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domingo, 28 de septiembre de 2025

carta No. 308: !Buscar el diálogo, la paz y la justicia!

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 30827 de septiembre de 2025
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 !Buscar el diálogo, la paz y la justicia!

“A veces los conflictos pueden ser inevitables, pero sólo pueden resolverse fructíferamente en un espíritu de diálogo y sensibilidad hacia los demás y sus razones, y en un compromiso común con la justicia en busca del bien común” Papa Francisco.

La movilización y marcha de Cuenca, con la participación de más de 100 mil personas para defender el agua y la vida, y la convocatoria de la CONAIE al Paro Nacional para rechazar el alza del precio del diésel, modificaron el escenario político.

El Gobierno de Noboa logró imponer su proyecto mediante una estrategia de “shock blando”, en un canje de libertades por seguridad, con la construcción de un espacio marcado por la polarización política y el apoyo norteamericano.

El alza del precio del diésel, que apunta al financiamiento del presupuesto fiscal y a obtener buenas calificaciones del Fondo Monetario Internacional, desacomodó la lógica gubernamental. Los costos sociales por el aumento de los combustibles provocarán la subida de los productos básicos, de los pasajes y del transporte; este incremento generó una reacción social inesperada para el régimen.

El gobierno inicialmente eligió el camino de la Consulta Popular, pero ante la reacción social y el desgaste de su credibilidad, cambia y plantea la convocatoria a una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. La fragilidad de la Carta Magna es notoria. Los políticos de turno en el poder buscan, por todos los medios, elaborar una a su medida.

Una auténtica Asamblea Constituyente debe abrir un diálogo amplio para construir un acuerdo nacional que permita enfrentar la crisis económica, la violencia y otros problemas estructurales, proyectando al país hacia el futuro. Una nueva Constitución, si llega a concretarse, tendría que mantener la regulación al modelo extractivista y minero, preservar los derechos de la naturaleza y la consulta previa, impedir que las fuerzas armadas y la policía amplíen su capacidad represiva, y evitar la privatización de sectores estratégicos, en especial de la seguridad social. También debería garantizar la soberanía nacional y la protección del Patrimonio Natural de las Galápagos, aumentar los presupuestos de salud y educación sin abrir espacio a monopolios, revisar o incluso eliminar el Consejo de Participación Ciudadana y suprimir el Consejo de la Judicatura, que hoy manipula y controla la justicia.

Este periodo de profunda crisis social y económica es un momento clave para abrir el diálogo: un diálogo digno, horizontal, equitativo, ecuánime y propositivo, que oiga y escuche todas las voces, que procese propuestas, que teja acuerdos, que busque y encuentre alternativas y visualice potenciales soluciones a la complejísima y delicada realidad nacional. Urge que el gobierno dirija el país con humanidad y que los sectores sociales, además de protestar y expresar su descontento por la eliminación del subsidio al diésel, propongan soluciones.

En lugar de propiciar el diálogo, el gobierno ha respondido con confrontación, violencia y criminalización de la protesta, acompañadas de ataques racistas, cierre de medios, bloqueo de cuentas y campañas de falsos positivos que obstaculizan cualquier acercamiento con los sectores sociales.

Vemos con preocupación esta polarización y la insensibilidad del gobierno ante el clamor social. El camino de la represión y de la intimidación impide la paz y la apertura de un diálogo con sentido de país. Llamamos al gobierno y a las organizaciones sociales al diálogo, a retomar las mesas de trabajo que quedaron a medio camino en 2022, a trabajar en un gran acuerdo nacional para impulsar salidas democráticas a las crisis que vive el país y dar respuestas al dolor que sienten, sobre todo, los sectores más pobres y menos favorecidos. #ComuniquemosEsperanza

domingo, 21 de septiembre de 2025

carta No. 307: ¡Los subsidios deben focalizarse!

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 30721 de septiembre de 2025
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¡Los subsidios deben focalizarse!

