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domingo, 19 de octubre de 2025

carta No. 311: “El grito de los pobres”

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 311 – 19 de octubre de 2025
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 “El grito de los pobres”

El amor de Cristo que se hace carne en el amor a los pobres, entendido como: el cuidado de los enfermos; la lucha contra la esclavitud, la defensa de las mujeres que sufren exclusión y violencia; el derecho a la educación; el acompañamiento a los migrantes, en la limosna que “es justicia restaurada, no un gesto de paternalismo” Exhortación apostólica «Dilexi te» - León XIV.

“Cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”

(Mateo 25,40).

En el Ecuador, los pueblos indígenas son los más pobres y excluidos de la sociedad. Entre ellos, la pobreza alcanza el 70%, duplicando la media nacional. Las cifras sobre educación, analfabetismo, desnutrición infantil y empleo confirman un cuadro lacerante heredado desde la Colonia, sin que ningún gobierno haya logrado superar esta lacra social. “El afecto por el Señor se une al afecto por los pobres”. El Señor escucha con claridad el grito de los pobres, contempla su realidad con dolor y angustia, y los acompaña diariamente en su peregrinar.

La Palabra de Dios lo confirma: Él siempre ha estado junto a su pueblo. En la revelación a Moisés junto a la zarza ardiente, declara con firmeza: “He visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor provocados por sus capataces. […] Por eso he bajado a librarlo” (Éx 3,7-8.10). Dios siempre ha estado atento a la vida del pueblo, solícito ante la necesidad de los pobres: “Clamaron al Señor, y él hizo surgir un salvador” (Jc 3,15).

Como cristianos, debemos no solo escuchar el grito fuerte de los pobres, sino identificarnos con él, vivirlo con la misma ternura, compasión y compromiso con que Dios vive y siente esas necesidades. Nunca podemos permanecer indiferentes ni mirar hacia otro lado. Si somos apáticos, si despreciamos o invisibilizamos a los pobres, estamos negando nuestra humanidad y alejándonos del amor de Dios.

El grito de los pobres interpela constantemente a la sociedad, las instituciones y la Iglesia. Aunque muchos lo ignoren, revela la falta de oportunidades y la exclusión que padecen, reflejando en sus rostros heridos el mismo sufrimiento de Cristo.

Los pobres tienen muchos rostros. No se trata de un solo fenómeno, sino de una realidad compleja con múltiples formas y manifestaciones: “aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad” (Dilexi te, 9). Allí están, aunque nos empeñemos en ignorarlos. Ellos son los descartados. El desafecto por los pobres es también desafecto por el Señor.

Los pobres no son parte del “paisaje social”, tampoco son pobres porque sean vagos o no trabajen; la pobreza es consecuencia de causas estructurales, fraguadas a través de la historia, por un sistema que ha cultivado la inequidad, la injusticia, la desigualdad y la exclusión, negándoles educación, salud y oportunidades. Cuando los pobres están callados, sin incomodar al sistema ni cuestionar al poder, se les llama “gentecita” tranquila, humilde, sencilla. Pero cuando sacan a la calle su pobreza y la exponen ante la sociedad, cuando reclaman justicia, incomodan a unos y resultan indiferentes a otros, porque “no es su problema”. Entonces, a los ojos del poder, dejan de ser humildes y se vuelven “problemáticos”, “delincuentes”, “terroristas”. Sin embargo, ellos no buscan acumular riqueza ni dominar a nadie: lo que reclaman es dignidad. Su lucha es por extinguir la marginación, la exclusión, el hambre y la pobreza; por alcanzar trabajo, salud, educación y buen trato. Por eso, no podemos bajar la guardia frente a la pobreza. Está allí, viva, interpelándonos y exigiendo atención y soluciones urgentes.

La protesta indígena clama por respuestas que superen siglos de injusticia y exclusión. La represión es ciega y agrava los conflictos; las dádivas limitadas son apenas una gota de agua en el desierto. #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

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