Leonardo Boff
La plutocracia brasilera (los 71.440 multimillonarios según el IPEA)
tiene poca fantasía. Usa los mismos métodos, el mismo lenguaje, el
mismo recurso farisaico del moralismo y del combate a la corrupción
para ocultar la propia corrupción y dar un golpe a la democracia
para salvaguardar sus privilegios. Siempre que emerge una democracia
con apertura a lo social se llenan de miedo. Organizan una unión de
fuerzas que implica a sectores de la política, del poder judicial,
del MPF, de la Policía Federal y principalmente de la prensa
conservadora y reaccionaria, como es el caso del conglomerado O
Globo. Así hicieron con Vargas, con Jango y ahora con Lula-Dilma.
En el actual proceso de impeachment,
de destitución contra la Presidenta Dilma cuentan con un aliado
poderoso: el complejo jurídico-policial del Estado, que sustituye a
las bayonetas. El vicepresidente usurpó el título de presidente y
montó un ministerio de pantomima con varios ministros corruptos, y
reduciendo los ministerios de cultura, de comunicación y la
secretaría de los derechos humanos de los negros y de las mujeres,
recortando de forma criminal el presupuesto de sanidad, de educación,
atacando los derechos de los trabajadores, el salario mínimo, la
legislación laboral, las jubilaciones y otros beneficios sociales,
inaugurados en los dos mandatos anteriores.
Detrás del golpe parlamentario están
estas fuerzas citadas por Jessé Souza. Bien lo dijo el Papa
Francisco a Leticia Sabatella cuando ésta junto con una famosa
jurista tuvo, hace dos meses, un encuentro con él en Roma, y le
relataba la amenaza que corre la democracia brasileira. El Papa
comentó: «ese golpe viene de los capitalistas».
El hecho es que estamos todos
cansados de tanta corrupción, justamente denunciada y de las
prórrogas del proceso de impeachment.
Nadie sabe hacia dónde vamos. Algo
parece quedar claro: que el design social, montado a partir del
colonialismo y de la esclavitud con las castas de adinerados que se
afirmaron en el poder, sea en la sociedad o en los aparatos del
Estado, está llegando a su fin.
En momentos de oscuridad como los
actuales necesitamos un marco teórico mínimo que nos traiga luz y
alguna esperanza. A mí me sirve como orientación Arnold Toynbee, el
último historiador inglés, que escribió diez volúmenes sobre la
historia de las civilizaciones. Para explicar el nacimiento, el
desarrollo, la madurez y la decadencia de una civilización usa una
clave extremadamente simple pero iluminadora: «el desafío y la
respuesta» (challenge and response).
Dice Toynbee: siempre hay crisis
fundamentales en el interior de las civilizaciones. Son desafíos que
exigen una respuesta. Si el desafío es mayor que la capacidad de
respuesta, la civilización entra en un proceso de colapso. Si la
respuesta ante el desafío es excesiva, surge la arrogancia y el uso
abusivo del poder. El ideal es encontrar una ecuación de equilibrio
entre el desafío y la respuesta de forma que la civilización
mantenga su cohesión, se enfrente positivamente a nuevos desafíos y
prospere.
Volviendo al caso de Brasil. Los
grupos de dinero y de poder no consiguen dar una respuesta al desafío
que viene de las bases que en los últimos años crecieron
enormemente en conciencia y en reclamación de derechos. Por más que
manipulen datos, saben que difícilmente volverán al poder central
por medio de una elección. De ahí la razón del golpe.
Desmoralizados, no tienen nada que ofrecer al nuevo Brasil que escapa
de su control.
El legado de la crisis actual será
probablemente el surgimiento de otro tipo de Brasil, de democracia,
de Estado, de formas de participación popular.
Los dolores del tiempo presente no
son los dolores de un moribundo a las puertas de la muerte, sino los
dolores de parto de otro tipo de Brasil, más democrático, más
participativo y más sensible para superar la peor llaga que nos
llena de vergüenza: la abismal desigualdad social. Un Brasil
finalmente más humano donde podemos ser sencillamente felices.
* Teólogo, filósofo y escritor
brasileño
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