“Porque no me cansaré de referirme a la dignidad del trabajo. Lo que da dignidad es el trabajo. Los subsidios son solo una ayuda provisoria. El que no tiene trabajo, siente que le falta algo, le falta esa dignidad que da propiamente el trabajo, que unge de dignidad”. Papa Francisco, 14 de octubre de 2021.

Los países en desarrollo, como Ecuador, caracterizados por una alta inequidad y condiciones difíciles para gran parte de la población, han implementado subsidios para atender diversas necesidades: la pobreza (bono de desarrollo humano), el desempleo, la electricidad, entre otros. Estas transferencias económicas buscan proteger a los hogares frente a choques económicos en tiempos de crisis, estimular sectores productivos, suplir la ausencia de redes eficientes de protección social e incluso garantizar estabilidad política. En contextos de desigualdad y descontento social, los subsidios funcionan como una válvula de escape.

Un subsidio es una ayuda económica del Estado, en dinero o descuentos, para reducir el costo de bienes o servicios y proteger a quienes no pueden pagar precios de mercado, equilibrando así el impacto social y económico de los aumentos.

El problema aparece cuando los subsidios son generalizados y, al igual que los impuestos, se aplican a todos por igual, sin atender a la población más afectada o a las necesidades reales.

En Ecuador, la reciente eliminación del subsidio al diésel ha desatado un intenso debate nacional, incluyendo paros y movilizaciones. Los subsidios a los combustibles tienen una larga historia desde los años setenta y han incrementado el peso fiscal, convirtiéndose en un compromiso enorme para el Estado. Si se los considera un gasto, como señalan algunos analistas, entre 2010 y 2023 el país destinó aproximadamente 53.922 millones de dólares a subsidios de combustibles. Sin embargo, ese “gasto” también ha funcionado como una compensación frente a los precios de mercado: si se eliminan, el Estado gasta menos, pero la población paga más.

Al no estar focalizados, estos subsidios han beneficiado en mayor medida a quienes más tienen o consumen; no obstante, para los sectores populares han significado un ahorro significativo, reflejado principalmente en el costo del transporte y en los precios de los alimentos que dependen del traslado o del uso de combustibles para su preparación. Su eliminación eleva los precios y golpea con mayor fuerza a los sectores populares. No es casual que en los últimos tres gobiernos las decisiones en este tema hayan provocado levantamientos y protestas.

El alza del diésel eleva hasta en 56 % los costos del transporte, lo que implica mayores tarifas y encarece alimentos y bienes básicos. Aunque el Gobierno ofrece compensaciones temporales a transportistas, los usuarios no reciben apoyo y enfrentan inflación inmediata.

Los productores, importadores y exportadores que utilizan transporte pesado verán reducidos sus márgenes de ganancia, perderán competitividad y trasladarán los costos adicionales al consumidor, fenómeno que se agrava con la especulación. Las familias de menores ingresos sufrirán el ajuste más severo, pues los productos esenciales se encarecen mientras sus ingresos permanecen estancados.

Ante una decisión de esta magnitud, el Gobierno debió considerar los criterios de los distintos actores sociales, explicar con transparencia las razones de la eliminación, el destino de los recursos liberados y los beneficiarios, además de planificar un retiro gradual para evitar impactos bruscos. Era indispensable crear compensaciones adecuadas y proteger especialmente a los sectores más pobres y sensibles. Para mantener la estabilidad política, el diálogo amplio con toda la población es fundamental.

La mejor compensación, en última instancia, es la generación de trabajo digno. #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

domingo, 14 de septiembre de 2025

carta No. 306: ¡El IESS es nuestro!

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 30614 de septiembre de 2025
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¡El IESS es nuestro!

Para que la seguridad social funcione debe ser justa y sostenible, y que debe haber un vínculo solidario entre las generaciones presentes y futuras…No al trabajo ilegal, no al trabajo precario y sí al trabajo digno” Papa Francisco, 3 de abril de 2023. “El derecho a la seguridad social es un derecho irrenunciable de todas las personas, y será deber y responsabilidad primordial del Estado.” (Constitución, art. 34). El IESS es la aplicación de este derecho: “El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, entidad autónoma regulada por la ley, será responsable de la prestación de las contingencias del seguro universal obligatorio a sus afiliados.” (art. 370).

