Card. Parolin
(ZENIT-
Ciudad del Vaticano).- El secretario de Estado, el cardenal Pietro
Parolin, ha presidido en la plaza de San Pedro, la misa de acción de
gracias por la canonización de Madre Teresa, ya santa Teresa de
Calcuta. De este modo, durante la homilía, el purpurado ha
invitado a dar gracias a Dios “por habernos dado a Santa Teresa de
Calcuta, que, con su incesante oración, fuente de grandes obras de
misericordia corporal y espiritual, ha sido un espejo nítido del
amor de Dios y un admirable ejemplo de servicio al prójimo”
especialmente a las personas “más pobres, abandonadas”.
Del mismo
modo, ha asegurado que ella sabía bien que, una de las formas más
terribles de pobreza consiste en el saberse no amados, no deseados,
despreciados. “Una especie de pobreza presente también en los
países y en las familias menos pobres, también en las personas
pertenecientes a categorías que disponen de medios y posibilidades,
pero que experimentan el vacío interior de haber perdido el
significado y la dirección de la vida y son violentamente golpeados
por la desolación de las uniones rotas, de la dureza de la soledad,
de la sensación de ser olvidados por todos y de no servir a nadie”.
Y esto –ha
proseguido– la ha llevado a identificar a los niños no
nacidos y amenazados en su existencia como “los más pobres entre
los pobres”. En esta línea, el cardenal Parolin ha querido
subrayar que cada uno de ellos depende “más que cualquier otro ser
humano” del amor y del cuidado de la madre y de la protección de
la sociedad. El concebido “no tiene nada suyo, cada esperanza y
necesidad está en la mano de otros”. Él –ha añadido el
secretario de Estado– lleva consigo un proyecto de vida y de futuro
y pide ser escuchado y protegido para que se pueda convertir en lo
que ya es.
Por todo
ello, tal y como ha recordado el purpurado, la santa defendió con
valentía la vida naciente, con esa franqueza de palabra y linealidad
de acción que es la señal más luminosa de la presencia de los
profetas y de los santos, quienes “no se arrodillan ante nadie
excepto al Omnipotente”. Son interiormente libres –ha precisado–
porque son interiormente fuertes y no se arrodillan frente a las
modas o ídolos del momento, sino que se reflejan en la conciencia
iluminada del sol del Evangelio.
En ella
descubrimos “ese feliz e inseparable binomio entre ejercicio
heroico de la caridad y claridad en la proclamación de la verdad”.
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