La pornografía se ha convertido
rápidamente en un vicio y en una grave dependencia que parece no
conocer límites en su exposición. Primero fueron videos
clandestinos, ahora se ha instalado profusamente en internet y en
redes sociales de fácil acceso sin restricciones.
Entre los efectos de la pornografía,
el Documento indica que “Nadie puede considerarse inmune a los
efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de
la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños
y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser
víctimas. La pornografía y la violencia sádica deprecian la
sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan a los
individuos -especialmente las mujeres y los niños-, destruyen el
matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales y
debilitan la fibra moral de la sociedad”, señala que “uno de los
efectos de la pornografía es el pecado”, denuncia que “la
participación voluntaria en la producción y en la difusión de
estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal
moral. Además, esta producción y difusión no podrían tener lugar
si no existiera una demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos
productos no sólo se perjudican a sí mismos, sino que también
contribuyen a la promoción de un comercio nefasto” y advierte que
“la pornografía -como la droga- puede crear dependencia y empujar
a la búsqueda de un material cada vez más excitante y perverso. La
probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la
medida que se vaya dando este proceso”.
Siempre es posible enderezar el rumbo
y corregir actitudes para poder liberarse de dependencias. Que nadie
se engañe, la pornografía provoca severos daños, tal como el
Documento lo indica: “Favorece insalubres preocupaciones en los
terrenos de la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en
el desarrollo moral de la persona y en la maduración de las
relaciones humanas sanas y adultas, especialmente en el matrimonio y
en la familia”, además “cuestiona el carácter familiar de la
sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se
considere como una búsqueda frenética del placer individual, más
que como una expresión perdurable del amor en el matrimonio, la
pornografía aparecerá como un factor capaz de minar la vida
familiar en su totalidad” y menosprecia a los demás “al
considerarles como objetos en vez de personas”
Entre las causas de su propagación,
el Documento señala la “moral permisiva”, el “lucro hasta el
punto de vincularse al crimen organizado”, los “falsos argumentos
libertarios” mediante los que algunos exigen “la tolerancia hacia
la pornografía, aún a precio de la salud moral de los jóvenes y
del derecho a la intimidad, así como un ambiente de pública
decencia” aunque cabe recordar que el derecho a la libertad de
expresión no es un absoluto. Otra de las causas es “la ausencia de
leyes cuidadosamente preparadas o su no aplicación, para la
protección del bien común, en particular de la moralidad de los
jóvenes”.
Entre las respuestas a este problema,
el Documento sostiene que es necesario “salvaguardar el derecho de
los individuos, de las familias y de la sociedad a la vida privada, a
la decencia pública y a la protección de los valores esenciales de
la vida” y dirige su atención hacia “siete sectores con
especiales deberes en la materia: profesionales de la comunicación,
padres, educadores, juventud, público en general, autoridades
públicas e Iglesia y grupos religiosos”.
El Documento del Pontificio Consejo
de las Comunicaciones Sociales les habla a los profesionales de la
Comunicación: “Son muchos los comunicadores que se distinguen por
sus cualidades personales y profesionales. Tratan de asumir su
responsabilidad aplicando con fidelidad las normas morales y les
anima un gran deseo de servicio al bien común. La producción de
pornografía, en cambio, “envilece a los medios de comunicación y
corrompe a la sociedad misma”. También se dirige a la Autoridad
Pública para recordarle que “Las leyes y los agentes de la ley
tienen el deber sagrado de proteger el bien común, especialmente el
que concierne a la juventud y a los miembros más vulnerables de la
comunidad”.
Ya es momento de enfrentar este
problema, la pornografía también ofusca la imagen divina en cada
persona humana, debilita el matrimonio y la vida familiar y daña
gravemente a los individuos y a la sociedad.
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