En enero de 2025, el IESS registró 3.270.772 afiliados, el 39,03 % de la Población Económicamente Activa (PEA) del país. Los hombres representan el 57,59 % y las mujeres el 42,41 %, evidenciando una brecha de género de 15,18 %. Según la OIT, a octubre de 2021 solo el 30 % de las personas mayores de 65 años cuenta con una pensión de jubilación.

El modelo ecuatoriano es original: combina la solidaridad y subsidiariedad entre afiliados con la responsabilidad del Estado. Allí está su fortaleza. A pesar de los sucesivos ataques de los gobiernos —sobre todo desde 2014— a los fondos del IESS, este ha logrado subsistir. Sin embargo, la propaganda oficial dice que el IESS está quebrado y que la única salida es privatizarlo.

La Constitución dispone que “el sistema de seguridad social es público y universal, no podrá privatizarse y atenderá las necesidades contingentes de la población.” (art. 367).

Los fondos del IESS nos pertenecen a los afiliados y jubilados. Es una forma de propiedad especial: no es pública ni privada, sino solidaria-colectiva. “Los fondos y reservas del seguro universal obligatorio serán propios y distintos de los del fisco, y servirán para cumplir de forma adecuada los fines de su creación y sus funciones. Ninguna institución del Estado podrá intervenir o disponer de sus fondos y reservas, ni menoscabar su patrimonio.” (art. 372).

Desde 1928 el IESS ha sido saqueado por los gobiernos, que lo usan como caja de financiamiento y botín político. La dolarización licuó sus fondos, pensiones y la deuda estatal; en 2015 se eliminaron los aportes del Estado, provocando una pérdida de USD 5.932 millones. Hoy la deuda pública con el IESS supera los USD 24 mil millones y sigue sin pagarse.

El proyecto de ley busca usar los fondos del BIESS para tapar el déficit fiscal y favorecer a privados, vendiendo carteras de crédito y tomando préstamos con los ahorros previsionales como garantía, al estilo del fallido modelo chileno. También legaliza la derivación de servicios de salud a clínicas privadas, que ya absorbieron 8 mil millones de dólares, dinero con el que se pudieron construir 20 hospitales. Las fórmulas de los “expertos” de gobiernos y empresas consisten en trasladar los costos a los afiliados: ampliar la edad de jubilación, subir los aportes y reducir las pensiones jubilares. Por otra parte, se busca privatizar los fondos del IESS.

Hay alternativas. Urge rescatar la autonomía del IESS, para que el Consejo Superior esté dirigido por representantes de sus legítimos dueños —los afiliados y jubilados—, y no por delegados de los gobiernos. El patrimonio y los flujos financieros del IESS podrían ser la base para la constitución de un fondo soberano como mecanismo sólido de inversión y reactivación productiva. La solidaridad y la subsidiariedad están ligadas a la ampliación del número de afiliados, a la generación de empleo y al trabajo digno. No puede dejarse en manos de los gobiernos que han destruido la seguridad social.  #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

sábado, 6 de septiembre de 2025

carta No. 305: Nadie está preparado

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 3057 de septiembre de 2025
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Nadie está preparado

“Hoy reflexionamos sobre el contraste que existe entre la esperanza cristiana y la realidad de la muerte. Nuestra civilización moderna trata de suprimir y disimular la muerte, hasta el punto de que cuando llega nadie está preparado, ni tiene tampoco los medios para darle un sentido. La muerte es un misterio, manifiesta la fugacidad de la vida, nos enseña que nuestro orgullo, ira y odio, son sólo vanidad; que no amamos lo suficiente, que no buscamos lo esencial” (Papa Francisco).

