En los años recientes, el paro y levantamiento del año 2019 terminó con una negociación con la mediación de representantes de las Naciones Unidas y en 2022 con la mediación de la Iglesia Católica. Estas experiencias demuestran que siempre que se han producido hechos similares, el diálogo y negociación fueron fundamentales para superar la crisis y encontrar acuerdos.

Desde distintos sectores de la Iglesia, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, varias diócesis, la organización de los religiosos y religiosas ecuatorianos, representantes de otras iglesias, instancias ecuménicas y numerosos actores y organizaciones de la sociedad civil y de la academia insisten en la necesidad de crear cauces adecuados para el diálogo. Como Comisión de Justicia y Paz del Ecuador unimos nuestra voz en este mismo sentido.

Tenemos claro que no se trata de solicitar el diálogo solo como un medio para terminar con las reivindicaciones populares, sin llegar a ninguna conclusión efectiva y que evite nuevos brotes de protesta; el diálogo debe llegar a acuerdos realistas, que cuenten con los mecanismos para hacerlos viables y ejecutables. La negociación implica hacer concesiones de parte y parte: no se puede esperar que haya falsas unanimidades, ni una confluencia total de criterios en torno a un pensamiento único, pero debe establecer consensos que tengan como fin el bien común con justicia para poder construir la paz que todos anhelamos.

¿Qué se necesitaría para un diálogo que resulte eficaz?


Es necesario establecer unas condiciones previas para ambas partes. En primer lugar, tienen que demostrar apertura y superar los maximalismos e intransigencias actuales, que impiden cualquier proceso de diálogo. Deben asumir el respeto total a los derechos de las personas, organizaciones e instituciones, incluido el derecho a la resistencia y la protesta.

El Gobierno Ecuatoriano debería comprometerse a:

·        Eliminar los actuales niveles de represión y los abusos contra los derechos de las personas que desde las fuerzas de seguridad se pueden generar. No se puede matar ni disparar contra el pueblo.

·        Dejar de identificar y asimilar las protestas populares con el narcotráfico y el terrorismo.

·        Liberar a las personas apresadas y que se encuentran en proceso de juzgamiento como terroristas o aliados de los narcotraficantes: así como investigar y sancionar el asesinato de Efraín Fuérez.

El movimiento indígena y las organizaciones sociales, por su parte, deberían asumir estas actitudes:

·         Respetar y no dañar los bienes y recursos públicos y privados.

·         Evitar totalmente cualquier acto de violencia y realizar protestas pacíficas.

·         No agredir a las instituciones o personas que no se unen al paro o a las que piensan distinto.

Es posible que, si finalmente se abre un proceso de diálogo, se establezcan algunos mecanismos e instituciones de mediación que deben contar con la aceptación de las partes y realizar una labor de arbitraje plenamente neutral para llegar a los consensos que surjan de las negociaciones.

Como Justicia y Paz no pretendemos representar a nadie, sólo queremos, desde nuestra sencilla palabra, ayudar a que se reflexione y se inicie un diálogo que detenga la locura actual. Es posible que, desde las iglesias, los organismos internacionales, la sociedad civil y la academia se establezcan participativamente los mecanismos para impulsarlo y se pueda ejercer el rol de mediación que consideramos necesario en esta coyuntura.

En nuestro Ecuador necesitamos superar la nefasta polarización que nos divide y nos hace ver a los otros como enemigos irreconciliables con los que hay que acabar y no como adversarios ideológicos y políticos que piensan y tienen intereses distintos y con los que se puede llegar a acuerdos en busca del bien común mayoritario y del respeto a los derechos de las personas y de la naturaleza.

El diálogo efectivo debe llevar a cambios perdurables. No debemos olvidar que la población indígena del país ha sido históricamente, y sigue siendo, uno de los sectores más excluidos de la sociedad, con niveles de pobreza y desnutrición crónica infantil cercanos al doble de la media nacional, un acceso limitado a la educación, y una fuerte discriminación étnica en el mercado laboral. Solamente una fuerte inversión social en desarrollo comunitario, con participación de las comunidades y respeto a la multiculturalidad, puede sembrar raíces para la superación de esta situación de inequidad.

Pedimos al Señor que nos ilumine y asumimos la oración de san Francisco de Asís: “Haz, Señor,

que seamos instrumentos de tu paz, que donde haya odio, pongamos amor”. Octubre-2-2025

 #ComuniquemosEsperanza