Con los ojos fijos en Él
en la realidad y la fe
Comisión
ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 263– 17 de noviembre 2024
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Institucionalidad base del desarrollo
Hay tantos Ecuadores como presidentes. Cada vez que llega un
político al poder, actúa como si con él empezara el país. Los planes y
proyectos del gobierno anterior se archivan, desechan o descartan, solo por ser
del antecesor. Así, comienzan “su proyecto”, aunque sea similar, le cambian el
nombre y borran la historia. Creen empezar otro Ecuador, pero el país sigue
tropezando con la pobreza, el desempleo, la migración, la falta de educación y
salud, la violencia y hasta la escasez de energía.
La fragilidad institucional de Ecuador se refleja en las 20
Constituciones que hemos tenido en 194 años de república. Con una duración
promedio de 9.7 años, no alcanzan a consolidarse ni a enraizarse en la
sociedad. Apenas entra en vigencia una Constitución, ya se pide una
Constituyente o se promueven reformas. Muchos presidentes la han irrespetado y
violado repetidamente. Si la Constitución se ignora y desconoce, con mayor
descaro se manipula la ley y se desechan planes y proyectos. Todo para imponer
un sello personal, incluso en contra de la Constitución y las leyes.
Con el paso de los años, las instituciones del Estado, en
lugar de fortalecerse y convertirse en referentes nacionales, se han
deteriorado al punto de casi desaparecer o convertirse en una estructura
escuálida y raquítica que apenas sostiene a un débil Estado nacional. La
institucionalidad, la Constitución y los políticos deberían estar estrechamente
interrelacionados, pues son fundamentales para la gobernanza y el desarrollo
del país.
En Ecuador, la débil institucionalidad soporta un aluvión de
intereses corporativos y de grupo que la minan y desgranan, dejándola sin
capacidad de reacción ni acción frente a realidades que evidencian una
desarticulación "estructural". Esta situación carcome toda
posibilidad de construir una política de Estado que permita al país alcanzar un
futuro de desarrollo y progreso. En lugar de una visión de Estado, prevalecen
el inmediatismo, el individualismo, la improvisación, las transgresiones a la
Constitución y las leyes, y los enfrentamientos entre grupos de poder por el
dominio del país y la obtención de prebendas y privilegios.
Para una institucionalidad vigorosa, es fundamental la
separación de poderes, una democracia participativa, transparencia, y rendición
de cuentas a través de mecanismos de control y supervisión efectivos y
eficaces. Cada institución debe ser fuerte e independiente, con elecciones
libres y justas, instituciones de control transparentes y un servicio público
compuesto por funcionarios capacitados y seleccionados por mérito. En cuanto a
derechos y libertades, debe garantizarse el respeto a los derechos humanos, la
igualdad ante la ley, la libertad de expresión y el acceso a la justicia, con
mecanismos efectivos para resolver conflictos.
Una economía estable es clave para el desarrollo, sustentada
en políticas económicas sólidas, inversión social e infraestructura adecuada.
El desarrollo sostenible debe estar acompañado de políticas ambientales y
sociales responsables. En el ámbito de sociedad y cultura, se requiere cohesión
social, promoviendo la unidad, la inclusión, la participación ciudadana, la
diversidad cultural y una ética pública sólida.
Algunos indicadores de una institucionalidad vigorosa
incluyen un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto, un Índice de Percepción de
la Corrupción (IPC) bajo, un Índice de Libertad Económica alto, un Índice de
Democracia alto, y estabilidad política y gubernamental, como ejes
fundamentales de una política de Estado.
Recuperar la institucionalidad y alcanzar un Estado fuerte es
una responsabilidad que debe asumir cada ecuatoriano. • #ComuniquemosEsperanza
Con los ojos fijos en El, en la realidad y la
fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz,
resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar,
reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.
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