Esta carta tiene una motivación especial para la Comisión Ecuatoriana de Justicia y Paz, nace de una realidad que nos ha afectado profundamente; en los últimos tiempos hemos perdido a entrañables amigos como Serafín Ilvay, Andrés León y el P. Lauren Fernández y tenemos otros compañeros que atraviesan graves quebrantos y riesgos en su salud. Nos sentimos íntimamente involucrados y esto nos impulsa a reflexionar sobre el sentido de la vida y de la muerte.

Reflexionar sobre la muerte es reflexionar sobre nuestra vida. La muerte es una dimensión de la vida, forma parte de ella. La muerte siempre será un misterio, es la gran incógnita y la principal crisis existencial del ser humano. Es una realidad que acompaña nuestra existencia, sabemos que un día, tarde o temprano llegará, pero vivimos ignorándola, salvo cuando nos afecta directamente.

Ante la muerte afloran los más fuertes sentimientos: rechazo, negación, aceptación, consuelo, fe y esperanza. En gran parte nuestra actitud depende del sentido que demos a ese tránsito. Cada cultura tiene sus propias costumbres, símbolos y rituales ante la muerte; en algunos pueblos se la asume como una parte natural del ciclo de la vida; mientras que en otros —marcados por la incesante búsqueda de pasiones o por un activismo permanente— se la evita, se la oculta o incluso se la niega.

Hay muertes que nos cuestionan profundamente y nos obligan a preguntarnos “los porqués”. Duelen especialmente cuando se trata de niños o jóvenes que no han desarrollado todo su potencial humano o cuando fallecen personas que podrían haberse salvado con una atención médica adecuada. Nos desconcierta la muerte inesperada, como la que llega de forma repentina o a causa de un accidente. Otras, en cambio, nos indignan: aquellas vidas segadas por la violencia cruel y estéril, o las que se apagan en la soledad, marcadas por el abandono de los suyos. En muchos decesos se deja entrever la cínica máscara de la llamada “cultura del descarte”.

Hay también muertes de personas que, habiendo cumplido su ciclo vital, asumen este paso con un sentido trascendente. Cuando perciben que la vida se apaga o que el peligro es inminente, se abandonan en las manos de Dios diciendo: “Señor, que se haga tu voluntad”. Otras muertes se convierten en testimonio ejemplar, como la de quienes entregaron su existencia en sacrificio por los demás como Mons. Alejandro Labaka, la Hna. Inés y tantos otros que dieron su vida al servicio del bien común y en amor al prójimo.

Al final, cada persona muere en soledad, no podemos atisbar el más allá, no obstante, este trance se vuelve más llevadero cuando existe la posibilidad de despedirse y de ser acompañado por el cariño y la presencia de la familia y los amigos.

La muerte es, en cierto modo, la recapitulación que da sentido a toda la vida. Nos permite reconocer la fragilidad de tantas vanidades y pone en evidencia la fatuidad del orgullo, así como de la incesante búsqueda de placer, prestigio, poder o dinero. Sin embargo, también nos recuerda —en palabras del Papa Francisco— que “solamente el bien y el amor que sembramos mientras vivimos permanecerán”.

¿Cómo podemos llenar nuestra vida de esa trascendencia? Es necesario revisar nuestras prioridades. Si creemos en el Reino de Dios y en el Evangelio, debemos comprender que la vida es un peregrinaje hacia la casa del Padre y hacia la plenitud de la existencia. Esto nos llama a comprometernos con todo el corazón y la mente en hacer el bien, compartiendo nuestra vida de manera solidaria y en comunidad. Quienes entregaron su vida por los demás permanecen vivos en aquellos a quienes amaron y en quienes se nutrieron de su ejemplo.

En medio del dolor por la pérdida de seres queridos y amigos, surge la esperanza y la confianza que nos regala Cristo Resucitado, quien nos dice: “Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 20,38), sabiendo que “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; porque yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25-26).  #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

domingo, 31 de agosto de 2025

carta No. 304: ¿NUESTRA DEMOCRACIA NOS REPRESENTA?

