UN DIÁLOGO NECESARIO
“Si hay una palabra
que tenemos que repetir hasta
cansarnos es ésta: diálogo. Estamos invitados |
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a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que |
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esto sea posible y nos permita
reconstruir el tejido
social (…) Para nosotros, hoy es urgente |
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involucrar
a todos los actores
sociales en la promoción de una
cultura que privilegie el diálogo |
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como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la |
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preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones”. (papa Francisco). |
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Nuestro país vive nuevamente un momento crítico, La
decisión gubernamental de suprimir el subsidio al diésel generó un paro nacional que ya dura más de 10
días, que fue iniciado por el
movimiento indígena y su principal organización, la CONAIE, al que se han ido sumando otros actores sociales
con distinta intensidad. Quizás fue la gota que rebasó el vaso de la indignación popular.
Las autoridades han respondido implementando
distintas estrategias y medidas para desprestigiar y anular la movilización. La represión y los hechos de violencia se han desatado
y, lamentablemente, se ha perdido de forma cruel e injustificable la
vida de un dirigente comunitario, hay varios
heridos, incluso algunos
de la fuerza pública, y personas maltratadas y presas, que han sido calificadas como terroristas.
Se ha producido una escalada de violencia que, en los actuales momentos, impide ver una salida fácil y pronta a la actual situación, por la intransigencia gubernamental y su negativa a iniciar un diálogo y negociación.
Sin embargo, desde
la Comisión Justicia
y Paz del Ecuador tenemos
la convicción, basada
en la experiencia, de que sólo con un proceso de diálogo es posible resolver
el presente conflicto
que ya tiene graves
consecuencias sociales y económicas Si nos remitimos a la historia, mediante el diálogo
finalizó en 1990 el Primer Levantamiento Indígena y los que se realizaron los
años subsiguientes de 1992, 1994, etc. En los años recientes, el paro y levantamiento
del año 2019 terminó con una negociación con la mediación
de representantes de las Naciones
Unidas y en 2022
con la mediación de la Iglesia Católica.
Estas experiencias demuestran que siempre que se
han producido hechos similares, el diálogo y negociación fueron
fundamentales para superar
la crisis y encontrar acuerdos.
Desde distintos sectores de la Iglesia, la
Conferencia Episcopal Ecuatoriana, varias diócesis, la organización de los
religiosos y religiosas ecuatorianos, representantes de otras iglesias, instancias ecuménicas y numerosos actores y organizaciones de la
sociedad civil y de la academia insisten en la necesidad de crear cauces
adecuados para el diálogo. Como Comisión de Justicia
y Paz del Ecuador unimos nuestra voz en este mismo sentido.
Tenemos claro que no se trata de solicitar el diálogo solo como un medio para terminar con las
reivindicaciones populares, sin llegar a ninguna
conclusión efectiva y que evite nuevos brotes de protesta; el diálogo debe llegar a acuerdos realistas, que cuenten con
los mecanismos para hacerlos viables y ejecutables. La negociación implica
hacer concesiones de parte y parte: no se
puede esperar que haya falsas unanimidades, ni una confluencia total de criterios
en torno a un
pensamiento único, pero sí debe establecer consensos que tengan como fin el bien común con
justicia para poder construir la paz que todos anhelamos.
¿Qué se necesitaría para un diálogo que resulte eficaz?
Es
necesario establecer unas condiciones previas para ambas partes. En primer
lugar, tienen que demostrar apertura y
superar los maximalismos e intransigencias actuales, que impiden cualquier
proceso de diálogo. Deben asumir el respeto total a los derechos de las
personas, organizaciones e instituciones, incluido el derecho a la resistencia
y la protesta.
El Gobierno
Ecuatoriano debería comprometerse a:
·
Eliminar los
actuales niveles de represión y los abusos contra los derechos de las personas que desde las fuerzas de seguridad se pueden generar.
No se puede matar ni disparar contra el pueblo.
·
Dejar de
identificar y asimilar las protestas populares con el narcotráfico y el terrorismo.
·
Liberar a las personas apresadas y
que se encuentran en proceso de juzgamiento como terroristas o aliados de los narcotraficantes: así como investigar y
sancionar el asesinato de Efraín Fuérez.
El movimiento indígena y las organizaciones
sociales, por su parte, deberían asumir estas actitudes:
·
Respetar y no dañar los bienes
y recursos públicos
y privados.
·
Evitar totalmente cualquier
acto de violencia y realizar protestas pacíficas.
·
No agredir a
las instituciones o personas que no se unen al paro o a las que piensan distinto.
Es posible que, si finalmente se abre un proceso de diálogo, se establezcan algunos mecanismos e instituciones de mediación que deben
contar con la aceptación de las partes y realizar una labor de arbitraje
plenamente neutral para llegar a los consensos que surjan de las negociaciones.
Como Justicia y Paz no pretendemos representar a nadie, sólo queremos, desde nuestra sencilla palabra, ayudar a que se reflexione y se inicie un diálogo que detenga la locura actual. Es posible que, desde las iglesias, los organismos
internacionales, la sociedad civil y la academia se establezcan
participativamente los mecanismos para impulsarlo y se pueda ejercer el rol de
mediación que consideramos necesario en esta coyuntura.
En nuestro Ecuador
necesitamos superar la nefasta polarización que nos divide y nos hace ver a
los otros como enemigos irreconciliables con los que hay que acabar y no como
adversarios ideológicos y políticos que piensan y tienen intereses distintos y
con los que se puede llegar a
acuerdos en busca del bien común mayoritario y del respeto
a los derechos de las personas y de
la naturaleza.
El diálogo efectivo debe llevar a cambios
perdurables. No debemos olvidar que la población indígena del país ha sido históricamente, y sigue siendo,
uno de los sectores más excluidos de la
sociedad, con niveles de pobreza y desnutrición crónica infantil cercanos
al doble de la media
nacional, un acceso limitado a la educación,
y una fuerte discriminación étnica en el mercado laboral. Solamente una fuerte inversión social en desarrollo comunitario, con participación de las comunidades y respeto a la
multiculturalidad, puede sembrar raíces
para la superación de esta situación de inequidad.
Pedimos al Señor que nos ilumine y asumimos la oración de san Francisco de Asís: “Haz, Señor,
que seamos instrumentos de tu paz, que donde haya odio, pongamos amor”. Octubre-2-2025
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