Carlos Ayala Ramírez.- En un
artículo publicado en diciembre de 1977, decía el beato Óscar
Romero que "Feliz Navidad" no debía ser solo una
expresión gastada, que a fuerza de repetirla perdiera la riqueza de
su originalidad y de su mensaje. Y sugería que, para inyectar nueva
conciencia y eficacia al saludo navideño, bueno sería liberarlo de
la rutina y del convencionalismo. Afirmaba que "para no ser
tributarios de la costumbre y de la comercialización de la Navidad,
hay que cultivar la originalidad de nuestra fe, acompañando nuestros
augurios navideños de acciones y gestos que realmente produzcan
felicidad y paz a nuestro alrededor".
Monseñor Romero, en medio de la
crisis que en su época atravesaba El Salvador, aplica ese
significado luminoso de la Navidad en su homilía del 24 de diciembre
de 1977:
No nos desanimemos, aun cuando el
horizonte de la historia como que se oscurece y se cierra, y como si
las realidades humanas hicieran imposible la realización de los
proyectos de Dios. Dios se vale hasta de los errores humanos, hasta
de los pecados de los hombres, para hacer surgir sobre las tinieblas
lo que ha dicho Isaías. Un día se cantará también no solo el
retorno de Babilonia, sino la liberación plena de los hombres. El
pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; habitaban
tierras de sombras, pero una luz ha brillado.
Ahora bien, los relatos de la Navidad
no solo están llenos de luz, sino también de alegría para el
mundo. Este es el tono dominante de la celebración. La versión de
Lucas sobre la natividad de Jesús está llena de alegría. El
capítulo 2 dice que había unos pastores que cuidaban por turnos los
rebaños a la intemperie. Un ángel del Señor se les presentó y les
dijo: "No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran
alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David
el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal:
encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Se dice que cuando en la Biblia
hablan los ángeles hay que leer con atención, porque su función
narrativa es revelar el significado de algo que está sucediendo. Por
ejemplo, en este caso, la alegría de la Navidad no hay que
confundirla con cualquier bienestar, satisfacción o disfrute. Es una
alegría que viene de la Buena Noticia de Jesús. Por eso es para
todo el pueblo y ha de llegar sobre todo a los que sufren y viven
tristes. De nuevo, el beato Romero captó espléndidamente este
significado, desde la propia realidad, y lo llevó a la práctica
mediante su ejercicio pastoral. En este sentido, en una de sus
homilías reflexiona y exhorta con las siguientes palabras:
He oído muchas voces que me dicen:
"Qué triste se siente la Navidad, como que no es Navidad".
Y es que hay angustia, hay incertidumbre, hay muchos que están
sufriendo, hay muchos hogares donde faltan seres queridos, hay
tristeza en la Navidad en El Salvador; pero el que es cristiano sabe
que hay una alegría de fondo, una alegría de esperanza y de fe, una
alegría de austeridad [...] A esa alegría serena invito a todos.
Gracias a Dios que no solo existe una Navidad de tantas apariencias
comerciales y de alegrías que son fugaces como la pólvora que se
quema y no deja más que basura. Alegría de profundidad es lo que yo
quisiera para todos los que estamos haciendo esta reflexión. Alegría
en medio de la tristeza, del terror, de la angustia [...] Sin
embargo, hay una gran esperanza: has venido, Señor [...] nuestra fe
confía en Ti y sabemos que vienes a salvarnos y que cuanto más
negra se pone la noche y más cerrados los horizontes, Tú serás más
redentor.
Para monseñor Romero, pues, la
Navidad habla de la luz y la alegría que llega a las tinieblas de
nuestras vidas personales y colectivas. Y consciente de que esas
tinieblas son tan reales como la luz, es contundente al afirmar:
Nadie podrá celebrar la Navidad
auténtica si no es pobre de verdad. Los autosuficientes, los
orgullosos, los que desprecian a los demás porque todo lo tienen,
los que no necesitan ni de Dios, para esos no habrá Navidad. Solo
los pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien
venga por ellos tendrán a ese alguien, y ese alguien es Dios,
Emanuel, Dios-con-nosotros.
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