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 304 – 31 de agosto 2025
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¿NUESTRA DEMOCRACIA NOS REPRESENTA?

“La democracia tiene inherente un gran e indudable valor: el de estar "juntos", el de que el ejercicio del gobierno tenga lugar en el contexto de una comunidad que se confronta libre y secularmente en el arte del bien común, que no es sino un nombre diferente de lo que llamamos política”. Papa Francisco, En el corazón de la democracia.

La democracia representativa es un sistema de gobierno en el que el poder reside en el pueblo, pero se ejerce a través de representantes electos en elecciones libres y periódicas. Se sustenta en cuatro pilares fundamentales: la independencia de las funciones del Estado, el respeto pleno a los derechos humanos, la escucha de la voz del pueblo y la vigencia del Estado de derecho. En teoría, en el Ecuador vivimos en una democracia representativa.

Las características de este modelo son claras: voto popular mediante el cual los ciudadanos eligen a sus representantes; autoridades electas —ejecutivo y legislativo— que toman decisiones en favor del bien común; participación electoral en comicios libres y competitivos; elecciones periódicas en los plazos establecidos; igualdad de todos los electores; y la garantía de derechos y libertades como la expresión, la asociación y el acceso a la información. Todo esto debería cumplirse en nuestra democracia. La pregunta es: ¿ocurre realmente en la práctica?

El primer pilar, la independencia de las funciones del Estado, debería permitir un contrapeso de poderes. Sin embargo, el carácter hiperpresidencialista de nuestra Constitución otorga atribuciones excesivas al Ejecutivo en detrimento de las demás funciones. Los sucesivos gobiernos han aprovechado esta concentración de poder para ejercer control total. La paradoja es evidente: quienes critican esta práctica desde la oposición, al llegar al poder la repiten y profundizan.

El segundo pilar es el respeto a los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida. En nombre de la “guerra interna” contra las bandas criminales y el narcotráfico, el Gobierno impulsa una estrategia de choque que busca canjear libertad por seguridad. Al mismo tiempo, el derecho a la salud se ve desmantelado: el presupuesto se redujo en 1.200 millones de dólares y apenas se ejecutó el 20%, con el resultado de hospitales deteriorados, falta de medicinas y corrupción que persiste. El derecho al trabajo se erosiona con despidos masivos y propuestas de precarización.

El tercer pilar es escuchar la voz del pueblo. Sin embargo, el Gobierno ha ignorado los resultados de consultas populares como la del Yasuní, la defensa del agua en Cuenca o la protección del Chocó Andino. Del mismo modo, incumple mandatos judiciales como la eliminación de los mecheros de gas en la Amazonía. La participación ciudadana y el derecho a la resistencia se perciben como amenazas, y el Consejo de Participación Ciudadana —espacio de representación directa— ha sido convertido en botín político, con intentos actuales de eliminarlo para regresar a mecanismos controlados por los gobiernos de turno.

El cuarto pilar es la vigencia del Estado de derecho. En lugar de ello, prevalece la imposición de la voluntad del Ejecutivo, ignorando leyes y tratados. Si se requiere cambiar la Constitución, existen mecanismos establecidos para hacerlo. Sin embargo, la tendencia apunta hacia un Estado policial y autoritario, donde la verdad jurídica se sustituye por hechos consumados y discrecionalidad, otorgando carta blanca a los aparatos represivos.

Frente a este escenario, cabe preguntarse: ¿cómo romper el círculo vicioso de regímenes que hablan de democracia, pero consolidan modelos autoritarios? La respuesta está en los pueblos y comunidades que, pese a las amenazas, la inseguridad y la violencia, continúan organizándose para defender la vida y la Pacha Mama. Todavía es posible una democracia basada en el principio de “mandar obedeciendo”: “quien quiera ser primero, que sea el último y el servidor de todos” (Mc 9,15). ¿Será una utopía irrealizable? #ComuniquemosEsperanza

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.